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Escrito por Deanna Brooks, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
Después de que los israelitas salieron de Egipto, Dios les dijo:
No tengas otros dioses además de mí. No te hagas ninguna imagen, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postres delante de ellos ni los adores. Yo, el SEÑOR tu Dios, soy un Dios celoso. (Éx 20:3-5a NVI)
No sabemos cuándo el hombre se volvió por primera vez a los ídolos, pero Josué nos dice: “Hace mucho tiempo, sus antepasados, incluido Téraj, padre de Abraham y Najor, vivían al otro lado del río Éufrates, y adoraban a otros dioses” (Jos 24:2b).
Más tarde, cuando Jacob llevó a su familia de regreso a su tierra natal, Labán los persiguió, acusándolos de robar sus dioses (Gn 31). En Génesis 35, Jacob le dice a su familia que se despoje de todos sus dioses extranjeros y se purifique. Luego van a Betel para construir un altar al SEÑOR, de quien Jacob dijo que había estado con él dondequiera que había ido.
En Egipto, los israelitas fueron expuestos a los dioses de los egipcios, así que cuando Dios sacó a Su pueblo de la esclavitud, quería que entendieran que hay un solo Dios.
Los israelitas se sentían constantemente tentados a adorar a los dioses de los pueblos de alrededor. No fue sino hasta el cautiverio babilónico que los israelitas se volvieron monoteístas. Ese cautiverio los curó de adorar ídolos.
¿En qué pensamos cuando escuchamos la palabra "ídolo"? Una definición simple es cualquier cosa o persona que amamos y deseamos más que a Dios, nuestro Padre Celestial, nuestro Creador.
Jesús se refirió a este deseo cuando dijo: “Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados” (Mt 5:6).
La mayoría de nosotros sabemos lo que es tener hambre y sed. Jesús quiere que tengamos ese mismo anhelo de justicia.
Entonces, ¿qué se convierte en un ídolo en nuestras vidas? Inclinarse ante un becerro de oro no es algo que la mayoría de nosotros hagamos, pero ¿es posible que tengamos otras cosas que tomen el lugar de Dios?
A veces se dice que hay un "agujero en forma de Dios" en nuestros corazones, y buscamos llenar ese agujero. Satanás nos tienta a llenar ese agujero con algo que no sea Dios. La gente intenta llenar ese agujero con la familia, el trabajo, el dinero, las posesiones y muchas otras cosas, pero solo Dios puede dar la paz y la satisfacción que llena el corazón.
Cuando Jesús estaba hablando a Sus discípulos en el aposento alto, les dijo: “La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden” (Jn 14:27).
Pocos minutos después oraba: “No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno” (Jn 17:15).
Vivimos en el mundo, y muchas cosas intentan desviar nuestro enfoque de Jesús, de hacer Su voluntad, de hacerlo SEÑOR de nuestra vida.
Cuando tenemos hambre y sed de justicia, esforzándonos por hacer la voluntad de Dios, la paz que Jesús dejó llenará nuestros corazones.
En 1772, William Cowper escribió las palabras de "Oh por un camino más cercano con Dios". Una de las estrofas dice:
El ídolo más querido que he conocido,
¿Cuál es ese ídolo?
Ayúdame a arrancarlo de Tu trono,
Y adorarte solo a Ti.
Volvemos nuestros corazones hacia Dios, buscando Su justicia para llenar nuestros corazones. Segunda de Crónicas 12:14 dice de Roboam que “actuó mal, porque no tuvo el firme propósito de buscar al Señor.”
La pregunta que debemos responder es: "¿Valoro algo más que mi relación con mi Padre Celestial y mi Redentor?". Si respondemos "Sí", ¿qué cambios tenemos que hacer, para que tengamos hambre y sed de justicia?
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Escrito por Liliana Henríquez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colombia
En la entrada anterior del blog, les comentaba que a veces hay situaciones o personas que convertimos en ídolos y terminan ocupando el lugar de Dios en nuestros corazones, nuestra mente y hasta en nuestra agenda. ¡Eso es un grave un error! Como cristianas, nuestra prioridad debe ser Dios y seguirlo a Él, no a otras cosas.
Me gusta mucho recordar la promesa que hay en Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (RV1960). Dios nos promete que, si lo buscamos a Él, Él es fiel para darnos lo que necesitamos. El reto es entender que la paz y el gozo que Dios nos ofrece es mucho mayor que la que ofrece el mundo. También es importante recordarnos, que necesitamos el respaldo de Dios para poder sobrellevar los retos de la vida, no es algo que podamos hacer con nuestras propias fuerzas.
Un trabajo, un esposo, hijos… no van a poder llenar nunca el espacio que solo Dios puede llenar.
En junio del 2023, recibí una invitación a apoyar un proyecto misionero en otro país durante un par de semanas. ¡Eso me emocionó mucho! Sin embargo, había un “pequeño” problema… mi pasaporte estaba vencido. ¡Qué frustración tan grande! Sin embargo, recuerdo que vino a mi memoria Mateo 6:31-33 y me dio fuerzas. Me gusta cómo aparece en la versión Palabra de Dios para Todos:
Así que no se preocupen ni digan: “¿Qué vamos a comer?” o “¿Qué vamos a beber?” o “¿Qué ropa vamos a usar?” La gente que no conoce a Dios trata de conseguir esas cosas, pero ustedes tienen a su Padre en el cielo que sabe que necesitan todo esto. Así que, primero busquen el reino de Dios y su justicia, y Dios les dará todo lo que necesitan. (Mt 6:31-33 PDT, énfasis agregado)
Un dato relevante que debo compartir es que soy venezolana y vivo en Colombia. En ese momento no había ningún consulado venezolano en toda Colombia; así que la única forma de obtener el pasaporte era ir a Venezuela, quedarme durante uno o dos meses allá hasta que mi pasaporte estuviera listo y regresar. Y esa, definitivamente, no era una opción para mí.
Así que yo, en mis conversaciones con Dios, le preguntaba: ¿Cómo voy a obtener mi pasaporte si no ha habido consulado en Colombia desde hace 5 años? ¿Qué hago para solucionar esto?
Yo misma me respondía, basándome en el versículo 32: Liliana, solo quien no conoce a Dios trata de conseguir esas cosas por sus propios medios. Tranquila.
Ese mismo mes, abrió sus puertas el primer consulado de Venezuela en Colombia (milagro 1). Estaba ubicado en la ciudad de Cúcuta, a 16 horas en bus, de Bogotá (donde vivo). Obtuve mi cita, muy rápido y sin dificultades (milagro 2). En agosto, fui y todo el trámite se logró exitosamente. Ahora solo faltaba la entrega del pasaporte. Como el consulado acababa de iniciar sus operaciones, no habían habilitado la opción de envío a otras ciudades. Así que en cuanto me notificaron que ya el pasaporte estaba impreso, viajé a Cúcuta nuevamente a retirarlo. En octubre, regresé a casa feliz con mi nuevo pasaporte listo para ser usado (milagro 3).
En esa ocasión, confirmé una vez más, que cuando obedecemos a Dios, Él se encarga de proveer y de abrir puertas que, incluso, pudieron haber estado cerradas por años. Lo único que Él nos pide es que nos comprometamos verdaderamente con Él y lo convirtamos en nuestra prioridad.