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Escrito por Corina Diaz, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Argentina
Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. (Mt. 6:6)
A lo largo de mi vida cristiana he experimentado diferentes etapas en mi conexión con Jesús, esto ha estado determinado por la forma en la que he practicado la oración.
Durante los primeros años aprendí a repetir oraciones y la estructura en que se debía orar (invocar- agradecer - pedir - bendecir). Esto me dio las bases para practicar lo que años más tarde conocí como lectio divina o lectura contemplativa, que consiste en una búsqueda profunda en silencio. Para mí, el silencio es la oportunidad perfecta para escuchar al Padre y hablarle a Jesús desde lo más profundo de mi corazón.
Primer paso, Lectio (lectura): comprender la Palabra (su sentido literal), respondiendo a la pregunta, ¿Qué dice el texto? Es importante contextualizar por medio de un acercamiento literario (análisis de las palabras), histórico (situación sociocultural, económica, política y religiosa) y teológico (qué dice Dios).
Segundo paso, Meditatio (meditación): acoger la Palabra, ¿qué me dice el texto? Entramos en diálogo íntimo con Dios a través de una serie de preguntas que interpelan nuestra realidad, y nos ayudan a descubrir un mensaje para la vida.
Tercero, Oratio (oración): responder a la Palabra, ¿qué me hace decirle a Dios el texto? Respondemos en oración movidos por el Espíritu Santo.
Y el cuarto paso, Contemplatio (contemplación/acción): inspirar la vida en la Palabra, ¿a qué conversión y acción nos invita el Señor? Se acoge lo descubierto en el diálogo con Dios, y la buena noticia que nos envía al encuentro con los demás.
En este último paso es donde verdaderamente nos vinculamos en oración, cuando el silencio nos ha inundado y hemos escuchado la voz del Padre para inspirar nuestras vidas a diario.
¡Quédate quieto en la presencia del Señor! (Sal. 37:7)
Te invito a hacer este ejercicio a través de un pasaje bíblico, quizás el mismo texto en el que Jesús enseña a Sus discípulos a orar en Mateo 6:5-15.
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Escrito por Kara Benson, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
“Esto es lo que pido en oración: que el amor de ustedes abunde cada vez más en conocimiento y en buen juicio” (Fil. 1:9).
Pablo ora para que los cristianos de Filipos tengan un amor que crece en conocimiento y crece en buen juicio. Eso requiere intencionalidad. Es una inversión de tiempo y energía. Se necesita esfuerzo para llegar a conocer realmente a alguien, y se necesita intencionalidad para actuar sobre ese conocimiento. La intencionalidad es deseo acoplado a la acción, y genera relaciones significativas.
No vamos a construir relaciones con nuestros hermanos y hermanas en Cristo simplemente presentándonos al servicio los domingos y saliendo por la puerta lateral después de la última canción. Esta es una verdad que he aprendido de la experiencia personal. Las relaciones profundas no ocurren por casualidad; no podemos esperar de alguna manera “caer en” relaciones sólidas. Más bien, debemos tomar la decisión consciente de buscar y construir relaciones sólidas.
De acuerdo con el mandato dado en Tito 2:4-5, las mujeres cristianas mayores deben
“aconsejar a las jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos, a ser sensatas y puras, cuidadosas del hogar, bondadosas y sumisas a sus esposos, para que no se hable mal de la palabra de Dios” (Tito 2:4-5).
Habiendo estado casada menos de cinco años, tengo mucho que aprender. La primavera pasada, una hermana inició intencionalmente un estudio semanal conmigo. En esta relación de mentoría, ella me enseña y yo aprendo de ella sobre cómo ser una mejor esposa. Aunque está envejeciendo, es muy activa en el reino. Ella está conectada a la vid verdadera y está dando mucho fruto (Jn. 15).
En dos ocasiones diferentes cuando mi esposo viajaba por trabajo, una hermana de nuestra congregación me invitó a cenar con su familia. Aunque ella está invirtiendo en la vida de sus tres hijos pequeños, también tiene la intención de conocerme lo suficientemente bien como para saber qué está pasando en mi vida. Sabe cómo llegar a los demás y es deliberada al hacerlo. Hebreos 10:24 dice,
“Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.”
Estamos llamados a dedicar un esfuerzo mental a contemplar cómo podemos animar mejor a nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Requiere ser intencional e involucrado en la vida de los demás fuera del edificio de la iglesia.
Otro elemento de las relaciones intencionales es tener en cuenta a los demás en diferentes etapas de la vida. Yo aprecio mucho el libro más reciente de Michelle, Una sola razón, porque profundiza la conversación sobre la soltería y apoya a las hermanas en Cristo que buscan entenderse mejor. “Amor profundo por mis hermanas solteras” y “el mismo amor profundo por mis amigas casadas que anhelan saber cómo apoyar mejor a sus hermanas solteras” son las dos primeras motivaciones unidas por un único motivo del camino: el amor. “En medio de los malentendidos y la falta de conocimiento de parte de todas”, escribe Michelle, “una de las cosas más bonitas que ha salido de las conversaciones, es el amor expresado” (pág. 17). ¿Escuchas eso? Este es un amor que desea profundidad en la relación, nos motiva a aprender y crecer, y busca conectarnos mejor con nuestras hermanas en Cristo, mientras cubre con gracia nuestros errores y traspiés en el camino (1 Pe. 4:8).
Segunda de Pedro 1:5-8 nos insta a agregar los atributos de conocimiento, bondad y amor (entre otros) a nuestra fe:
“Precisamente por eso, esfuércense por añadir a su fe, virtud; a su virtud, entendimiento; al entendimiento, dominio propio; al dominio propio, constancia; a la constancia, devoción a Dios; a la devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque estas cualidades, si abundan en ustedes, los harán crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, y evitarán que sean inútiles e improductivos.”
El crecimiento continuo en estas características no solo evitará que seamos infructuosos en Cristo, sino que también fortalecerá y profundizará nuestras relaciones entre nosotros.
Me gustaría concluir extendiendo nuestra discusión sobre la intencionalidad a aquellos que nos rodean y que están perdidos. En Juan 4:35, Jesús declara,
“¡Abran los ojos y miren los campos sembrados! Ya la cosecha está madura;”
¿Están nuestros ojos abiertos a la cosecha todos los días en nuestro lugar de trabajo? ¿Vemos la cosecha en nuestro barrio, al otro lado de la calle? ¿Qué pasa con la cosecha en el banco a nuestra izquierda? Hebreos 9:27 advierte, “Y así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio.” Hablemos a todos los que podamos sobre el evangelio con la esperanza de que, cuando estén de pie ante el tribunal el día del juicio, sepan y sean conocidos por el Juez.
Dios es intencional en Su relación con nosotros. Asimismo, debemos ser intencionales en nuestras relaciones con los demás. ¿Cómo estás siendo intencional en tus relaciones con tu familia en Cristo? ¿Te estás poniendo en situaciones en las que puedes conectarte con personas que necesitan el evangelio?