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Escrito por Lisanka Martínez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Venezuela
“Y llamaron a Rebeca, y le dijeron; ¿Irás tú con este varón? Y ella respondió: Sí iré.” Gen. 24:58
Cuando mi hija mayor nos comunicó su decisión de irse a otro país, a 9,494 Km de distancia del nuestro para conocer a la familia del novio, nos llenamos de aprehensión, dudas y temores los cuales le manifestamos. No solamente nosotros, sus padres, sino también mi hermana mayor, mi mamá y otros miembros de la familia. Nos pareció tan descabellado que fuera tan lejos sin saber con qué iba a encontrarse al relacionarse con personas tan diferentes; en edad, cultura, idioma, religión, entre otras cosas. Ella, mostrando gran valentía, decidió dar un paso de fe, tomar el riesgo e irse dejándonos preocupados por su futuro.
Comparando esta historia familiar con la historia de Rebeca, a pesar de las obvias diferencias como el que su familia estuviera de acuerdo, noto que tienen en común: la valentía, la buena disposición y el afán de descubrir los planes de Dios en sus vidas.
Analizando un poco la historia de Rebeca notamos sus grandes cualidades cuando:
- Se desvivió para agradar a un extraño (el Sirviente de Abraham), lo cual muestra su hospitalidad (Gén. 17-20).
- Fue la respuesta de Dios a una oración de fe (Gén. 24:12-14).
- Mostró confianza en la dirección que Dios le daba a su vida al aceptar ese cambio de circunstancias (Gén. 24:58).
- Mostró también paciencia y humildad al realizar ese viaje en camello de unos 800 Km (500 millas).
- Es ejemplo de respeto, sumisión y humildad con el gesto de cubrirse la cabeza con un manto al saber que quien se acerca a ellos es su futuro esposo (Gén. 24:65).
La historia se repitió en Rebeca, como la de Sara. Era hermosa y también estéril, lo cual cambió por intervención divina. Hay que resaltar que Rebeca, siendo tan joven, se arriesga a separarse de su familia para iniciar una aventura que ella no sabía cómo podía terminar. Esto obviamente no es fácil: salir del círculo familiar, dejar todo a lo cual estaba acostumbrada según las normas y tareas para cada miembro de la familia. Ella se animó a hacerlo con resultados a veces positivos, en ocasiones no tanto, pero al final para cumplir el pacto de Dios con Abraham. Su decisión de partir en ese viaje inesperado la llevó a ser parte importante de algo trascendental en la historia de la humanidad.
El animarse a romper lazos con la familia, aunque sea por cierto tiempo, no es para todas nosotras, pero Dios tiene un camino y una solución para cada situación. Bien sea que debas hacerlo para conocer a la familia de tu futuro esposo, por trabajo o estudios; porque la situación en tu país se ha hecho tan difícil que quieres buscar un mejor futuro en otras tierras, o porque has decidido ser una misionera, o has enviudado, estas soltera y jubilada queriendo dar un cambio a tu vida… Dios siempre cuidará de guiarte, cuidándote al emprender una travesía como esta, aun cuando tengas un pasado difícil, un presente complicado y que no vislumbres una luz en tu futuro. Dios siempre conoce tu punto de partida y el lugar al que llegarás.
Si sientes que ese cambio, ese plan inesperado es realmente la voluntad divina, sé humilde y confía. Déjate guiar por Dios hacia un futuro posiblemente extraordinario. ¿Estás dispuesta a seguir el ejemplo de Rebeca y hacer lo que Dios espera de ti? ¿Confiarás en que Sus planes son siempre los mejores?
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Por Johanna Zabala, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Ecuador
¿Sabes qué es lo primero que el Padre Celestial nos formó? El corazón. Sí, nuestro corazón, siendo éste el primer órgano con propósito, que el mismo Dios diseñó en el proceso de fecundación. ¡Qué maravilloso! Veamos Salmos 139:13-24. Desde el vientre de cada madre, Él nos formó. ¡Que bendición! Todo detalle, pensamientos, propósitos, planes y pruebas son y serán en Él y para Él.
