Nos encanta construir relaciones. Suscríbete a nuestro blog para recibir ánimo semanal en tu bandeja de entrada de correo electrónico.
Etiquetas
Búsqueda
Compras en línea
Nuestros libros, recursos gratis, tarjetas, botellas de agua, y más
Blog
Más entradas del blog abajo
- Detalles
Escrito por Lisanka Martinez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Venezuela
Siendo una adolescente, supe de una historia en la cual un hombre engañaba a su esposa con una prima de ella. Impactada, lo comenté en casa y recordamos una situación familiar de cuando era niña: El esposo de mi tía intentó enamorar a la hermana menor de ella, la cual ofendida se lo dijo a su hermana, pero ésta no le creyó y prefirió confiar en la palabra de su marido. Esto las mantuvo enemistadas por cierto tiempo y todos en la familia nos vimos involucrados de una u otra forma. Ese recuerdo le permitió a mamá liberarse de otro que ella había preferido ocultarnos mientras estábamos más pequeñas: En su familia había existido el vergonzoso caso de un hombre que tuvo hijos con 2 hermanas. Yo no podía entenderlo, me parecía algo tan horrible, califiqué al hombre de monstruo depravado y a las mujeres de tontas, sumisas, miedosas y hasta de sinvergüenzas que aceptaron por años esa situación. Mamá trató de justificarlas por la ignorancia de ambas, aunado al temor y a la soledad, yo quedé muy confusa y renuente a aceptar ese tipo de conductas en pleno siglo 20.
Años después, siendo cristiana y preparándome para unas clases bíblicas, tuve la oportunidad de conocer y analizar un poco de la historia de Jacob. Allí me enteré de que había estado casado y tenido hijos con 2 hermanas. ¡Qué fea historia para un personaje relevante de la Biblia! ¡Ah! El pobre había sido engañado, pero ¿Por qué siguió con ella? Y la pobre Raquel, qué malo había sido su padre al realizar ese cambio. Ella como hija y mujer no podía desobedecerle y protestar. ¡Pobrecita! Yo casi ni pensaba en esa hermana mayor que también era personaje principal en ese drama. Cuando pensaba en Lea, la veía como la cómplice del padre que le había robado la felicidad a su hermana, tal vez por egoísmo, tal vez por la tradición de esa época que determinaba que la mayor debía casarse primero. La veía como una mala en esa historia; pues, en mi crítica y romántica mente razonaba pensando en que ella debió advertir a Jacob del engaño para que no se consumara el matrimonio y ayudarlo a planear cómo lograr la felicidad con su amada Raquel.
A veces queremos, como humanos, explicaciones adaptadas a nuestro entendimiento de los hechos que Dios nos muestra en la Biblia. Actuamos con tanta arrogancia que nos atrevemos a cuestionar los designios divinos, sin recordar lo afortunadas que somos de que Él nos ame y perdone. No debe quedarnos alguna duda de eso.
Cierto tiempo después, preparando una clase acerca de la violencia intrafamiliar tuve la oportunidad de volver a analizar esta historia. Ahora me dediqué a pensar más detalladamente en cada personaje y, claro, obtuve otra perspectiva acerca de Lea.
Etimológicamente su nombre significa: cansada, lánguida, melancólica y trabajadora. Estas 4 características pueden definir a alguien que no es feliz ni apreciada y quien no tiene mucho apoyo, tal vez alguien que se siente sola aun cuando esté rodeada de muchas personas.
Lea era la hermana mayor y lo primero que se dice de ella es que tenía ojos “delicados”, por lo cual algunos autores afirman que tenía ojos alicaídos, tristes; tal vez por alguna enfermedad, no hay certeza de esto, pero sí de que Raquel era más hermosa y vivaz. Qué decepción para Jacob, ¿y qué pasa con lo que sentía Lea? Tal vez fue la más decepcionada, no pudo protestar, sólo obedecer a su padre.
La Biblia nos cuenta que Lea fue menospreciada y que fue consolada por Dios (v.31). Las rivalidades entre hermanos son comunes, lo que no es común es que se mantengan fuertes cuando son adultos. Imaginemos a Lea sintiéndose menospreciada y compitiendo con una rival, no sólo más hermosa sino también amada, ¡hay mucha soledad en la persona que no recibe suficiente amor!
