Escrito por Deanna Brooks, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
Cuando horneo un pastel de bodas y hago rosas para decorarlo, dejo las rosas más bonitas a un lado para el nivel superior o el frente del pastel. Eso es en lo que quiero que la gente se concentre, no en la rosa cuyo pétalo se dobló hacia adentro mientras se secaba. Esas rosas están apartadas para un propósito especial.
De la misma manera, nosotras, como hijas de Dios, hemos sido apartadas para un propósito. Desde el principio, Dios ha llamado a las personas a salir de donde estaban para un propósito especial. “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica” (Ef. 2:10 NVI).
Tenemos ejemplos de personas que Dios apartó del mundo:
Noé fue llamado del mundo malvado para construir el arca para salvar a su familia del diluvio.
Abraham fue llamado desde su tierra pagana a una tierra que Dios le proporcionaría con la promesa de que de él vendría una gran nación, incluido el Mesías.
Moisés, después de huir de Egipto, fue llamado a dejar el pastoreo de ovejas para regresar a Egipto, ir a Faraón y decirle: “Deja ir a mi pueblo”. Estos eran descendientes de Abraham.
David, otro descendiente de Abraham, fue llamado de ser un pastor cuyo corazón se volvió hacia Dios para convertirse en un rey poderoso.
Juan el Bautista nació de padres ancianos y fue llamado a preparar el camino para el Mesías.
En Deuteronomio 14:2 leemos acerca de los israelitas, “porque eres pueblo consagrado al Señor tu Dios. Él te eligió de entre todos los pueblos de la tierra para que fueras su propiedad exclusiva.”
En cada uno de estos ejemplos, había un propósito (una razón por la que fueron apartados): ser Su pueblo escogido.
Hay docenas de otros ejemplos en las Escrituras, y lo que debemos darnos cuenta es que Dios nos lleva a donde estamos y nos da tiempo para crecer en lo que Él ha planeado para nosotros.
¿Qué significa para nuestras vidas vivir como apartadas?
Destacamos como se destaca una rosa entre las espinas. Nos veremos diferentes del mundo que nos rodea a medida que tomemos decisiones que glorifiquen a Dios.
Jesús les dijo a Sus seguidores, “Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben a su Padre que está en los cielos” (Mt. 5:16).
El mundo es malo, pero la luz brilla más en la oscuridad. Vivimos en el mundo, pero debemos ser diferentes.
Jesús oró,
No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco lo soy yo. Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, yo los envío también al mundo. (Juan 17:14-18)
Nos diferenciamos por nuestras acciones y por nuestro discurso. Esas son las dos cosas que más notan los demás. Hay dos escrituras que pienso que alientan nuestras vidas a ser apartadas.
Colosenses 3:2, “Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra.”
Romanos 12:2, “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cómo es la voluntad de Dios: buena, agradable y perfecta.”
Así como las rosas que aparté llaman la atención hacia el pastel, así nuestras vidas deben llamar la atención hacia Jesús y traer gloria a Dios.
Las palabras de Pedro nos recuerdan nuestro propósito e importancia para nuestro Padre Celestial.
Pero ustedes son descendencia escogida, sacerdocio regio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. (1 Pedro 2:9)
¿Estás viviendo tu vida como alguien apartado con el propósito de llamar la atención hacia nuestro Señor?