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Escrito por Nilaurys Garcia, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Canadá
Todos necesitamos personas que nos nutran, personas con las que podamos contar en los momentos más necesarios, tanto buenos como complicados. El saber que no estamos solas y que podemos contar con alguien, nos llena de fuerzas para afrontar muchas situaciones. En la mayoría de los casos, estas personas pueden ser nuestra familia, pero muchas encontramos ese apoyo en amigos, esa familia que podemos escoger y darle acceso a lo más vulnerable de nuestro ser. Algo que aprendí hace varios años es que las buenas amistades son importantes. El tener a las personas correctas a nuestro lado puedo lograr que nos sintamos seguras, amadas y que logremos nuestras metas mientras estamos en paz. Por el contrario, al estar con personas que nos drenan, agotan e influyen negativamente en nosotros puede llevarnos a tomar malas decisiones y alejarnos de lo esencial, tal como lo dice Proverbios 18:24 “Hay amigos que llevan a la ruina y hay amigos más fieles que un hermano” (NVI).
Este año, en especial para mí, ha estado centrado en conexiones, en cultivar amistades y relaciones que me ayuden a conectar con quien soy y especialmente a conectar con Dios. Lo que he aprendido, y por lo que estoy especialmente agradecida, es que poder compartir experiencias, consejos y el mismo amor hacia las cosas espirituales te complementa de una manera que no otra relación puede hacerlo. Si hay alguien especial que en este momento viene a tu mente, el Señor te ha bendecido en gran manera y te invito a que tomes unos minutos para agradecerles por su amistad, y a Dios por ponerlos en tu camino.
Agradezco a aquellos que me han dado una palabra de aliento cuando más lo necesitaba, a ese mensaje que llegó sin esperarlo que decía, “Me acordé de ti y oré para que estuvieras bien”. Agradezco a esas amistades que, aunque hayas hecho tu mayor esfuerzo para aparentar que estás bien, pueden verte a los ojos y decirte, “Voy a orar por ti y cuando estés lista estaré ahí para escucharte”. Agradezco a aquellas amistades que se han vuelto parte de mi familia, mi vida y mi ser, que no tienen problemas para sentarse conmigo, con amor, sólo buscando mi bienestar y sobre todo con mucho respeto me pueden hacer ver lo no estoy haciendo bien o debo mejorar. Agradezco a esas amistades íntimas que celebran mis logros porque saben el esfuerzo que se necesitó, que saltan de alegría conmigo y saben cómo secar las lágrimas en los momentos de dificultad. Siempre que converso este tema, imagino que sus oraciones, palabras de aliento y amistad tienen el mismo efecto que los brazos de Aaron y Hur tuvieron con Moisés hasta la puesta del sol (Éx. 17:12).
Particularmente, no necesito conversar diariamente con estas amistades, pero sí están presente en mi vida y me han marcado tan profundamente. Son a quienes acudo en esos momentos de inmensa alegría y extrema dificultad. Soy grandemente bendecida de tener amistades que tienen las mismas creencias espirituales, que su presencia en mi vida, ayudan a que cada día me acerque más a la presencia de nuestro Dios y me desafían a ser una mejor versión de mí misma. Estas amistades son las respuestas a las oraciones que he hecho de que siempre podamos mantenernos en Su camino y que envíe a aquellos que no tengan miedo de ir a buscarme hasta donde sea que me haya desviado.
A ti, amiga, gracias por mostrarme el amor de Dios en todo momento, gracias por estar dispuesta a compartir mis luchas y cargas, gracias por ser el soporte que necesito para acercarme a Dios cada día más.
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Escrito por Deanna Brooks, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas (EE.UU.)
“Te necesito.” Dios no nos creó para vivir aislados. Sabía que nos necesitábamos para acompañarnos, animarnos y rendirnos cuentas unos a otros.
