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Escrito por Claudia Pérez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Alabama
Como cristianas, nuestra meta diaria es imitar a nuestro Cristo y andar como Él anduvo, incluso en la forma de amar, porque así se reflejará que hemos conocido a Dios. Así lo dijo el Maestro: “en esto conocerán todos que son mis discípulos, si tuviereis amor los unos a los otros.” (Jn. 13:35) RV1960. Pero, ¿Cómo podemos amar como Cristo amó?
Sin duda alguna el significado de amar como Cristo amó está plasmado en el libro de Juan “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en el cree, no se pierda, más tenga vida eterna.” (Jn 3:16) La expresión “de tal manera” expresa la magnitud del amor de Dios, un amor tan grande que aun nosotros siendo pecadoras, nuestro Dios dio en sacrificio a Su único hijo para morir por nosotras.
Y es que para amar como Cristo amó, primeramente, debemos entender que se requiere sacrificio. El Señor se dio en sacrificio por nosotras, Su cuerpo fue martirizado en la cruz del calvario por amor a nosotras. Si usted y yo queremos amar como Cristo amó, ¿cómo imitamos ese sacrificio? El apóstol Pablo nos dice: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional” (Rom. 12:1). Así pues, este sacrificio consiste en despojarnos de nosotras mismas y sacrificar nuestras vidas completamente al servicio de nuestro Dios.
El Maestro también dijo: “no hay mayor amor que dar la vida por los amigos” (Jn. 15:13), y es con ese amor que Cristo nos amó, y se entregó así mismo por nosotras. De esta forma lograremos conocer el significado de ese amor verdadero.
“En esto hemos conocido el amor, en que el puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (1 Jn. 3:16)
Juan 3:16 y 1 de Juan 3:16 llaman mi atención por su similitud, en ellos encuentro la perfección de Dios en todos los sentidos para mostrarnos Su gran amor y para enseñarnos a practicar ese gran amor hacia nuestros semejantes.
Si bien es cierto que hoy en día, nadie moriría por algún ser humano, debemos entender que amar a nuestros hermanos implica sacrificar nuestros propios deseos y prioridades por el bien de ellos. El Maestro nos amó no sólo poniendo Su vida en sacrificio y despojándose a sí mismo sino soportando humillación, y muriendo de la forma más humillante.
El cual siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a si mismo tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a si mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Fil. 2:6-8)
Es triste ver como olvidamos imitar esta forma de amar; cuando permitimos que haya pleitos entre nosotras, cuando agraviamos a nuestras hermanas, cuando defraudamos a las hermanas y dejamos que el orgullo, la venganza y la injusticia more en nosotras. Muchas veces pensamos que el perdonar o pedir perdón es humillante, que la razón siempre está en nosotras y nos olvidamos de la obediencia a nuestro Dios, nos olvidamos de ese amor mostrado en la cruz del calvario. Pero esto no es algo actual, recordemos lo que sucedió en la iglesia de Corinto, había pleitos entre ellos mismos, y se defraudaban entre sí y el apóstol Pablo les exhorta de esta manera: “¿Por qué no sufrís mas bien el agravio? ¿Por qué no sufrís mas bien el ser defraudados?” (1 Cor. 6:7b)
No permitamos que Satanás gane ventaja en nuestras vidas y suframos el agravio, sabiendo que Dios nos exaltará en aquel día y estaremos obedeciendo el más grande mandamiento:
“Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Mt. 22:37-39)
Amar como Cristo amó es sacrificio, entrega, obediencia, humillación, sufrimiento y despojo. Es poner nuestras vidas al servicio de Dios y nuestras hermanas. Hermanas mías, amemos como el Maestro nos ha dado ejemplo. Si aun no has entregado tu vida al Señor, no has permitido que ese amor haga efecto y se refleje en tu vida porque no has conocido a Dios, y Dios es amor.
