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Escrito por Johanna Zabala, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Ecuador
El lograr importantes relaciones bajo el orden del Padre Celestial, me ha permitido definitivamente educar al corazón a diario y seguir sirviendo al Señor Jesucristo en cada instante en este espacio terrenal.
De niña, y luego como adolescente, se desarrollaron creencias y aprendizajes cada vez más significativos que dieron origen a nuevos conocimientos, en medio de desaciertos como todo ser humano. Recuerdo que cometer errores en la infancia era algo involuntario, pero luego fue voluntario por no saber aceptarlos como pasos para aprender.
Mis relaciones interpersonales, siempre fueron pocas. Me daba mucha inseguridad establecer conexiones con todos. En medio de timidez, pasó el tiempo y hubo hechos que desencadenaron en incertidumbres, soledad y frustraciones que en ese momento no comprendía y eran un obstáculo para mis relaciones sociales.
En la edad de escolaridad recuerdo que siempre pasé desapercibida y, cuando cometía algún error, me frustraba en gran manera; hecho que bloqueaba todo aprendizaje. Al pasar el tiempo y al ir conociendo a Jesús, la seguridad me iba dando la convicción de que cada desacierto era parte de un crecimiento y que me ayudaba para crecer, y en acuerdo con Romanos 8:28, “todo me servía para bien,” esforzándome por descubrir por mí misma lo que consideraba que no era lo correcto. Luego, el estudiar dificultades en el aprendizaje, seguía dando respuestas a las incertidumbres que tenía.
Hermanas amadas, al equiparnos en cada historia nuestra, nos vamos animando mutuamente y al saber que cada oportunidad que se nos presenta es de aprender siempre de las relaciones. Es así, que iremos creciendo y madurando en la fe e ir logrando la estatura de Cristo a la que el apóstol Pablo nos exhorta en Efesios 4:13 (RVR) “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.
Todavía me falta seguir aprendiendo, y seguro que a ti también. Como seres humanos, considero el error algo normal y frecuente en el caminar secular y cristiano; al hacer o pensar las intenciones del corazón que en ocasiones no deberíamos, se convierten en un combate interno como parte del crecimiento espiritual. Lo que conlleva a aceptar que somos seres imperfectos, en manos de un Dios perfecto que nos perfecciona todos los días en Cristo Jesús.
No olvidemos que: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pacados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9); esto nos da la certeza de que, como seres humanos al cometer un error, inmediatamente debemos arrepentirnos; es decir, cambiar de actitud hacia Dios, confesar y pedir perdón. Así mismo, es necesario humillarnos y reconocer ante Su presencia la naturaleza pecaminosa que lucha en las debilidades desde lo interno y suplicar siempre la disciplina del Señor para ser transformadas.
Finalmente, cada vez que la prueba, la debilidad y el error llega, vivamos Romanos 8:28, sabiendo que Dios Todopoderoso interviene con Sus infinitos propósitos en todo, logrando fortaleza y experiencias para ayudar y no detenernos en lo malo. Amada, ojalá este sea tu mismo sentir y todas sigamos hacia la meta.
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Escrito por Kat Bittner, voluntaria y miembro de la Junta Directiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado
“Todos los hombres cometen errores, pero el hombre bueno cede cuando sabe que su rumbo está equivocado y repara el mal. El único crimen es el orgullo”.
― Sófocles, Antígona
Sí. Todos los hombres, y mujeres, cometen errores. Poner sal en tu café en lugar de azúcar es un error. Ir en la dirección equivocada en una calle de sentido único es un error. Escribir mal una palabra en una prueba de ortografía es un error. Chocar con alguien con tu carrito de compras es un error. Los errores son errores de juicio, y nadie es inmune a ellos.
Lo mismo ocurre con el pecado, y más aún porque el pecado es más que un error. Es una elección deliberada y voluntaria hacer algo que sabes que está mal. “Todo el que peca viola la ley de Dios, porque todo pecado va en contra de la ley de Dios.” (1 Juan 3:4 NTV).
Como con los errores, todos pecan (Rom. 3:23). Cómo manejamos adecuadamente el pecado es la diferencia entre ceder cuando estamos equivocados y actuar con orgullo en contra de lo que Dios quiere para nuestra vida. La respuesta adecuada al pecado siempre proviene de un corazón humilde y contrito. Y lo que aprendemos de nuestros errores, más aún de nuestros pecados, debe hacernos crecer en nuestro camino espiritual y acercarnos a Dios.
