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Escrito por Brenda Davis, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
“Sobre todo, amaos los unos a los otros profundamente” (1P. 4:8a, NVI)
Dios no nos creó para vivir solos la vida. Tengo la suerte de estar rodeada de personas que amo y que me aman. La Palabra de Dios está llena de recordatorios de que debemos amarnos unos a otros. Jesús habló claramente sobre cómo debemos amar. “Y este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado” (Jn. 15:12).
¿Pero es suficiente con simplemente amar? Pablo les dice a los romanos: “Ámense unos a otros con un afecto genuino y deléitense al honrarse mutuamente” (Ro. 12:10 NTV). Me encanta este concepto. ¿Imagínate cómo sería el mundo si todos intentaran deleitarse al mostrar honor unos por otros? Pedro también va más allá al animarnos a amar cuando dice que debemos amarnos unos a otros profundamente.
Este profundo amor se demuestra en la relación entre Pablo y Onésimo. Los dos se hicieron amigos tan cercanos que Pablo se refiere a Onésimo como “mi propio corazón” (Flm. 1:12). Otra conmovedora historia de este tipo de amor es la de David y Jonatán que se encuentra en los libros de 1 y 2 Samuel. Su relación se basó en la lealtad, la confianza y el amor tan profundo que Jonatán incluso arriesgó su vida para proteger a David de la ira de su padre.
Si buscas en Google “Cómo profundizar tus relaciones espirituales”, ¡obtendrás alrededor de 293.000.000 de resultados! Afortunadamente, las Escrituras brindan amplia guía sobre cómo desarrollar este tipo de amor más profundo.
Empieza por enfocar tus relaciones en cosas que son verdaderas, respetables, justas, puras, amables, dignas de admiración, excelentes y merecedoras de alabanza (Fil. 4:8). Como dice 1 Tesalonicenses 5:11: “Anímense y edifíquense unos a otros”.
Aquí hay tres sugerencias adicionales para desarrollar un amor más profundo en nuestras relaciones.
Permanecer juntos en la Palabra
Las relaciones profundas se basan en verdades bíblicas. Cuando no profundizamos en las Escrituras para ver cómo amar profundamente, es difícil construir una relación basada en la verdad y la honestidad. Pero cuando dejamos que las Escrituras nos guíen, nuestras relaciones crecen y alcanzan la madurez, como afirma Pablo en Efesios 4:15 (NVI): "Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo.”
Tener conversaciones más profundas
La conversación con alguien a quien amamos debe edificarnos y “estimularnos al amor y a las buenas obras” (Heb. 10:24b). Pero a menudo pasamos conversaciones enteras hablando de nuestros hijos, acontecimientos actuales y actividades sociales, ignorando las oportunidades de profundizar en la vida de los demás en lugar de compartir nuestras historias, luchas y sueños.
Al profundizar, estas conversaciones a menudo pueden llevar a áreas difíciles y es posible que se nos presenten algunas verdades duras. Las conversaciones difíciles son parte del crecimiento espiritual, y cuanto más sinceros seamos, más duras y dolorosas pueden ser. Pero “más confiable es el amigo que hiere” (Pr. 27:6a). ¡La profundidad requiere valentía!
Cuando amas profundamente a alguien, es casi como si no hubiera nada que no pudieras compartir con esa persona. Puedes decirle cómo te sientes realmente, sabiendo que no traicionará la confianza del otro. "La gente chismosa revela los secretos; la gente confiable es discreta" (Pr. 11:13). Sabes que no te juzgarán y cuando experimentas esta falta de juicio, te sientes segura y protegida.
Además, puedes sacar a relucir temas delicados con ellos porque sabes que puedes ser abierta y honesta. ¿Eres una amiga honesta? ¿Solo les dices a tus seres queridos lo que necesitan oír, o es más importante simplemente agradarles? Cuando amamos profundamente, les decimos la verdad cuando vemos que van por el camino equivocado, aunque al principio pueda ser doloroso.
Escuchar
A veces, puedes comunicar más solo con tu presencia que con palabras. El amor profundo significa prestar atención sin interrumpir. Mantener contacto visual y escuchar activamente lo que la otra persona tiene que decir, responder con expresiones faciales y lenguaje corporal sinceros envía un fuerte mensaje de amor.
Santiago nos exhorta a ser “prontos para oír” y “tardos para hablar” (Stg. 1:19). En Proverbios 18:2 leemos: “Al necio no le complace la inteligencia; tan solo hace alarde de su propia opinión”. Por eso, Pablo dice: “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás” (Fil. 2:3-5).
