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Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
Sin embargo, todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa de Cristo. Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo y encontrarme unido a él. No quiero mi propia justicia que procede de la Ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe. Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte. Así espero alcanzar la resurrección de entre los muertos. (Fil. 3:7-11)
Pablo, el escritor de la mayoría de las epístolas, hace una gran defensa de su fe en el tercer capítulo de su carta a los Filipenses. En los versículos anteriores, enumera los elogios de su currículo espiritual. Sabemos por Hechos 9 que era perseguidor extremo de la iglesia. Era fariseo y un maestro de la ley bien capacitado (por Gamaliel). Pero nada de eso le importaba.
Lo que más le importaba a Pablo no era su compromiso con los atributos de su propio carácter, entrenamiento ni experiencia. Al contrario, los consideró como nada, basura, una suciedad en la suela de su sandalia… en comparación con el incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, su Señor.
Padres han sacrificado todo por sus hijos. Extraños han donado órganos o sangre para la salud de otro. Personal de primeros auxilios han enfrentado condiciones peligrosas para salvar una vida. ¿Por qué?
Por compromiso.
Un padre sacrifica por el compromiso de amor que tiene hacia su hijo. Donantes demuestran un compromiso a amar y ayudar a otros. Los de primeros auxilios se comprometen a un trabajo peligroso, muchas veces por seguir el ejemplo de aquellos cuyas acciones salvaron a otro de un peligro.
Compromiso total. Sin vuelta atrás. Sin dejar que el temor gane.
En los cuatro evangelios y en el libro de los Hechos, vemos cómo seguidores de Cristo demuestran su compromiso total: económicamente (Hch. 4:34-37), ocupacionalmente (Mt. 4:20) y relacionalmente (Lc. 14:25; Mt. 25:35-40). Los discípulos son llamados a ser seguidores comprometidos, siempre y en todo sentido.
¿A qué se parece ese nivel de compromiso en las Escrituras? ¿Cómo vemos ese tipo de compromiso a Cristo hoy en día?
Este año, exploraremos ejemplos bíblicos e historias de nuestras vidas que demuestran estar “Comprometidos a Cristo, 24x7 en 2024.” Dado que febrero es el mes de oración, nos enfocaremos en estar “Comprometidos en oración.” Otros meses incluirán tópicos cómo, “Comprometida a confiar y obedecer,” “Un corazón comprometido” y “Comprometida con otras en Cristo.”
Los martes reflejarán un punto fundacional o historia bíblico. Los jueves tendrán un paralelo al énfasis bíblico, resaltado por una historia de hoy día.
Y dado que no sólo nos comprometemos a Cristo, más también a Sus enseñanzas, habrá versículos bíblicos incluidos con cada artículo. Este mes, exploraremos Filipenses 3:7-11, nuestros versículos lema, con más profundidad.
¡Nos encantaría escuchar de ti al desarrollar este tema! ¿Qué significa para ti estar comprometida a Cristo 24 horas al día, 7 días a la semana, en el año 2024? Comparte un video, menciónanos en un post o envíanos un correo con tus respuestas. ¡Celebremos nuestro compromiso al Señor y Salvador Jesucristo!
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Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
“Enseñando y aprendiendo a través de las relaciones” fue el tema para el año 2023. Gracias a las muchas escritoras cuyas voces lo expandieron a través de las Escrituras y a las que compartieron sus propias historias sobre cómo la práctica se llevaba a cabo.
Relaciones, sean formales o informales, forman un ambiente para enseñar, aprender, modelar y mentorear. Con el tiempo, esas relaciones se profundizan. Pero ninguna relación puede profundizar sin comprometerse con esa relación.
Luis y Faby Gómez y yo, juntos con otros venezolanos que sirvieron brevemente, colaboramos para establecer una nueva congregación en el este de Caracas. Pronto, comparamos el nacimiento de una nueva iglesia al nacimiento de un hijo. Y cuando uno forma parte de ese proceso, ya es familia de por vida.
Nos mantuvimos en los momentos más altos y los más bajos. Como congregación nueva, oramos y partimos el pan juntos, compartimos comida y tiempo en la Palabra, siempre en comunión. Como equipo, caminamos fatigosamente por las desafiantes trincheras de persecución, las amenazas de vecinos y los tropiezos de bebés en Cristo aprendiendo a caminar en Él. Enseñamos, aprendimos y crecimos. Cometimos errores y perdonamos.
En algunos momentos de desesperación profunda y persecución, recuerdo reflexionar sobre si continuar o no. Con mucha oración, afirmamos el compromiso hacia Dios y los otros individualmente y como grupo. Íbamos a perseverar, mantener el camino y confiar en Dios en medio de las pruebas.
Más de 20 años después, reflexiono sobre esos primeros años y la profundidad de relación familiar que mantengo con mis amigos Luis y Faby y sus hijos, Daniel y Andrés. Como me mudé a Venezuela cuando Daniel sólo tenía 7 meses, no me sorprendió que su primera palabra fuera, “Chel” (su nombre de tía para mí).
Esa profundidad de relación y conocimiento íntimo no se da de un día para otro. Requiere compromiso, sacrificio y vulnerabilidad.
Hasta que la pandemia paró mis viajes, pude ver y seguir en la obra del Reino junto con la familia Gómez presencialmente, durante al menos una semana por 16 años seguidos. Si Dios quiere, estaré nuevamente con ellos de visita en agosto del 2024.
¡Estoy eternamente agradecida por Luis, Faby, Daniel y Andrés… y gracias a Dios, por docenas más de amistades profundas como colaboradores en el Reino (Fil. 1:5-6)! Una historia y un patrón de transparencia fueron establecidos y seguidos como hermanos y hermanas en Cristo. Muchas relaciones no han sido fáciles, pero con Dios en el centro, han sido posibles… por nuestro compromiso mutuo.
El compromiso a Dios y el compromiso a otros son necesarios para profundizar relaciones.
Al hacer la transición entre un énfasis en “Enseñar y aprender a través de las relaciones,” te quiero animar a mantener esas lecciones en mente. “Comprometida con Cristo, 24x7 en el 2024” no se puede lograr sin las relaciones.
La mayor profundidad de relación ilustrada fue la entre Padre e Hijo cuando Jesucristo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn. 1:1, 14).
Te desafío hoy a renovar tu compromiso a enseñar y aprender a través de la relación más vital como seguidores de Cristo. Por ese compromiso, la profundidad vendrá. El tiempo, la comunicación y las experiencias compartidas enriquecerán una relación profunda con el Dador de vida. Es en Él “vivimos, nos movemos y existimos” (Hch. 17:28).