A pesar de estas circunstancias, Lea aprendió a descansar y buscar consuelo en Dios. Esto se nota en los nombres que fue escogiendo para sus hijos. Cada nombre es un deseo de que su marido deje de menospreciarla, pero también de que está segura de contar con el favor divino. Podemos ver en ellos su relación personal e íntima con Dios.
Así como Lea aprendió a sobrellevar la rivalidad con su hermana, la falta de amor de su marido y su soledad inicial al refugiarse en Dios y en el amor a sus hijos, nosotras también podemos aprender a depender solamente del amor divino, a saber, que debemos llevar todas nuestras causas a Dios en vez de estar quejándonos o amargadas y tener la certeza de que la mejor opción es descansar y confiar en Dios.
No importa si somos solteras, casadas o solteras de nuevo, la soledad a veces puede colarse entre nosotras y traernos consecuencias negativas en nuestro caminar con Cristo, puede hacernos sentir menospreciadas, inútiles, no amadas. Sin embargo, todo esto son engaños del enemigo.
¿Qué podemos hacer cuando la soledad se cuela en nuestras vidas? ¿O cuando tenemos un amor no correspondido, o no nos valoran en nuestro trabajo o no somos tomadas en cuenta para un servicio en la congregación? ¿Vamos a sentirnos deprimidas o derrotadas? O, por el contrario; ¿entenderemos que todas somos valiosas para Dios, que somos únicas y no hay nadie exactamente igual en el mundo, que Dios nos ama, nos ve, nos escucha y nos provee? ¿No es todo esto una señal de que no estamos solas?
#HermanaRosadeHierro #DIOStorias #soledad #Lea #amordeDios #escritorainvitada #blog
- Detalles
Escrito por Brenda Brizendine, Coordinadora de voluntarias para el Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado
De niña, empecé a imaginar cómo sería mi vida casada. ¡Una casa linda, un esposo amoroso y muchos niños! Pero siempre pensaba: ¡NUNCA ME CASARE CON UN EXTRANJERO NI VIVIRE FUERA DE MI PAIS! Poco sabía yo de los planes que Dios ya tenía preparados para mí. Como dice en Jeremías 29:11 “Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo.”
En mis planes, yo me casaría a los 25 años, tendría hijos a partir de los 28 y sería mamá joven de 3 adorables niños.
Llegaron los 25, los 30 años y no, no me había casado. Sin darme cuenta, empecé a darle mucha más importancia a la idea de estar casada y sí, hasta se volvió un poco como una obsesión. Mis amigas tenían novios, se casaban y tenían hijos y familias bellas. Y yo seguía pensando ¿a quién me enviará Dios? (Mis familiares también me recordaban lo que me “faltaba”, porque ya no estaba yo muy joven).
Una tarde, durante una reunión de estudio bíblico, leímos 1 Corintios 7, donde se menciona que las solteras debemos ocuparnos en las cosas del Señor. Allí comprendí que era mi tiempo de poner mi atención en el Señor Jesús y no en cualquiera de las otras “cosas” o “personas” que tenía en mi agenda. Era ese el momento en el que yo podía servirle completamente a Él.
Al enfocar “mi” mirada, “mi” tiempo y “mi” agenda en las cosas del Señor, fue cuando aprendí a conocerle mejor, a deleitarme en Él y en Su palabra, y en ser más como la persona que Él diseñó. Fue entonces cuando el hombre de mis sueños llegó a mi vida.
Mucho de lo que tiene nuestra historia son planes sin anticipación: Él es extranjero, habla otro idioma y vive en otro país. Que ironía, ¿no? A veces me pregunto, si me tocó esperar un poco más por haber dicho mi frase del “nunca”, pero estoy segura que todo pasa en el tiempo y a la manera de Dios.
Al inicio, cuando el comenzó a acercarse a mí, yo lo vi como un amigo más, yo no anticipaba ni la más remota idea de que podría surgir algo entre él y yo. La relación fue avanzando, hasta el punto en que él me pidiera matrimonio. Todo fue caminando muy bien por el respaldo de la bendición de Dios. Pero, a mi corazón no se le había olvidado la parte de mi “temor” de irme a vivir con un extranjero a otro país.