Amar como Cristo amó es entregar nuestras vidas sin reservas a Dios, pero es también amar a nuestros semejantes como a nosotras mismas. ¿Estás dispuesta a imitar el amor del Maestro? ¿Estás dispuesta a amar como Cristo amó?
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Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
Los griegos usaban al menos seis palabras diferentes para lo que el inglés resume en una sola palabra: amor.
Eros describió el amor físico o el deseo sexual.
Philia definió el amor fraternal.
Storge caracterizó el amor familiar.
La manía era el amor obsesivo.
Pragma, un amor basado en el deber o la obligación, se refiere a un amor práctico.
Finalmente, ágape, describe el amor incondicional y sacrificial.
Ágape es la palabra más utilizada en todo el Nuevo Testamento. El amor incondicional y sacrificial caracteriza el amor que Dios tiene por nosotros y el amor que Él nos llama a tener por los demás.
A menudo conocido como el apóstol que Jesús amaba, Juan habla más sobre el amor que cualquiera de los otros escritores. Cita a Jesús hablando de ello y lo ilustra a través de sus propios escritos, inspirados por supuesto, por el Espíritu Santo.
Mientras enseñaba a Nicodemo, Jesús explicó, “»Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16, NVI)
- Dios no ama por deber u obligación (pragma). El amor incondicional (ágape) es una elección.
9 “»Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. 12 Y este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. 13 Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos.” (Juan 15:9, 12-13)
- Jesús habla del amor como sacrificio (ágape), no meramente fraternal (philia).
7 Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce. 8 El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. 9 Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de él. 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de[a] nuestros pecados. 11 Queridos hermanos, ya que Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. 12 Nadie ha visto jamás a Dios, pero, si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece entre nosotros, y entre[b] nosotros su amor se ha manifestado plenamente. (1 Juan 4:7-12)
- El amor familiar (storge), que tienen el Padre y el Hijo, es el fundamento sobre el que se asienta su amor ágape por los demás. No solo hablan teóricamente del amor ágape, sino que muestran ese amor para que podamos vivir a través de ellos (1 Juan 4: 9, arriba).
Una de las cosas hermosas del amor ágape de Dios por nosotros es que, si verdaderamente habitamos en Su amor, el amor perfecto de Dios expulsa el temor (1 Juan 4:18).
No puedo amar perfectamente por mi cuenta. Vivimos el amor por Dios y por los demás cuando por primera vez somos llenos hasta rebosar de Su amor.
Max Lucado escribió un libro titulado Un amor que vale la pena vivir. La premisa de este libro se basa en la idea de que la definición de amor de 1 Corintios 13 es nuestra meta. Si esas características del amor son las que se espera que todos mantengamos, fracasaremos. Lucado afirma que, si tuviéramos que poner nuestro propio nombre en el lugar de la palabra amor, nos sentiríamos extremadamente inadecuados e insuficientes.
Usando sólo el versículo 4 de 1 Corintios 13, “El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso.” Michelle es paciente… con los niños. Michelle es amable, por lo general. Michelle no envidia… la mayoría de las cosas. Ella trata de no presumir. Uh, y ese tema del orgullo... bueno...
Por el contrario, como propone Lucado, podemos cambiar nuestra imperfección obvia por una expectativa de que Dios en nosotros puede ser todo lo que es el amor porque ¡somos una efusión de Su amor!
Dios en Michelle es paciente. Dios, a través de Michelle, es bondadoso. Por Dios, Michelle no tiene envidia. Ella se jacta en el Señor (como lo hace Pablo). Y por el ejemplo de humildad de Cristo, Michelle no es orgullosa.
Dios nos ve a través de los ojos del amor ágape. Siempre es amable y no guarda ningún registro de los errores. El amor ágape nunca falla.
Que permanezcamos en Su amor a tal grado que sirvamos como vasos rotos para la efusión de Su amor ágape.
¿Qué es lo que más amas del amor de Dios?
¿Cómo puedes amar como Cristo ama hoy?