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Este fin de semana me voy a reunir con las hermanas de la Iglesia de Cristo Eastside en Colorado Springs, Colorado, para estudiar Esperanza renovada: Victoriosas y gozosas en la batalla. Vamos a utilizar el Salmo 20 como guía en las lecciones, tiempo en grupos pequeños, tiempo a solas con Dios, adoración, y oración. También me emociona la oportunidad de escuchar a varias mujeres dar su testimonio sobre cómo han encontrado la esperanza, la victoria, y el gozo en sus propias batallas.
Cada una tenemos nuestra historia: nuestras propias batallas, victorias, y emociones que las acompañan.
Y nos identificamos con las historias. A través de ellas volvemos a encontrar la esperanza. Reconocemos las emociones. Conectamos con los momentos de desesperación, los retos, y los temores. Nos recuerda que Dios es mayor que cualquier circunstancia y que, por su poder, seremos victoriosas y gozosas en la batalla.
En plena batalla, podemos aprender a caminar por fe y no por vista (II Corintios 5:7). Podemos acompañar a otros en sus batallas (II Corintios 1:3-7). Y podemos obtener un gozo indescriptible y glorioso (I Pedro 1:6-9).
Nada de eso tiene sentido según la sabiduría del mundo. Sin embargo, la sabiduría de Dios nos regala una perspectiva única – podemos reconocer y poseer la esperanza viva y la herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable (I Pedro 1:3-5).
3 ¡Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva 4 y recibamos una herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable. Tal herencia está reservada en el cielo para ustedes, 5 a quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación que se ha de revelar en los últimos tiempos. 6 Esto es para ustedes motivo de gran alegría, a pesar de que hasta ahora han tenido que sufrir diversas pruebas por un tiempo. 7 El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele. 8 Ustedes lo aman a pesar de no haberlo visto; y aunque no lo ven ahora, creen en él y se alegran con un gozo indescriptible y glorioso, 9 pues están obteniendo la meta de su fe, que es su salvación. ~ I Pedro 1:3-9
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Un análisis de las definiciones de la palabra victoria revelan verbos como: derrotar, superar, y triunfar. No les voy a aburrir con una lección gramática, pero estos verbos son transitivos, es decir que son verbos de acción que requieren un objeto directo o algo que recibe la acción.
No se puede decir “Derroté” sin mencionar qué o a quién derrotaste.
“Superé…” ¿Pero qué superaste?
“¡Triunfamos!” ¿Y sobre qué triunfaron?
Todos anhelamos ser victoriosos, pero la realidad desafortunada es que no se prueba la victoria sin antes haber pasado por la batalla. El triunfo no se gana hasta que haya amenazado la derrota. Se realiza la victoria a través de la lucha de superar los pensamientos que nos atacan.
¿Se puede tener victoria sin una batalla? No.
Pero podemos ser gozosos y victoriosos en la batalla.
Y es ese aspecto de la victoria que vamos a explorar este semana en preparación para el retiro de damas en que voy a enseñar este fin de semana.