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Escrito por Deanna Brooks, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
Cuando leemos las Escrituras, vemos que Dios ha buscado una relación con el hombre desde el principio. Caminó con Adán y Eva; llamó a Abraham para que lo siguiera; Moisés fue escogido por Dios para sacar a los hebreos de Egipto y convertirse en Su pueblo en la Tierra Prometida.
El Antiguo Pacto fue dado a través de Moisés; el Nuevo Pacto vino a través de Jesucristo (Jn. 1:17).
Bajo el Antiguo Pacto tenían:
- Un conjunto de leyes escritas en piedra donde Dios describe el comportamiento aceptable y el comportamiento pecaminoso.
- Un sumo sacerdote terrenal a través de la línea de Aarón, quien primero tenía que ofrecer un sacrificio por su propio pecado (Heb. 5:1-4) … y estos sacrificios se repetían una y otra vez con comunicación a través de sacerdotes y profetas.
- Rituales de pureza y limpieza; se ofrecían sacrificios por la enfermedad, el parto y el pecado. Hubo momentos de ayuno obligatorio. El sábado debía ser santo y un día de descanso. Los hombres iban a Jerusalén tres veces al año.
- SOLAMENTE el Sumo Sacerdote estaba permitido en el Lugar Santísimo donde estaba el Arca del Pacto y donde Dios descendió para recibir el sacrificio.
Durante siglos una cortina escondió el área donde el sumo sacerdote entraba una vez al año para hacer sacrificios por el pecado (Lev. 16), a donde Dios descendía y se caminaba sobre el propiciatorio para recibir el sacrificio. La gente nunca entró en esta zona sagrada.
Pero una Pascua, cuando los sacerdotes estaban ofreciendo el sacrificio de los corderos por los pecados del pueblo, el grueso y pesado velo del templo se rasgó de arriba abajo. Se partió en dos porque otro Cordero estaba siendo sacrificado no muy lejos en la colina del Monte Calvario, y ese Cordero era Jesús, el Cordero perfecto, el Sacrificio perfecto que se ofrecía por todos los hombres de todos los tiempos. Debido a este sacrificio, Jehová Dios proclamó a Jesús Señor y Cristo (Hechos 2:36).
En aquel momento, la cortina del templo se partió en dos, de arriba abajo, la tierra tembló y las rocas se partieron. (Mt. 27:51 TLA)
Esta cortina de 30 pies de altura se rasgó de arriba abajo, como si las manos de Dios se estiraran y la abrieran, invitándonos a ti y a mí a tener acceso directo a Él. Debido a que la cortina se rasgó, ¡tenemos acceso directo al Trono del Cielo!
Debido a ese sacrificio perfecto, nuestra purificación es a través de la sangre de Jesucristo que nos limpia al ser bautizados en Él. El sacrificio de Jesús fue una sola vez para todos los hombres. Nuestro bautismo es un evento único que nos limpia. Nuestra vida de fidelidad y confesión nos mantiene limpios.
Bajo el Nuevo Pacto tenemos:
- Leyes escritas en el corazón (Heb. 10:16).
- Un Sacerdote celestial sin pecado (Heb. 9:24, 28, 10:12) que ofreció un sacrificio.
- La oportunidad de reunirse con otros discípulos el primer día de la semana para compartir la Cena del Señor y adorar a nuestro Padre Celestial.
- Adopción por Dios (Gál. 4:5). Cuando nos convertimos en seguidores de Jesús, el escritor hebreo dice: “Tanto el que santifica como los que son santificados tienen un mismo origen, por lo cual Jesús no se avergüenza de llamarlos hermanos” (Heb. 2:11).
- Jesucristo, nuestro Mesías como nuestro sacrificio… no un toro o un macho cabrío, como leemos en Hebreos 10:10-12.
… Y en virtud de esa voluntad somos santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo, ofrecido una vez y para siempre. Todo sacerdote celebra el culto día tras día ofreciendo repetidas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados. Pero este sacerdote, después de ofrecer por los pecados un solo sacrificio para siempre, se sentó a la derecha de Dios.
En los versículos 19-23, Hebreos 10 continúa diciendo que, dado que Jesús es nuestro sacrificio, un sacrificio para todos nosotros, tenemos acceso a nuestro Padre celestial por medio de Él.
Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo, por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo; y tenemos además un gran sacerdote al frente de la familia de Dios. Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura. Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa.
En 1742, Charles Wesley escribió un himno que contiene estas palabras: “¡Con confianza ahora me acerco y grito ‘Padre, ¡Abba Padre’!” Aquellos que vivieron antes que nosotros bajo el Antiguo Pacto no podrían haber cantado esas palabras.
