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Escrito como entrevista entre Michelle J. Goff y Johanna Zabala, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Venezuela
1. Michelle: Cuando piensas en los grupos pequeños, ¿qué te viene a la mente?
Johanna: Considero hoy que los grupos pequeños son de gran interés para relaciones significativas, permitiendo interactuar y aprender las unas de las otras. Cada enseñanza o aprendizaje a través de estas relaciones, me lleva a imaginar el hecho cuando nuestro amado Señor Jesús seleccionó a Sus discípulos, con propósito santo (Mc 3:18).
Toda relación nos conlleva a diferentes aprendizajes y enseñanzas. Para mí, las relaciones interpersonales se inician en la confianza interior y cada persona realiza diversas conexiones con sus semejantes.
Desde la creación (Gén 1-2), cuando el Padre Celestial dijo, “Y hagamos”, nos dio el mejor ejemplo original de conexión, unidad y equipo.
2. Michelle: ¿Cuáles serían unos ejemplos de grupos pequeños hoy día que tengan esa conexión, unidad o que trabajan en equipo?
Johanna: Siempre estamos interactuando y aprendiendo con el entorno en el que nos desenvolvemos. La familia cumple una función muy primordial en las relaciones, pues es detonante para la comunicación sucesiva; en la interacción con el medio ambiente surge la oportunidad de conocer y comprender el intercambio de experiencias, conocimientos, sentimientos y acciones para crecer.
En mi propia rutina, he descubierto lo útil y necesario de poder contar con mis grupos de apoyo y amistades en las áreas de la vida. Mi propia familia es un ejemplo de grupos pequeños; mi esposo tiene un importante rol, como lo es liderar una dirección conjunta y la de nuestros hijos. También como familia servimos como grupo e individualmente en la iglesia y en las otras funciones seculares.
3. Michelle: Ya que mencionaste cómo una familia puede servir como un grupo pequeño en la iglesia, ¿qué otros grupos pequeños conoces en la iglesia?
Johanna: En la iglesia e inigualable experiencia de vida, los grupos pequeños son visibles; en cada ministerio se desempeñan actividades muy bien estructuradas que llaman al orden de Dios en todo lo realizado. Son grupos pequeños que colaboran para llevarlos a cabo.
Particularmente, me fascina el trabajo con las clases dominicales. Aunque pareciera sencillo, es el más estimable de todos. Como grupo de maestras, junto a los padres, unidos en el mismo propósito del Señor, nos enfocamos hacia la preparación del niño o del joven que más tarde será el adulto que forma parte de sus propios grupos pequeños de colaboración en la gran obra del Señor.
Luego, amo y valoro mis grupos de oración de damas; conexión que se basa en la comunicación directa con nuestro Creador, pero acá no individualmente sino en equipo; donde nos hemos aprendido a conocer más, en amor, perdón y amistad como lo manda el Señor.
4. Michelle: Me acuerdo que tienes bastante experiencia con los niños especiales. Creo que eso puede ilustrar la gracia que debemos extender en los grupos pequeños.
Johanna: Sí. A nivel secular, el mismo Dios me concedió aprender y experimentarme en la rama de la psicopedagogía desde hace tiempo atrás, muy a la par a la gran profesión del ser Su hija, y en diversas ocasiones, tener al cuidado y cargo a varios grupos pequeños de niños con necesidades educativas especiales.
Ellos, no todos aprendían ni al mismo tiempo, ni al mismo ritmo, pero si aprendían y alcanzaban superar sus requerimientos escolares; acontecimiento que me impulsó a orar por sabiduría y amándolos de este modo poder lograr juntos conocimientos significativos a sus necesidades académicas.
Todo lo anterior me llevó a fortalecer lo relevante que son las amistades de pequeños grupos y de lo transcendental en las relaciones personales, familiares y sociales en la comprensión de la expansión de la comunicación.
5. Michelle: ¡Cierto! Estoy totalmente de acuerdo. Si me permites compartir un ejemplo… Cuando aplico el mismo concepto a mis hermanas en Cristo, con las que he compartido en grupos pequeños, a María le gusta más cuando todo está bien organizado y detallado. Así se comunica ella. Teresa prefiere que le des luz verde con un plan general. Marta quiere que todo se haga con una cancioncita. Qué bendición cuando aprendo de sus diferentes perspectivas y formas de comunicación, sea cuando nos reunimos en grupo pequeño para orar y estudiar la Palabra juntas, o sea cuando planificamos una clase de niños.
6. Michelle: Hermana Johanna, muchas gracias por las ilustraciones de tu propia vida. ¿Hay algo más que quieres compartir en conclusión?
