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imageEscrito por Rianna Elmshaeuser, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado

Hace años, una amiga mía estaba en problemas. Sufría angustia mental y un profundo dolor emocional. Una noche en particular, en una conversación de texto, estaba usando palabras y frases que eran bastante alarmantes. Me detuve a orar por ella: “Señor, sé que se necesitan muchos ángeles de la guarda para mantenerme con vida todos los días, pero si envías algunos a mi amiga para fortalecerla en este momento, me quedaré en casa e intentaré no hacer algo demasiado estúpido por un tiempo.”

Nunca mencioné esta oración a mi amiga. Varias semanas después, la escuché hablar sobre esa noche y dijo: "Sentí que ángeles adicionales me rodeaban en ese momento". Puede que mi oración no haya sido la más florida o impresionante, pero el Espíritu Santo sabía lo que quería decir y me ayudó a comunicarle a Dios lo que necesitaba.

Más recientemente, me encontré en una situación en la que necesitaba sabiduría y no tenía tiempo para consultar las Escrituras en busca de orientación. Una joven a mi cargo había desobedecido mis instrucciones y su comportamiento estaba poniendo en riesgo su integridad física. Tuve que ir a buscarla y cuando finalmente la encontré, yo estaba furiosa. Hablar con ella de inmediato hubiera resultado en humillarla públicamente, así que decidí esperar a un lugar más privado.

Mientras esperaba que terminara el evento y que todos los demás se fueran, oré a Dios por sabiduría. En el momento en que pude hablar con ella, Dios había respondido a mi llamado y mi discurso planeado había cambiado por completo de una conversación de ira y amonestación a una conversación mucho más necesaria sobre el cuidado personal y la autoestima. Sé que, si el Espíritu Santo no hubiera estado allí para guiarme, las cosas hubieran resultado muy diferentes y probablemente mucho peores. Con la ayuda de Dios, ambos salimos de la conversación sintiéndonos animados, más cerca de Dios y más cerca el uno del otro.

Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. (Rom. 8:26-27 NVI)

También se nos promete sabiduría a través del Espíritu Santo. Santiago 1:5 dice, “Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie.”

En Mateo 10:19-20, Jesús les dice a sus discípulos,

Pero cuando los arresten, no se preocupen por lo que van a decir o cómo van a decirlo. En ese momento se les dará lo que han de decir, porque no serán ustedes los que hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por medio de ustedes.

Hay muchas otras ocasiones en las que el Espíritu me ha ayudado a mantener la calma en una situación tensa, me ha consolado cuando me sentía sola y a solas, o me ha impulsado a acercarme a un extraño o a un amigo que lo necesita. Jesús tenía razón (como siempre) cuando dijo que Uno más grande que Él vendría a ayudarnos.

A menudo he pensado en lo maravilloso que sería tener a Jesús aquí en persona. ¿No sería asombroso sentarse a Sus pies y escucharlo enseñar? Qué bendición sería preguntarle qué hacer en una situación particular. ¿Por quién debo votar? ¿Qué debo decir para reparar esta relación? ¿Estoy haciendo un buen trabajo?

En Juan 14, versículos 15-19, Jesús promete no dejarnos huérfanos, sino que el Espíritu de Verdad, un Consolador, vendrá a nosotros y vivirá con nosotros y en nosotros. En Juan 16:7, Jesús dice, “Pero digo la verdad: les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré.” Él también proclama a Sus discípulos en Juan 14:12, “Les aseguro que el que cree en mí también hará las obras que yo hago y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre.”

En 1 Corintios 12, Pablo habla de los dones espirituales de sanidad, profecía, hablar e interpretar lenguas y milagros. Pero al final del capítulo en el versículo 31 dice, “Ahora les voy a mostrar un camino más excelente.” Inmediatamente después está “El Capítulo del Amor”, 1 Corintios 13. Sanar a la gente y profetizar sería tener “poderes” increíbles, pero Pablo dice que aún más excelente que poder hacer milagros es el amor. El Espíritu Santo habita en nosotros y nos ayuda a amarnos unos a otros como Cristo nos amó. A través del amor y el poder del Espíritu Santo, podemos realizar “obras mayores” que las que hizo Jesús mientras estuvo en la tierra. ¿Estás en sintonía con el Espíritu Santo que vive en ti? ¿Crees lo que dijo Jesús?

Michelle Goff 2023Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora del Ministerio Hermana Rosa de Hierro

Si alguien me preguntara sobre mi relación con el Espíritu Santo, haría una larga pausa antes de responder. Mi cabeza se inclinaría, luego asentiría, mientras comenzara a reflexionar sobre cómo esa relación ha cambiado a lo largo de los años.

