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Escrito por Alina Stout, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Oklahoma
No es ningún secreto que Jesús era cercano a la familia de María, Marta y Lázaro (Lc. 10, Jn. 11-12). Él les acompañó en una gran prueba en sus vidas y Su fidelidad hacia ellos les guio hacia su entregado agradecimiento a Jesús.
María y Marta perdieron a su hermano Lázaro por una enfermedad. Pidieron a Jesús que viniera a sanar a Lázaro, pero Jesús esperó hasta que supo que Lázaro había muerto. Él no llegó a la casa de María y Marta en Betania hasta cuatro días después de la muerte de Lázaro (Jn. 11:1-17).
En su duelo, Jesús estuvo allí para María y Marta de la manera única en que cada una de ellas lo necesitaba mientras lloraban por Lázaro. Cada una de ellas expresó su fe en Jesús a pesar de estar siendo probadas por su lucha interna.
Marta expresó a Jesús su conflicto entre fe y dolor. “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero también sé ahora que todo lo que le pidas a Dios, Dios te lo concederá” (Jn. 11:22, RVC). Jesús le reveló a Marta una verdad sobre Sí mismo en respuesta a su fe y la retó a dar un paso más. Le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida… ¿Crees esto?” y ella contestó: “Sí, Señor; yo he creído” (Jn. 11:25-27).
María le expresó a Jesús sólo su dolor, mostrando su frustración porque sabía que Jesús podría haber hecho algo para evitarlo. “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto” (Jn. 11:32). Jesús “se conmovió profundamente” por su llanto y lloró con ella (Jn. 11:33-35).
Jesús fue su amigo en el momento en el que más le necesitaban. Pero como Mesías, ¡Jesús era capaz de resucitar a su hermano Lázaro de la muerte!
María y Marta mostraron su gratitud a su amigo y Señor Jesús de formas diferentes.
Marta mostró gratitud preparando una cena para Él y Sus discípulos. Su cena en honor a Él fue una expresión su fe. Era la manera en que podía devolver a Jesús por la vida nueva que Él le había dado a su hermano. Ella sacrificó su tiempo personal y su esfuerzo para servirle (Jn. 12:2).
María mostró gratitud a Jesús de una forma que era también un sacrificio para ella; el sacrificio de casi un año de salario. Ella ungió los pies de Jesús con un perfume muy caro y los secó con sus cabellos (Jn. 12:3). María entendió que Jesús es la fuente de vida. ¿Qué le faltaba? Nada.
Cuando María sacrificó un costoso frasco de perfume, uno que podría haberle dado seguridad financiera si Lázaro muriera o podría haber sido usado como una futura dote, decidió renunciar a él en agradecimiento por la Resurrección y la Vida que sostendrían cada una de sus necesidades.
María y Marta, por fe y gratitud, pusieron a Jesús por encima de ellas mismas. Ofrecieron su sacrificio personal en nombre de Jesús porque lo reconocieron como la Resurrección y la Vida. Si Jesús era vida, entonces querían que su vida honrara a Jesús.
Al igual que María y Marta, llegamos a tener una relación con nuestro Amigo y nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Cuando enfrentamos pruebas, Jesús está ahí con nosotras. Él está emocionalmente presente como lo estuvo con María. Él nos guía al conocimiento de la verdad como lo hizo con Marta. Él está presente con nosotras como un amigo, pero también es nuestro Señor. Y cuando superamos nuestras pruebas con Jesús a nuestro lado, ¡estamos más que agradecidas!
Nuestra gratitud hacia nuestro amigo y nuestro Señor y Salvador muchas veces parece un sacrificio. ¡Seguro que así fue para María y Marta! En nuestro agradecimiento por la vida que Jesús nos ha dado, nuestra respuesta es dedicar nuestras vidas a Él.
“Así que, hermanos, yo les ruego, por las misericordias de Dios, que se presenten ustedes mismos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. ¡Así es como se debe adorar a Dios!” (Ro. 12:1).
Piensa en cómo puedes dedicar tu vida a Jesús como sacrificio vivo. ¿Qué tienes que puedas ofrecerle a Jesús? ¿A qué estás dispuesta a renunciar por Jesús?
Piensa en cómo puedes animar a tus Hermanas Rosa de Hierro a unirse a ti en tu sacrificio vivo. María y Marta podrían haber mostrado gratitud a su manera, pero lo hicieron juntas en la misma cena. ¿Hay alguna manera en que puedas unirte a tus Hermanas Rosa de Hierro ofreciendo juntas sus métodos únicos de gratitud?
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Escrito por Kat Bittner, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro y miembro de la Junta en Colorado
Las relaciones pueden ser difíciles de fomentar. Y, a menudo, son lo más difícil de mantener bajo control. Incluso las mejores relaciones pueden ser complicadas a veces. Sin embargo, la relación con Dios es mucho menos complicada. Es también la más valiosa. Una relación personal con Dios significa amor incondicional por Su parte. Significa redención de lo peor que hayamos hecho. Significa adopción en una familia en la que somos herederos de una gran herencia (Gá. 4:4-7; Ro. 8:17). Más importante aún, relación con Dios significa vida.