Entonces, la pregunta importante para nosotros es: ¿Aprovechamos nuestro acceso al Trono de los Cielos como hijas y herederas del Rey Celestial?
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Escrito por Brenda Brizendine, coordinadora de voluntarias del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado
¿Alguna vez has sentido como que llevas el peso entero del planeta tierra sobre tus hombros? ¿O te has sentido con una tristeza muy profunda? Pero lo peor, ¿no sabes ni tienes idea del porqué?
Recuerdo muy bien, un día particular, en el cual me sentía así. No puedo describir cuán real se sentía ese peso sobre mí. Lo único que deseaba era llorar. Me abrumaba tanto esta sensación que no podía concentrarme en nada.
Recuerdo muy bien que deseaba orar y pedirle a Dios que me ayudara con ese peso, pero no lograba completar ninguna frase en oración, y ni sabía cómo pedir ni qué pedir. Lo único que recuerdo es que Dios me dirigió a pedir apoyo en oración a mi grupo de hermanas, guerreras en oración, quienes me habían acompañado por mucho tiempo en mi caminar cristiano.
Fue, cuando compartí con ellas mi petición y nos pusimos de acuerdo en orar por misericordia y para que Dios se llevara esa carga abrumadora, que fui liberada. A través de esa unidad en oración, incluso estando a kilómetros de distancia, esa batalla se peleó por mí, y Dios me liberó de esa carga que estaba teniendo.
Hasta el día de hoy, no encuentro una razón para haberme sentido así, pero tengo muy presente esa sensación de la carga siendo levantada de mis hombros y mi corazón llenándose de paz y de gozo, al ir leyendo las palabras de oración que las hermanas compartían en el chat grupal que teníamos.
La fe de ellas junto con la mía, unidas en oración, hizo que algo sobrenatural sucediera. Eso me recuerda al pasaje de Mateo 18:19-20.
Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Y también el pasaje que se encuentra en Santiago 5:16b, “y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.”
El enemigo trató de derrotarme, porque me encontraba sola, pero cuando mi corazón se unió al de mis hermanas, algo poderoso sucedió. El poder de la unidad de la familia de Dios volvió a vencer el mal con el bien, la tristeza con el gozo, la tribulación con la paz.
Es importante que desarrollemos esa comunidad de fe. Si alguna vez has visto la película “Enfrentando a los gigantes”, hay una escena en la que un grupo de personas se pone en común acuerdo para orar por los jóvenes de la escuela. Las cosas empezaron a cambiar. Las cosas empezaron a mejorar. Cosas poderosas empiezan a suceder cuando convergemos en un común acuerdo, y se piden en el nombre de Jesús.
Leí también en una novela, Esta patente oscuridad de Frank E. Peretti, cómo el autor describe lo que él imagina que nuestras oraciones en conjunto hacen cuando nos ponemos de acuerdo. Es como limpiar el camino para que los ángeles puedan completar la misión que Dios les ha dado.
Actualmente, tengo un grupo de amigas y hermanas, con quienes nos reunimos de manera regular para orar por nuestros hijos. Cada semana nos compartimos peticiones especificas por las cuales orar, y juntas, en común acuerdo elevamos oración al Padre. Hemos visto muchas de esas peticiones ser contestadas. Y tenemos la confianza de que continuaremos viendo la Mano de Dios obrar en la vida de nuestros pequeños. Te animo hoy a buscar a tu grupo de oración, recuerda que donde dos o más están unidos en el Nombre que es sobre todo nombre, ahí está el poder del Espíritu Santo para obrar milagros.
Permíteme compartir una oración contigo,
¡Padre eterno, grande, y fuerte eres Tú! Vengo a ti por medio del Señor Jesucristo, declarando lo que dice Tu palabra: «Que donde están dos o tres congregados en tu nombre, allí estás en medio de ellos». En este momento me pongo de acuerdo con mis hermanas para clamar a Ti e invocar Tu presencia. Tú eres Dios todopoderoso y para Ti nada es imposible. Tte pido que tomes el control de nuestra vida y las de nuestras familias, guárdanos de toda enfermedad, súplenos todo lo que nos haga falta de manera sobrenatural. En el nombre de Jesús. Padre, nos humillamos y clamamos a Ti por nuestras naciones y te pedimos que establezcas Tu reino y descienda Tu poder y gloria sobre ellas, derramando arrepentimiento y conversión sobre cada habitante de nuestros países. Señor, gracias, porque hay poder en el acuerdo, ayúdanos a mantener la unidad y guárdanos de la división y contienda. En el nombre de Jesús. ¡Amén!