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Escrito por Kathy Reagan, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
La Palabra de Dios tiene muchos ejemplos de mujeres que estaban completamente comprometidas con Dios, y nos bendecirá echar un vistazo a sus vidas y decisiones.
Mateo 27:55-56, NVI, dice que "muchas mujeres" siguieron a Jesús, y nombra a tres en particular que le sirvieron, siguiéndole desde Galilea. También en Lucas 8:1-3, aparecen dos nombres más, junto con la frase "muchas más", y dice que estas mujeres, que siguieron a Jesús y a Sus discípulos mientras viajaban de pueblo en pueblo, " los ayudaban con sus propios recursos”.
Se nombra a la madre de los hijos de Zebedeo, y lo que sabemos de ella es que su esposo era dueño de un negocio de pesca, y Jacobo y Juan eran sus hijos. María, la madre de Jacobo y José, pudo haber sido la madre de Jesús. Se menciona a María Magdalena, de quien Jesús había expulsado siete demonios. Juana, la esposa del administrador de la casa de Herodes, también es nombrada, junto con Susana.
¿A qué renunciaron estas mujeres para seguir a Jesús?
¿Crees que ellas (y las muchas otras mujeres que las acompañaban) tenían hogares cómodos en sus ciudades natales? Posiblemente. ¿Dejaron a sus familias, sus camas cómodas y sus entornos familiares para seguir a Jesús a lo largo de caminos polvorientos hacia pueblos y aldeas extrañas para escucharlo enseñar y proveer para Sus comidas y otras necesidades con su dinero personal? Sí.
Ellas "andaban por fe, no por vista" (2Co 5:7). ¡Viajar era difícil en aquellos días! Nada de aviones, trenes o carros. Y para estas personas de escasos recursos, los caballos o los burros ni siquiera eran una opción. Caminaban a cualquier lugar al que tuvieran que ir: lentamente, físicamente desafiante y polvoriento. ¿Por qué? Porque "confiaron en el Señor con todo su corazón" (Pr 3:5). No estaban eligiendo las comodidades de este mundo; Estaban saliendo audazmente de sus zonas de confort por fe, viajando a lugares en los que nunca habían estado, sin estar seguras de cómo las recibirían, sin saber cuándo volverían a casa. Pero ellas sabían una cosa: ¡Jesús estaba con ellas! ¿Cuándo fue la última vez que salimos de nuestra zona de confort por Cristo?
Se enfocaron en Jesús, sin permitir que este mundo y sus distracciones se interpusieran en el camino. Colosenses 3:2 nos dice: "Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra". Lo seguían de pueblo en pueblo, se empapaban de Sus enseñanzas y de Su ejemplo, centrándose en Él y no en lo que se estaban perdiendo en casa.
Esto me recuerda la canción que cantamos llamada "Pon tus ojos en Cristo". Dice: "Y lo terrenal sin valor será, A la luz del glorioso Jesús". ¡Es tan cierto! Cualquier cosa en la que nos enfocamos se vuelve más grande. Sé que puede haber sido más fácil para estas mujeres absorber a Jesús y Sus enseñanzas oyéndolo de Su propia boca, de lo que lo es para nosotras ahora. Pero sí tenemos Sus Palabras a mano en cualquier momento del día. No necesitamos viajar mucho todos los días para escuchar Sus enseñanzas. Es solo cuestión de abrir el Libro. ¿Nos empapamos de la Palabra de Jesús en nuestras vidas diariamente, como ellas lo hicieron?
Lo pusieron a Él en el primer lugar en sus vidas. Ya sabes que mientras seguían a Jesús, lo escucharon enseñar esto: "Buscad primeramente su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mt 6:33) (refiriéndose a las necesidades terrenales).
Estas mujeres justas estaban eligiendo activamente la voluntad de Dios sobre la suya propia todos los días. Viajaban por un camino difícil todos los días, durmiendo en tiendas de campaña en un lugar diferente cada noche, gastando su dinero para comprar comida y artículos de primera necesidad para Él y Sus discípulos para que pudieran estar con Él y aprender de Él. Estaban siguiendo Su ejemplo (aunque aún no se dieran cuenta) de Lucas 22:42: "No se haga mi voluntad, sino la tuya”.
¿De qué maneras podemos elegir poner a Jesús en primer lugar en nuestras vidas hoy?
Los excelentes ejemplos de estas mujeres que siguieron a Jesús a lo largo del camino pueden bendecirnos hoy, al ver cómo era su compromiso total con Él.
