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Escrito por Anessa Westbrook, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
Cuando leemos acerca de los héroes en el Antiguo Testamento, su ejemplo parece tan inalcanzable: Abraham, Moisés, David, Rut, Ester y Débora. David. Su relación con Dios era envidiable. En 1 Samuel Dios rechaza al primer rey de Israel, Saúl. Debido a que Saúl no había seguido los mandamientos de Dios, su reino no perduraría. En 1 Samuel 13:14 dice "el Señor ya está buscando un hombre conforme a su corazón y lo ha designado gobernante de su pueblo" (NVI). Siempre asumí que ser alguien etiquetado "conforme al corazón de Dios" era algo que solo era alcanzable para los héroes bíblicos de la antigüedad. No era algo que pudiéramos, o tal vez ni siquiera debíamos, considerar. Si bien era obvio que una persona conforme al corazón de Dios guardaba Sus mandamientos, sentía que eso no era suficiente para saber realmente lo que significaba esa declaración. La Biblia está llena de personas que habían seguido sus mandamientos, pero solo a David se le dio esta etiqueta. Todavía recuerdo el día en que me topé con Hechos 13:22. Este pasaje parecía dar definición a lo que me costaba entender. David era un hombre conforme al corazón de Dios porque " él hará todo lo que yo quiera". Si bien esto todavía era una tarea difícil, y tal vez imposible, ¿había alguna posibilidad de Dios pensara de la misma manera de una persona común?
El Nuevo Testamento muestra ejemplos de personas que viven su vida cotidiana de una manera fiel, y Dios los usa de una manera especial en un momento específico. Esteban, por ejemplo, fue uno de los siete hombres seleccionados para ayudar con la distribución de alimentos a las viudas. En Hechos 6:5 se le describe como un "hombre lleno de fe y del Espíritu Santo". Trabajó día a día para apoyar y animar a la iglesia primitiva, pero Dios también lo estaba usando evangelísticamente (Hch 6:8). Esteban era alguien cuyo carácter se formaba diariamente, y a quien Dios usó para compartir las Buenas Nuevas y glorificarlo en la difícil posición de convertirse en el primer mártir. Otro ejemplo es el de Tabita, de quien Hechos 9:36 dice que “se esmeraba en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres”. Cuando murió, las viudas se lamentaron y le mostraron a Pedro todo lo que había hecho por ellas. Pedro la resucitó de entre los muertos y este acto se convirtió en un testimonio espiritual para el pueblo de Jope (Hch 9:41-42).
Sin embargo, la Biblia no sólo nos da ejemplos positivos de los que podemos aprender. La historia de David se complica debido a algunos errores espirituales importantes. En lugar de acompañar a sus tropas a la guerra, estaba en su palacio y se interesó por una joven que se bañaba en la azotea. Después de que ella quedó embarazada, él trató de ocultar el pecado, recurriendo finalmente al asesinato de su esposo (2S 11). Alguien que engañó a su propio cónyuge y luego mató al cónyuge de su amante probablemente sería noticia hoy. ¿Cómo podría Dios usar a una persona así? La genealogía de Jesús en Mateo 1 agrega un giro interesante a esta historia porque tiene tres mujeres cuyas historias probablemente nos harían levantar las cejas incluso hoy: Tamar, Rahab y Betsabé. ¿Por qué la historia del Salvador contiene personas tan imperfectas? Tal vez estemos viendo el lado de Dios que hemos visto desde el principio del Antiguo Testamento: Dios como Creador.
Una de las especialidades de Dios es tomar algo que está desordenado y hacer algo hermoso con ello. La inclusión de estas personas en la línea de Jesús plantea otra pregunta importante: ¿qué hubiera pasado si hubieran dicho "no" a Dios? ¿Qué hubiera pasado si se hubieran sentido demasiado imperfectos para ser incluidos en Su plan o no hubieran tratado de hacer los cambios necesarios para llegar a ser fieles? En el Salmo 51 vemos el corazón de David después de ser confrontado por Natán. No justificó sus acciones, sino que reconoció su pecado. Le rogó a Dios que lo limpiara. David hizo los cambios necesarios en su vida para llegar a ser el rey más respetado de Israel y el padre del linaje que conduciría al Salvador. Los ejemplos de aquellas que se esforzaron por vivir una vida diaria que agrada a Dios, así como los que hicieron los cambios necesarios para vivir una vida fiel, nos invitan a reflexionar sobre ser una mujer conforme al corazón de Dios.