Uno de los ejemplos bíblicos más notables de aprender de nuestros errores proviene de la historia de Jonás. El llamado de Dios a Jonás comenzó con gran desgano. Jonás no sólo no quería hacer lo que Dios le había dicho expresamente que hiciera, sino que también trató de huir de ello. Su orgullo y su corazón farisaico consideraron a los ninivitas menos dignos de la misericordia de Dios (Jonás 1:1-3; 4:1-2). Jonás creía que no debía ir donde Dios le dijo que fuera y hacer lo que Dios le dijo que hiciera. Eso fue un error. Jonás decidió que en su lugar iría en otro lugar y hacer algo diferente a lo que Dios mandó. Eso fue pecado. Por lo tanto, la diferencia entre el error de Jonás y el pecado de Jonás fue la diferencia entre su error de juicio y su desobediencia deliberada. La desobediencia de Jonás también causó serias repercusiones para otros y puso en riesgo la vida de hombres inocentes (Jonás 1:4-15), lo que exacerbó la magnitud de su pecado..
Además, Jonás creía que podía “huir… de la presencia de Jehová” (Jonás 1:3 RVR1960) lo cual fue un error. Juzgó incorrectamente que si podía esconderse de Dios o ir a otro lugar que Dios no quería, podría evitar la voluntad de Dios para él. “¿Podrá el hombre hallar un escondite donde yo no pueda encontrarlo? —afirma el Señor—. ¿Acaso no soy yo el que llena los cielos y la tierra? —afirma el Señor—.” (Jer. 23:24 NVI). Pero el orgullo y la indiferencia en el corazón de Jonás fueron más que un error. ¡Era pecado! Jonás, deliberada y arrogantemente, eligió hacer algo que sabía que estaba mal. Y Jonás estaba enojado por lo que Dios quería que hiciera porque sabía que Dios era conocido por ser compasivo, misericordioso y vengativo (Salmo 145:8; Salmo 94:1).
A pesar del error inicial de Jonás y el pecado posterior, respondió humildemente con el tiempo que Dios le perdonó la vida en el vientre del gran pez. Jonás se arrepintió y finalmente se volvió hacia lo que Dios quería para su vida. Aprendió de su error y respondió apropiadamente a su pecado.
“En mi angustia clamé al Señor, y él me respondió. Y pensé: “He sido expulsado de tu presencia. ¿Cómo volveré a contemplar tu santo templo? Yo, en cambio, te ofreceré sacrificios y cánticos de gratitud. Cumpliré las promesas que te hice. ¡La salvación viene del Señor!’” (Jonás 2:1,4,9 NVI)
La creencia de Jonás de que los ninivitas estaban más allá de la redención también fue un error de juicio; fue otro error. Dios perdonó a los ninivitas una vez que se arrepintieron, y Jonás se enojó. Sabía que Dios era “un Dios bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, que cambias de parecer y no destruyes” (Jonás 4:2b). La ira de Jonás ardió hasta el punto de desear estar muerto. Eso no fue un error. Eso fue pecado. Muchas veces, hacemos lo mismo. Creemos erróneamente una cosa que nos lleva a errar en nuestro juicio. Entonces tomamos las decisiones equivocadas en base a ese error, y quedamos atrapados en el pecado.
Todo me está permitido», pero no todo es para mi bien. «Todo me está permitido», pero no dejaré que nada me domine. (1 Cor. 6:12, NVI)
Hermanas, podemos aprender de la historia de Jonás. Si queremos ser mujeres temerosas de Dios y queremos hacer Su voluntad en nuestra vida, debemos ser humildes. Ser humildes para que no nos equivoquemos en nuestro juicio. Ser humildes para que respondamos adecuadamente a nuestro pecado. Y ser humildes para ser mejores aprendices. Como decía Sófocles, necesitamos ser mujeres buenas que no ceden a un curso equivocado y reparan el mal que hacemos. ¿Serás una mujer que aprende de su error? Mejor aún, ¿serás una mujer que aprende, también, de más de un error? Ser alguien que aprende de su pecado.
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