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Hoy mi papá está cumpliendo 62 años de edad. Me orgullece poder llamarle mi padre y también mi hermano en Cristo.
En vista del tema del mes, quiero darle un reconocimiento por la integridad con la cual ha enfrentado muchas batallas en su vida. Siempre ha buscando la voluntad de Dios, humildemente, y ha dado la gloria a Dios cada vez.
Ese resumen de sus batallas no abarca la magnitud de la historia de las luchas personales que se le han presentado. Son sus historias y no voy a tomar la libertad de contar historias que no son mías. Sólo él sabe la profundidad del dolor y el reto de cada batalla, pero sin importar la batalla, has seguido luchando. Se ha vuelto a levantar cada vez después de la derrota. No ha permitido que la derrota lo defina sino que ha buscando seguir adelante con integridad. Integridad. Es una de las primeras palabras que me viene a la mente cuando pienso en mi papá.
La integridad se mantiene en la batalla cuando mantenemos los ojos puestos en Jesús – él que nos da esperanza para superar y levantarnos victoriosos al otro lado de la victoria.
Así que hoy, el 9 de marzo, le deseo un feliz cumpleaños a mi papá y le agradezco su ejemplo en mi propia nube de testigos que tienen como meta mantener los ojos puestos en Jesús.
Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. 2 Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. 3 Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. ~Hebreos 12:1-3
¿Te identificas con la batalla y la victoria de unos de los personajes en Hebreos 11?
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El Centro Estudiantil de la Universidad Estatal de Luisiana (LSU) tuvo un hombre sin hogar viviendo en los pasillos por varios años. Primero visitó el local para poder recibir consejería de la iglesia. (Tuvimos un licenciado en consejería en ese tiempo.)
De la consejería, a una amistad, a un hermano en Cristo, Ernie Spiers, dueño anterior de una cantina y el aficionado más emocionante de los Tigres de LSU, se volvió un constante en la vida del Centro Estudiantil de LSU.
Ernie siempre quería confirmar que las chicas llegaron bien a sus carros después de estudiar hasta muy tarde. No fue algo oficial, pero nos cuidó el local de noche y sirvió como buen oído compasivo para los estudiantes que se quejaron de los profesores, se frustraron con su situación económica, y lucharon para conseguir cierta nota en una clase difícil. Luego, les preguntaría sobre cómo les salió el examen o les animaría con una palabra sabia que había adquirido de su vida larga y dura antes de conocer a Cristo.
En el servicio memorial en enero del año 2012, predicadores, estudiantes ya graduados, consejeros, y amigos compartieron sus recuerdos especiales y anécdotas chistosas. Su presencia misma fue en honor a la vida de Ernie y un testimonio a la familia en Cristo.
Uno de los momentos más importantes, para mí, ese día, fue cuando cantamos la canción favorita de Ernie, la que pedía todos los domingos por la noche cuando tuvimos un servicio de adoración para los universitarios: Victoria en Jesús u Oí bendita historia.
En ese momento durante el servicio memorial, Ernie estaba probando de la verdadera victoria en Jesús y, en su honor, les voy a dejar con la letra de esa canción especial.
Victoria en Jesús – Oí bendita historia
Oí bendita historia
De Jesús quien de su gloria
Al Calvario decidió venir
Para salvarme a mí.
Su sangre derramada
Se aplicó feliz a mi alma
Me dio victoria sin igual
Cuando me arrepentí.
Coro:
Ya tengo la victoria
Pues Cristo me salva
Buscome y comprome
Con su divino amor
Me imparte de su Gloria
Su paz inunda mi alma
Victoria me concedió
Cuando por mí murió.
Oí que en amor tierno
Él sanó a los enfermos
A los cojos los mandó correr
Al ciego lo hizo ver.
Entonces suplicante
Le pedí al Cristo amante
Le diera a mi alma sanidad
Y fe para vencer.
Oí que allá en la gloria
Hay mansiones de victoria
Que su santa mano preparó
Para los que Él salvó.
Espero unir mi canto
Al del grupo sacrosanto
Que victorioso rendirá
Tributo al Redentor.