¿Qué es lo que nos impide decir “sí” a la invitación de Dios de asociarnos con Él en el reino?
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Escrito por Ana Cardoso, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Ecuador
La Palabra de Dios dice: “Porque el Señor es bueno, su gran amor perdura para siempre y su fidelidad permanece por todas las generaciones” (Sal 100:5 NVI).
Actualmente, el concepto de amor está totalmente distorsionado por el mundo, en comparación con el amor que Dios nos enseña. El amor que aprendemos del mundo se basa en la ley de dar y recibir, en la que para recibir, es necesario dar. A menudo, los cristianos seguimos este patrón.
El amor de Dios es eterno, fiel e incomparable. Muchas veces en mi vida he llegado a dudar del amor de Dios, pensando que por haber cedido al pecado, Dios ya no me amaría y que tal vez estaba cansado de mis excusas, pero he aprendido a lo largo de estos diecinueve años que la fidelidad de Dios nunca termina. Él me ama y nunca me falla. Pero incluso sabiendo esto, continúo cometiendo errores. Sin embargo, Él continúa amándome y enseñándome acerca de Su fidelidad infinita. A menudo me comparo con el pueblo de Israel, que desobedeció a Dios una y otra vez, y veo que Dios permaneció fiel a los israelitas, y todavía lo hace con nosotros hasta el día de hoy.
El Señor te ama y quería cumplir su juramento a tus antepasados; por eso te rescató de la esclavitud, del poder del faraón, el rey de Egipto, y te sacó con gran despliegue de fuerza. Por tanto, reconoce que el Señor tu Dios es el único Dios, el Dios fiel, que cumple su pacto por mil generaciones y muestra su fiel amor a quienes lo aman y obedecen sus mandamientos. (Dt 7:8-9)
Si, como yo, sientes que Dios ya no está dispuesto a perdonarte por los pecados que has cometido, recuerda lo que dijo Juan: “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1Jn 1:9). Esta es una de las promesas que Dios nos hizo; sólo tenemos que confesar nuestro pecado y creer en la Palabra.
En 2023, estuve en un programa de capacitación para jóvenes misioneros y, al final del año, descubrí que mi campo misionero estaría en otro país. En ese momento no tenía un solo dólar ahorrado para comprar el boleto. Fue en ese momento que vi que Dios nunca me abandonó y permaneció fiel, aunque no lo mereciera. Había días en los que dejaba que la desesperación me venciera y no recordaba quién estaba de mi lado. Fue una experiencia única donde pude tener el placer de ver el poder de Dios. Como dije, fallé con mi fidelidad, pero Dios nunca ha fallado y nunca fallará.
Este mensaje es digno de crédito: Si morimos con él, también viviremos con él; si resistimos, también reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará; si somos infieles, él sigue siendo fiel, ya que no puede negarse a sí mismo. (2Tim 2:11-13)
Queridas hermanas, las animo a que busquen saber más sobre el amor y la fidelidad de Dios y, lo más importante, a ponerlo en práctica. Después de que comencé a investigar más sobre esto, mi perspectiva cambió cuando vi que los desafíos aparecían ante mí. Ahora puedo decir que finalmente entiendo que la fidelidad de Dios siempre me ha alcanzado a mí y también te alcanza a ti.
Nadie puede ser perfectamente fiel, ¡pero nuestro Dios sí! Cuando no somos fieles, Él permanece fiel porque mantiene la consistencia. Y, si Dios es fiel, tenemos confianza en que recibiremos la recompensa que Él nos prometió.