Un domingo, en la iglesia, un par de meses previo a la fecha fijada para la boda, una hermana me dijo que tenía un mensaje de Dios para mí. *Nota: yo no le había compartido sobre mí “nunca” a muchas personas, así que ya lo había empacado. Pero Dios, quien conoce lo más profundo de mi corazón, mis deseos, y mis temores, no lo había olvidado. Y Él deseaba trabajar esa área de mi vida.
El mensaje fue el siguiente: Hija mía, yo te amo, yo te formé y yo conozco los deseos de tu corazón y también tus temores. Sé que no deseas salir de tu país, y no quieres dejar a tu familia. (para ese entonces, mi papá estaba enfermo y recibiendo tratamiento de diálisis, tengo una hermana de necesidades especiales, y no me hacía a la idea de estar lejos de ellos, “por si me necesitaban”) Pero hoy te digo, -continuó el mensaje - el hombre con quien vas a casarte, te lo he enviado YO, él te va a amar, él va a cuidar de ti y de tu familia, y va a estar contigo porque YO lo preparé para ti. Y de tu familia aquí, YO me voy a hacer cargo. Solamente recuerda: está quieta y conoce que YO soy Dios.
¡Hermanas, solamente Dios podía enviar un mensaje tan puntual como ese! Por cierto, pueden confirmar esa promesa de Dios en Salmo 46:10. Con esa Palabra hermanas, ¡¡¡¡no me cabía duda de que este era el tiempo de Dios, y el hombre que Dios había preparado para mí, con todo y que era un extranjero!!!! Eso me llenó de paz, y confianza para continuar con mis planes no anticipados.
Tenemos ya 9 años de matrimonio, y en este tiempo, hemos experimentado una lista sin fin de planes sin anticipación:
- Durante el proceso de migración hacia este país, Dios proveyó personas y recursos para poder completar el proceso.
- Cuando nos preparábamos para hacer crecer la familia, los médicos nos indicaron que no teníamos probabilidad de lograrlo.
- Nos enfocamos en comprar una casa, y sin anticiparlo, quedamos embarazados. La reacción de mi esposo en ese momento fue: “¿y cómo vamos a comer?” Pensando en que nuestro presupuesto iría al pago de la casa y no estábamos preparados para pagos médicos. Al final de mi embarazo, mi esposo perdió su empleo. Tuvimos una hermosa niña, pero nos quedamos sin casa. En este tiempo, nos tocó vivir con los suegros.
- Llevábamos meses buscando una casa en donde vivir, y nuestro agente de bienes raíces nos llamó para indicarnos que un cliente quería vender su casa a quien no necesitara “pelear” por la casa, porque en ese entonces el mercado de bienes raíces estaba muy loco.
- Mi esposo pierde su empleo de nuevo. Aun y cuando habíamos planificado que yo me quedaba en casa para criar a la bebé me tocó buscar empleo. Dios me envió uno que solamente me requería por pocas horas.
- Mi esposo encuentra empleo en otra ciudad. Dios me introduce al Ministerio Hermana Rosa de Hierro y empiezo a trabajar para ellos.
- Nos toca mudarnos de casa para estar más cerca del empleo de mi esposo. Esta nueva casa es mucho mejor de lo que originalmente buscábamos antes de la bebé.
- Llega COVID. Nos encerramos.
- Iniciamos a asistir a otra congregación. Me invitan a ser parte del equipo que reinicie el ministerio para damas.
Hay muchas cosas más que puedo seguir mencionando, hay mucho de impredecible en el área laboral, en las relaciones, en la situación de vivienda, con respecto a enfermedades, pero algo que sí puedo anticipar, es el amor y cuidado de Dios.
Cuando vuelvo a ver lo que ha sucedido en estos últimos 9 años, no me cabe duda de que Dios es fiel a Su promesa de estar con nosotros hasta el fin del mundo. Nos corresponde entonces estar quietos y reconocer que El sigue siendo Dios.
“Den gracias al Señor, porque él es bueno;
su gran amor perdura para siempre.”
(Salmo 107:1)
#HermanaRosadeHierro #DIOStorias #planesnoanticipados #escritorainvitada #blog