Queridas hermanas, ¡amad profundamente! “Y que el Señor haga crecer y sobreabundar el amor que tienen unos por otros y por toda la gente, tanto como sobreabunda nuestro amor por ustedes” (1 Ts. 3:12, NTV).
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Escrito por Johanna Zabala, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Venezuela
La esperanza es parte importante de la riqueza del corazón humano, pues nos capacita para los frutos de la paciencia, la fe y la paz. Esto hace que, al pensar en la esperanza, nos vincule con la fe y el amor de Dios que preciosamente se enlazan.
Cuando pienso en la esperanza, me siento heredera a través de la firme convicción de que existe una vida eterna (Tit. 3:7). Esto me motiva, a través del Espíritu Santo, a vencer las dificultades y todo tipo de obstáculos que se presentan en esta vida terrenal, viviendo una consagración total hacia Dios.
En el diario vivir, se observa una sociedad convulsionada debido a tanta maldad, sufrimiento, adversidades y problemas. Considero que esto ha causado que muchas personas hayan perdido la esperanza, sin reconocer la verdadera esperanza en el Autor de la salvación, Jesucristo (Heb. 12:2).
Con esto en mente, quisiera expresar un ejemplo de la situación actual que vivimos hoy en día en mi país, Venezuela. Día tras día, las personas sufren por la crisis económica; falta de fuentes de trabajo, racionamiento eléctrico por parte del estado (entre 2 y 4 horas diarias), falta del alimento básico en muchos hogares, incluyendo hogares cristianos. Hay centros asistenciales de salud en mal estado, decadencia en el sistema educativo, deterioro y falta de atención en diversas instituciones del estado, represión y persecución a toda aquella persona que se opone al sistema gubernamental.
Cada una de estas situaciones nos ha forjado el carácter espiritual y el entender que no debemos poner nuestra confianza en un sistema político o un poder terrenal, ni en las cosas que vemos o nos rodean, ya que si lo hacemos, perderemos la convicción y la esperanza de lo real, que es la promesa de la vida eterna. Esto ha fortalecido mi vida espiritual, como hija del Dios Altísimo, al confiar en todo momento en Su voluntad y tener esa relación íntima con Él a través de la oración y el estudio de la Palabra, permitiendo al Espíritu Santo guiarme a vivir en lo sobrenatural (espiritual) haciendo la voluntad de Dios, sólo con la paz y tranquilidad que Él me puede dar (Ro. 5:1-5).
No debo poner mi esperanza en las cosas de este mundo (1 Co. 15:19). A mi parecer, la esperanza es la certeza en el presente y la expectativa firme para el futuro, teniendo puestos los ojos en Jesucristo. Es por esta razón que hago énfasis en llevar con amor la esperanza de vida eterna a todo aquel que está desesperanzado y predicarle el glorioso evangelio de nuestro Señor Jesucristo para la salvación de su alma.
Cuando comienzo a experimentar y entender el plan y el propósito de Dios en mi vida, desarrollo una profunda relación con Cristo, confío en Su voluntad y comienzo a dar pasos firmes aún en medio de las tempestades; porque fuimos llamados a una sola esperanza (Efesios 1:18). Amadas, debemos entender la esperanza como un vínculo y elemento esencial que nos permite una transformación espiritual, fortalece nuestra fe y nos da seguridad y confianza en el poder de Dios.
Te animo a no perder la esperanza porque esto trae bendiciones espirituales a nuestra vida, incluyendo a nuestra familia, y se ve reflejada de las siguientes maneras:
1. Nos lleva a alabar y glorificar a Dios.
2. Nos causa gozo y regocijo.
3. Nos renueva de día en día.
4. Nos inspira a vivir una vida en santidad.
5. Nos inspira a la perseverancia.
6. Nos inspira seguridad y firmeza.
7. Nos inspira paz y tranquilidad.
Considerando cada uno de estos aspectos, no debemos arriesgarnos a perder estas bendiciones, sino a vivir en santidad y obediencia para agradar a nuestro Dios, anhelando con anticipación Su gloriosa venida, la cual es el fundamento de nuestra fe y esperanza.
Actualmente, como hijas de Dios, cada primer día de la semana, en cada una de nuestras congregaciones anunciamos la tan esperada venida de nuestro Salvador Jesucristo por medio del servicio de adoración en el momento que hacemos el recordatorio o memorial en la Cena del Señor, así como lo dice el apóstol Pablo en 1 Corintios 11:23-26, pero especialmente en el versículo 26, en donde menciona que esperamos, anticipamos y anunciamos Su venida o retorno. Entonces, ¿Esperas con alegría el regreso de nuestro Señor Jesucristo?