Pedro escribe que Satanás, como león rugiente, anda buscando a quién devorar (1 Pe 5:8). En la naturaleza, el animal separado de la manada es el que corre peligro de ser atacado. Los depredadores rara vez atacan a un animal protegido por otros.
De la misma forma, una persona que no tiene amistades espirituales corre más riesgo de andar por el camino equivocado en la vida.
Algunos amigos nos acercan a Jesús. Nos ayudan a convertirnos en lo que sabemos que Él quiere que seamos.
Si nuestros amigos no tienen nada más de qué hablar que de deportes, películas u otras actividades del mundo, entonces no pueden alentar nuestro caminar espiritual. Algunos amigos nos desafían constantemente a ver cómo de cerca podemos caminar del pecado sin que nos atrapen o nos dicen que realmente no importa… alejándonos del camino que estamos tratando de caminar.
Las Escrituras nos dan ejemplos de varias amistades.
David y Jonatán – un pastor y un príncipe, cuyas almas estaban “entretejidas.” Jonatán no parecía estar celoso de que David fuera a ser el próximo rey en lugar de él. Cuando David se escondía de Saúl, Jonatán lo encontró, “No tengas miedo—le aseguró Jonatán—, ¡mi padre nunca te encontrará! Tú vas a ser el rey de Israel, y yo voy a estar a tu lado” (1 Sam 23:17 NTV).
Natán y David – un profeta dispuesto a confrontar el pecado y un rey dispuesto a aceptar la corrección. Cuando Natán dijo “¡Tú eres ese hombre!” (2 Sam 12:7), la respuesta de David fue, “He pecado contra el Señor” (2 Sam 12:13). Natán continuó siendo un apoyo y un amigo durante toda la vida de David, y vemos esa cercanía cuando David y Betsabé llaman a un hijo “Natán.”
Pablo y Timoteo – un misionero que comenzó a mentorear a un joven, llamándolo “mi hijo en la fe” (1 Tim. 1:2).
Bernabé y Marcos – parientes, el mayor de ellos con el deseo de darle al menor una segunda oportunidad en la obra misionera (Hch. 15). Todos necesitamos una segunda oportunidad en algún momento dado.
Noemí y Rut – suegra y nuera unidas por la angustia (el libro de Rut). Apoyarse mutuamente en tiempos difíciles crea un vínculo que nunca se olvida.
Elías y Eliseo – profeta de más edad que entrenó a un profeta más joven (2 Rey. 2) que seguiría sus pasos.
Después, también leemos sobre amistades que no sacaban a relucir el lado espiritual.
Roboam y sus jóvenes amigos – le aconsejaron que fuera más duro que su padre Salomón, lo que provocó la división del reino (1 Rey. 12).
Acab y Jezabel – esposo y esposa que parecen haberse animado mutuamente en el mal (1 Rey. 18-21).
La vida tiene subidas y bajadas, giros y vueltas que a menudo no hemos planeado y no esperamos. Cuando llegan, podemos perder el enfoque y sentir que nuestra fe está siendo atacada. Un buen amigo puede ayudarnos a reenfocarnos y superar lo que sea que ha sucedido.
Primera de Corintios 15:33 nos dice “No se dejen engañar: Las malas compañías corrompen las buenas costumbres.” Es importante elegir sabiamente nuestros compañeros.
Pablo también escribe en 2 Corintios 6:14: “No formen alianza con los incrédulos.”
A veces caminamos por una delgada línea entre querer ayudar (mentorear) a alguien que lo está pasando mal y permitir que sus luchas nos afecten. La realidad es que es más fácil hundir a alguien que levantarlo.
Cuando tenemos amigos que nos alientan a pensar en el bien (Fil. 4:8) y a desarrollar los frutos del Espíritu (Gá. 5:22,23), tenemos a alguien que nos ayudará a caminar en los pasos de Jesús y recibir la corona de la vida.
¿Qué relaciones espirituales estás nutriendo en tu vida?