Recibimos el regalo de la gracia de Dios, y recibimos la misericordia de Dios sin merecerla (Ef. 2:8; Ro. 9:16). Y recibimos también la esperanza de la vida eterna (1 Pe. 1:3). Sin embargo, para obtener esa vida, debemos entrar en relación con Dios, y sólo podemos llegar a Dios a través de Jesús.
“Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí“ (Jn. 14:6 NVI).
Este es mi versículo favorito porque abarca lo que puede esperar y lo que puedo hacer para vivir verdaderamente. Si espero tener verdad y vida, sólo puedo hacerlo a través de Jesús. Por lo que Dios hizo por mí al sacrificar Su Hijo para morir por mí, he llegado a reconocer la necesidad de ser menos egoísta. La verdad es que, si me dejaran a mis propias inclinaciones, pasaría la vida haciendo todo aquello que me agrada a mí. Iría a donde yo quisiera, cuando yo quisiera y haría lo que yo quisiera sin tener en cuenta a los demás. En lugar de crear un hogar y una vida para mi esposo, hijos y nietos, haría el hogar y la vida que mejor se adaptaran a mí misma. Me sentiría abrumada por mis adicciones (la comida) y mis inclinaciones (el control). Cantar en el grupo de adoración, enseñar clases de Biblia a los niños pequeños y servir en el ministerio de mujeres en mi iglesia no tendría sentido. Ministerios cercanos y queridos para mí como Ciudad de Ángeles y el Ministerio Hermana Rosa de Hierro serían intrascendentes. Mi trabajo, mi vida social y mis pasatiempos se centrarían únicamente en mi propio beneficio y no en cómo puedo hacer esas cosas para servir a los demás.
Para ello, confío en gran medida en mi relación con Dios. He llegado a apreciar que mi relación con Dios me mantiene enfocada en lo que realmente importa. Me mantiene cimentada en cosas más santas y garantiza que esas cosas tengan prioridad porque “el que va tras la justicia y el amor halla vida, justicia y honra” (Pr. 21:21).
A través de Jesús, he llegado a conocer a Dios más libre e íntimamente. Valoro mi relación con Jesús porque, sin Él, no conocería a Dios. Jesús dijo: “el Padre está en mí y yo estoy en el Padre” (Jn. 10:38), de modo que conocer a Jesús es conocer a Dios. Personalmente, no sé quién sería de otro modo. Lauren Daigle expresa bellamente en su canción: “Thank God I Do [Gracias a Dios, lo sé]”, el valor de conocer a Jesús:
Eres mi lugar seguro, mi escondite
Eres mi ancla, mi gracia salvadora
Eres mi constante, mi estabilidad
Eres mi refugio, mi oxígeno
No sé quién sería si no te conociera, probablemente caería al abismo.
No sé adónde iría si alguna vez me dejaras ir, así que mantenme en Tus manos.
No sé quién sería si no te conociera. Gracias a Dios, lo sé.
Es por Jesús que podemos afirmar la posibilidad de que todos “tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn, 10:10 NVI). ¡La vida abunda gracias a Jesús! Disfruto ese pensamiento porque significa que aunque no todo es siempre bueno en la vida, la vida es siempre buena. Y porque tengo una relación con Dios, puedo sentirme menos estresada cuando la vida va mal. ¡De verdad lo intento!
“Estén siempre alegres. No cesen de orar. Manténganse en constante acción de gracias, porque esto es lo que Dios quiere de ustedes como cristianos” (1 Ts. 5:16-18 BLPH).
Como en cualquier relación valiosa, debemos ser conscientes de lo que es necesario para mantener la relación fuerte. Crezco espiritualmente cuando busco a diario conocer mejor a Dios. Mis estudios bíblicos, mi tiempo de oración y mis relaciones con otras mujeres de Dios me ayudan a fomentar mi relación con Él (1 Ti. 4:13-16; Tit. 2:3-5; Sal. 119:1-2; Sal. 18:6; Sal. 15:29). Y he descubierto que cuanto menos tiempo dedico a fomentar mi relación con Dios, más probable es que mi vida se complique, o al menos, más probables es que sienta ansiedad por esas complicaciones. Al fin y al cabo, es una estrategia del enemigo para distraerme de crecer en mi relación con Dios. Dios es digno de mucho más en nuestra relación que de que nos preocupemos por la vida. Y ningún problema humano es mayor que el poder de Dios para superarlo.
“Nada en los asuntos de los hombres es digno de gran ansiedad.” (Platón)
¿Qué pasos vas a dar para acercarte a Jesús? ¿Y por tanto a Dios?