Cuando yo era joven, el Espíritu Santo estaba representado por una paloma en el bautismo de Jesús o por lenguas de fuego en el Día de Pentecostés. Si bien son precisos en sus respectivos contextos bíblicos, forman una imagen incompleta de quién es Él y qué hace.

Incluso el hecho de que ahora me refiero al Espíritu Santo como "Él", en lugar de "Eso", es notable. Me tomó tiempo aprender a ver a Dios y confiar en Él a través de Su Espíritu.

Según Hechos 2:38, se nos da el don del Espíritu Santo, junto con el lavado de nuestros pecados, cuando somos bautizadas. El Espíritu Santo capacitó a los apóstoles para realizar milagros a lo largo del libro de los Hechos.

Regresando unas pocas páginas de nuestras Biblias, el apóstol Juan hace el trabajo más completo al explicar la promesa de Jesús de que recibiríamos el Espíritu como nuestro Consolador, Guía y Recordatorio de la Verdad (Juan 14 y 16).

En la raíz de nuestra relación con el Espíritu Santo está nuestra fe.

No hago esa declaración como una condena de aquellos que no creen en la obra del Espíritu Santo. Tampoco es una declaración de fe débil sobre aquellos que están llenos de dudas en esta área.

Mi yo más joven criticaba a los que hablaban con confianza sobre lo que el Espíritu Santo había hecho o no. Pensé, equivocadamente, que el Espíritu estaba dormido hasta que Jesús lo trajo a la escena. Y yo era escéptica de cómo Él trabaja hoy.

Sin embargo, he descubierto que la fortaleza de mi relación con el Espíritu Santo está directamente relacionada con la profundidad y amplitud de mi fe en Él y en lo que Dios ha prometido a través de Él. Tuve que dejar de lado mis temores de la naturaleza del Espíritu misteriosa, indescriptible, incluso de otro mundo.

Muchas de ustedes han escuchado esta historia, pero complázcanme con una breve sinopsis: Durante mi primer viaje a Venezuela, hubo una mujer que me hizo una pregunta en español, y no tenía idea de cómo responderle… ni siquiera en inglés. Envié una oración de flecha, abrí la boca y lo que salió fue espiritualmente sabio, bíblicamente preciso y elocuentemente expresado en un español fluido. En otras palabras, no fui yo. Fue el Espíritu Santo a través de mí. Creí que Él me usaría como Su instrumento. Y mi confianza en esa creencia ha crecido a través de mis oraciones y estudio de la Palabra, sin mencionar más y más experiencias como esa.

Te animo a que abras tu mente a cuál es el papel y la relación del Espíritu en tu vida. Podrías hacer un estudio de palabras sobre el Espíritu Santo, encontrando los versículos que se refieren a Él y lo que Él hace a través de los demás.

Debido a que Él es espíritu, el Espíritu Santo necesita un vaso a través del cual hacer Su obra. En otras palabras, el Espíritu Santo es el conducto de Dios a través del cual Él nos alcanza, nos enseña, nos guía, nos consuela y nos dirige.

¿Cómo podemos agarrar el aire? Nuestra vida es como un vapor (Stgo. 4:14). No podemos ver el viento, pero vemos sus efectos. Vemos evidencia del Espíritu, pero es posible que no reconozcamos Su mano hasta que hayamos pasado el momento de mayor necesidad de Él.

¿Sabías que el Espíritu Santo tuvo un papel significativo a lo largo del Antiguo Testamento? Después de una inmersión profunda en ese estudio, escribí un poema titulado “Ruach”, la palabra hebrea que mejor representa al Espíritu. Es una onomatopeya (la palabra se describe a sí misma por los sonidos que hace cuando la dices, por ejemplo, silbido, zumbido). Nota: El poema aparece en el último capítulo de YO ya SOY: Testimonios de fe en el Gran YO SOY.

Cuando David oró: “¡No quites de mí tu Espíritu Santo!” (Sal. 51:11 NVI), había sido testigo de la diferencia en su predecesor, Saúl, cuando el Espíritu de Dios le fue quitado. El Espíritu habló a través de muchos de los profetas, sacerdotes y reyes. La distinción importante de entonces a ahora es que no a todos se les ofreció la invitación de tener el Espíritu. Ahora, cuando nos hacemos uno con Cristo, celebramos el gozo de la resurrección y la redención de la vida sin el Espíritu.

Si no tienes una relación con el Espíritu Santo, te invito a dar el importante paso de la fe al proclamar públicamente tu creencia, arrepentirte de una forma de vida sin el Espíritu en la oscuridad, confesar a Jesús como el Señor de tu vida y ser bautizada en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!

Si deseas ayuda en esa parte de tu viaje espiritual, nos encantaría ayudarte a conectarte con una iglesia local que pueda caminar a tu lado.

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