Hermanas, creo que será una bendición para cada una de nosotras hacernos algunas preguntas sencillas y reflexionar sobre los maravillosos ejemplos que nos dejaron esas mujeres.
¿A qué estamos dispuestas a renunciar para seguir a Jesús? ¿Estamos dispuestas a salir de nuestra zona de confort con fe en Él? ¿Elegimos enfocarnos en Jesús todos los días? ¿Es "No es mi voluntad, sino la tuya" nuestra norma en la vida cotidiana?
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Escrito por Johanna Zabala, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Venezuela
Sean humildes delante del Señor, y él los premiará. (Stg 4:10, TLA)
La palabra humildad me conecta con la divinidad de Dios. Hoy reflexiono sobre la profundidad de su significado, que he visto y procurado tantas veces al vivir continuamente Su propósito en lo personal y en lo espiritual.
La humildad en nuestros días la defino como un acto del Espíritu, que me conduce a una actitud del alma. Utilizando las letras de la palabra, la desgloso en las siguientes características:
Honestidad
Unidad
Mansedumbre
Inteligencia
Lealtad
Disposición
Amor y
Divinidad al servicio del Padre Celestial
Cada una de las anteriores me han invitado desde que Le conocí a mantenerme en sintonía con Cristo. Al dejarme usar por Dios en Su amado Hijo Jesús y en el poder de Su Espíritu Santo, he visto Su humildad bajo la sumisión, la obediencia y la consciencia continua en hacer la voluntad del Padre antes que la mía. Siempre con miras a la gran meta que me lleva a mantenerme mirando hacia arriba para alcanzar el premio de la eternidad.
Atenta, también a: “Por eso, sean humildes y acepten la autoridad de Dios, pues él es poderoso. Cuando llegue el momento oportuno, Dios los tratará como a gente importante” (1P 5:6).
Por lo tanto, ser humilde, en mi experiencia, es una acción espiritual tan necesaria que, sin duda alguna, me lleva constantemente a la presencia del Señor. En cada área en donde me encuentro, allá afuera a mi alrededor, requiero de altas porciones de sabiduría del Padre Eterno para ser una hija de Dios, escogida y llamada para servir.
Ser, hoy, hija de Dios como lo dice la Biblia ha sido el privilegio más inmenso que puedo tener. Es un honor único que ha requerido en mí un gran autocontrol interior que al comienzo de la vida cristiana me llenó de un orgullo humano, lo que por mucho tiempo contrarrestó la humildad de Dios en cada situación vivida.
Muchas veces, sin darme cuenta, me sentía autosuficiente y la trayectoria era cada vez más humana que espiritual. ¡Sí! Quería seguir haciendo todo con mis propias fuerzas, antes que con las de Dios.
Al pasar el tiempo, me he dado cuenta de que debía buscar con más ahínco, en cada instante, la presencia de Dios en todo, ya que solo Él sabe y puede en todo.
Mis primeras luchas, y las más fuertes, han sido conmigo misma, pensando que solo necesitaba saber que tenía a Dios, sin necesidad de seguir conociéndole permanentemente. Sin embargo, en aquellos momentos, la lucha interior de la fe debía seguir desarrollándose en mí.
A través de pruebas emocionales de ansiedades, mas tarde físicas de enfermedades y pérdidas, escasez y muchas más, e incluso a través de querer tantas cosas a mi tiempo y no en el tiempo de Dios, me ha dado la oportunidad de reconocer, al derecho y al revés, la autoridad plena del Padre Celestial. La que viene de arriba, pues sin duda alguna solo Él es todopoderoso y en Su misericordia infinita, verdadera e inigualable me dará la victoria aquí en la tierra y allá en el cielo.
He podido identificar la humildad que Dios me da en la vida en el silencio, muchas veces en la soledad y paz de saberlo en mí, en sabiduría y el pronto socorro que viene de Él. Por este motivo, la humildad se compara al hecho de reconocer Su dominio, poder y gloria por los siglos.
Así que, continúo luchando en la humildad de Dios por siempre y no en la humana, para lograr vivir y dar a saber el poder del Espíritu Santo en la sociedad en la que me toca vivir. De este modo pretendo alcanzar la sabiduría de la humildad necesaria y útil para llegar a la vida eterna con Dios.
No olvidando las hermosas enseñanzas de Jesús, que con el poder del Espíritu Santo, Cristo venció y hoy venceremos en Su voluntad. ¿Humilde hoy? ¿Con miras al cielo? ¿Irradias la humildad del Señor Jesucristo aquí y ahora?