Johanna: En la congregación, vemos que las Iglesias de Cristo, por lo general no son tan numerosas en miembros, pero sí en amor y confraternidad por todo el mundo, lo que me lleva a comprender que al unirnos somos grandes para la gloria de nuestro Padre Celestial. En cualquiera de nuestros grupos pequeños, es preciso saber escucharnos para conocernos, ayudarnos, amarnos, perdonarnos y perseverar en lo que hemos creído para preservación de nuestras almas.
¿En qué grupos pequeños te encuentras en tu propia congregación? ¡Celebrémoslos!
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Escrito por Wendy Neill, Coordinadora de avance para el Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
Crecí en una próspera iglesia de alrededor de 3.000 personas. Cuando le digo eso a la gente, a menudo dicen: “No me gustan las iglesias grandes. Es muy difícil conocer gente”. Sí, es imposible llegar a conocer a tanta gente. Aquellos que simplemente asisten a una gran asamblea el domingo por la mañana no crecen mucho en su fe. Por eso es importante “pensar en pequeño”.
GoodFaithMedia, un sitio web en inglés, estima que hoy en día hay alrededor de 2.600 millones de seguidores de Cristo en el mundo. ¿Cómo inició Jesús este movimiento mundial? Uno a uno, y a través de grupos pequeños. Mientras Mateo estaba sentado en su oficina de impuestos, “Jesús le dijo: Sígueme. Y [Mateo] se levantó y le siguió” (Mt 9:9 RVR1960). Llamó a Simón Pedro y a Andrés mientras realizaban su trabajo diario de pesca: “Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.” (Mc 1:17).
Poco a poco, Jesús se rodeó de un grupo de discípulos. No sabemos cuántos. Después de pasar algún tiempo con ellos, habló con Su Padre y tomó una decisión enfocada.
Por aquel tiempo se fue Jesús a la montaña a orar y pasó toda la noche en oración a Dios. Al llegar la mañana, llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles. (Lc 6:12-13 NVI)
Con este pequeño grupo de doce, Jesús cambió el mundo. Tenía otros discípulos que lo seguían, incluidas mujeres (Mc 15:41), y predicó y sanó a grandes multitudes de personas. Pero a estos doce les dio enseñanza, cuidado y conocimiento especiales. Les explicó parábolas, los envió con poderes milagrosos y atravesó con ellos tormentas. Se centró en los doce porque sabía que cada uno de ellos discipularía a otros, incluso después de que Él dejara esta tierra. Y funcionó. Sus enseñanzas se extendieron como la pólvora.
Dentro de ese grupo de doce, Él tenía tres que eran Su círculo íntimo: Pedro, Jacobo y Juan. Los mantuvo más cerca en Sus momentos de necesidad. Cuando supo que Su muerte se acercaba, llevó a esos tres a una montaña alta. Tuvieron el privilegio de presenciar la aparición de Elías y Moisés, animando a Jesús a permanecer fuerte y terminar Su misión (Mt 17). En esa terrible noche cuando fue entregado en manos de los fariseos, tuvo una “Última Cena” especial con los doce. Oró por ellos, les dio algunas instrucciones finales en Juan 13-17 y los llevó a Getsemaní para poder orar pidiendo fortaleza. Pero sólo se llevó a los tres consigo en ese tramo final.
Podemos seguir este mismo patrón en nuestras relaciones. La fe de mi infancia se alimentó en esa gran iglesia a través de relaciones en grupos pequeños. Los adultos enseñaban en mi clase de cuarto grado. Una pareja joven nos enseñó cuando éramos niñas de séptimo grado. Mi grupo de jóvenes era de 200 personas, pero yo tenía un grupo de unos 12 amigos cercanos. Servimos a huérfanos en Jamaica, construimos un aula de escuela dominical para una iglesia pobre en el sur de Texas y nos animamos unos a otros en nuestra fe. Como adulta, he tenido estudios en grupos pequeños con estudiantes universitarios u otros adultos en mi hogar. Y tengo dos o tres mujeres a las que puedo llamar en cualquier momento para orar por mí o para acompañarme en un momento difícil.
Hay tantas maneras en que podemos buscar ser como Cristo. Una de ellas es pensar en pequeño. Los grupos pequeños te permiten compartir tu corazón e ir más allá de los saludos superficiales.
¿Eres parte de un grupo pequeño formal o informal de cristianos? ¿Tienes tres mujeres en tu vida que te ayuden a crecer? Si no, te animo a buscar y cultivar esas relaciones con otras discípulas. ¡Son tus “Hermanas Rosa de Hierro”!