También, en el libro de Jeremías en capítulo 1:5-10 (PDT) dice:
“«Antes de que yo te formara en el vientre de tu madre, ya te conocía. Antes de que nacieras, ya te había elegido para que fueras un profeta para las naciones». Entonces yo le respondí: —Pero Señor DIOS, yo soy muy joven y no sé hablar en público. Y el SEÑOR me dijo: —No digas que sólo eres un joven, porque irás a donde yo te envíe y dirás todo lo que yo te ordene. No le temas a la gente, porque yo estaré protegiéndote. Es la decisión del SEÑOR. Luego el SEÑOR extendió su mano y me tocó la boca, y me dijo el SEÑOR: «He puesto mis palabras en tu boca. Hoy te he elegido a ti para llevar a cabo una tarea que afectará naciones y reinos. Los removerás y provocarás su caída, los harás desaparecer y los destruirás y también los reconstruirás y los plantarás de nuevo».”
Ante tal efecto, se resalta en gran medida que somos de Dios, como Su más hermosa creación, por lo que debemos buscar continuamente purificarnos en Su presencia. Con el tiempo, observo detenidamente la impetuosa necesidad de que, en cada faceta de la vida, se logre cuidar el corazón en semejanza al corazón de Dios, como se expresa en Proverbios 4:23.
Y especialmente, considero que al crecer se adquiere del entorno gran porcentaje de informaciones que automáticamente apropiamos, entre lo bueno y lo malo de todos. En ese aprendizaje, papá y mamá siempre tendrán una función significativa en la estructura individual de cada persona.
Diariamente son muchas las situaciones matrimoniales en cada familia, y también algunas se narran en la Biblia. Al leer el libro de los Hechos, específicamente en el capítulo 5, versículos del 1 al 11, se encuentra el matrimonio de Ananías y Safira, unión como todas, con posibles luchas espirituales; y quienes, según el contexto, tenían propiedades materiales. Ambos pertenecían a la iglesia que se reunía para servir al Señor. Sin embargo, sus corazones estaban lejos de lo que Dios quería para ellos; deshonrando al Espíritu Santo, cuando Él sabe todo de nosotros.
Del corazón humano proceden sentimientos y anhelos, siendo el matrimonio uno de ellos. Es deber cristiano, mantener la unión conyugal apartada para Dios dentro y fuera de la iglesia. Todos somos llamados a mostrar la identidad de Cristo. No es tarea fácil, pero es necesario de corazón puro y respetuoso.
Del testimonio de Ananías y Safira, nunca debemos dejar de lado la relación con el Padre Celestial desde nuestra intimidad, siendo esto esencial. Ppodemos ser tentados a desviarnos de la bendición de Dios a la maldición. Si nosotras, como mujeres de Dios, permitimos que el matrimonio no sea ejemplo en todo y que no sea un equipo de fe y confianza en Dios o dejamos que sea satanás el que llene el corazón de cada uno, mintiendo, fingiendo y no amando la voluntad de Dios, podemos caer y morir irremisiblemente.
El matrimonio que Dios diseñó para nosotras, es un plan supremo de Él mismo. Él quiere que sea con propósito santo. Él quiere que seamos un equipo, que seamos uno con Él.
Todo esto, invita a ser conscientes de lo que somos y tenemos bajo la presencia del Creador y de Su inmenso amor por cada una de nosotras. Es decir, cada relación requiere de sinceridad, amor al prójimo, obediencia e intimidad con Dios en toda decisión y acción. Agregando que tenemos oportunidad de cambios para el Padre Celestial, que nos conlleva a sanar constantemente el corazón. Al pasar el tiempo se ha contaminado y si no nos damos cuenta, puede enfermarnos tanto espiritual como físicamente.
Ananías y Safira murieron tanto espiritual como físicamente. Ellos tenían su atención en tener dinero y no en la verdad del Señor. Es cierto el libre albedrío, pero la mentira con avidez y sin arrepentimiento, Dios la aborrece y le destruye.
Pidamos en oración al Padre eterno, que no llenemos el corazón del mal sino de Él. Así mismo, que seamos purificadas diariamente y que guarde nuestros matrimonios en santidad y amor en Cristo Jesús. Nunca nos deleitemos en una mentira, por más pequeña que esta sea; pues el padre de la mentira es satanás (Jn 8:44).
Analicemos entonces ¿A quién sirvo, al Padre de la Verdad o al padre de las mentiras? ¿Soy irreverente ante la presencia del Creador? ¿Le permito al Padre Celestial escudriñar mi corazón? ¿Trabajo en el temor y amor a Dios? ¿Realmente seré la ayuda idónea para mi esposo?
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