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Escrito por Deanna Brooks, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
Luchas… la vida puede ser dura. Podemos planificar, pero luego sucede algo que cambia esos planes, y no siempre es por algo que hemos hecho que haga que nuestros planes no funcionen como esperábamos; a menudo es algo sobre lo que no tenemos control.
Entonces, ¿dónde nos deja esto?
Podemos enojarnos y amargarnos, o podemos intentarlo de nuevo. Es fácil decir: “Recoge los pedazos y sigue adelante.” Es más difícil cuando yo soy la persona que recoge los pedazos y trata de tomar la mejor decisión sobre qué hacer a continuación cuando parece que todos los caminos están bloqueados.
Thomas Edison necesitó 2.774 intentos hasta conseguir el filamento adecuado para la bombilla, uno que ardiese durante más de unos pocos minutos.
Cuando un asistente se quejó de que no estaban aprendiendo nada, su respuesta fue: “Oh, sí. Hemos aprendido más de 2.000 formas que no funcionan.”
¿Podemos imaginar un mundo sin bombillas? Es algo que damos por sentado… como una necesidad… pero ¿cuán diferentes serían nuestras vidas si él se hubiera rendido?
Tener una actitud positiva al observar lo que podría considerarse un fracaso nos ayudará a solucionar el problema.
Cuando una mariposa sale de la crisálida, lucha. Sus alas están débiles y húmedas, pero es al romper esos hilos de seda que las alas ganan fuerza, permitiéndole volar. Si alguien intenta ayudar cortando los hilos de seda de la crisálida, la mariposa morirá en cuestión de minutos. Necesita esa lucha para estar sana.
Es en nuestras luchas que crecemos… incluso aunque no nos guste el proceso.
Romanos 5:3-5 dice:
Y no solo en esto, sino también en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado.
Sufrimiento… perseverancia… carácter… esperanza.
Las luchas financieras pueden hacernos más compasivos con quienes tienen menos que nosotros y nos ayudan a aprender a hacer presupuestos.
Las luchas por la salud nos hacen sentirnos agradecidos por la atención médica y por una mejor salud cuando llega.
Las luchas en las relaciones nos ayudan a apreciar a aquellos amigos o familiares que nos animan.
Piensa en las luchas que experimentaron algunos de los personajes de la Biblia:
Noé y su familia perdieron a todos sus conocidos en el diluvio. Cuando se abrió la puerta del arca, entraron en un mundo donde no había nadie más.
Sara era estéril, deseaba tener un hijo y su sierva se burlaba de ella.
Noemí perdió a su marido y a sus dos hijos mientras vivía en una tierra extranjera.
David se encontró en un lugar oscuro, lejos de sus días de pastor y de su gloria como rey después de tomar la esposa de otro hombre.
Elías fue odiado por Jezabel y huyó después de una experiencia en la “cima de la montaña” en el Monte Carmelo.
Daniel fue uno de los numerosos adolescentes capturados y llevados a una tierra extranjera… lejos de familiares y amigos.
El apóstol Pablo habla de sus luchas en 2 Corintios 11:24-29, pero aún pudo escribir:
“Somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Ro. 8:37).
“Pero el Señor es fiel, y él los fortalecerá y los protegerá del maligno” (2 Ts. 3:3).
El escritor de Hebreos da esta seguridad: “fiel es el que hizo la promesa” (Heb. 10:23).
Pertenecemos al Padre y Jesús intercede por nosotros. Cuando surgen dificultades, debemos recordar las palabras escritas hace mucho tiempo por David: “El Señor está conmigo y no tengo miedo; ¿qué me puede hacer un simple mortal?” (Sal. 118:6)
Tenemos la seguridad de que Dios es fiel, que Jesús es nuestro Abogado y que el Espíritu vive en nosotros, ¡así que usemos estas luchas para vivir como “hijos de Luz”! (Ef. 5:8)
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Escrito por Aileen Bonilla, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Ecuador
“Y prometo serte fiel en la salud y en la enfermedad, en la abundancia y en la escasez, amarte y respetarte todos los días de mi vida hasta que la muerte nos separe”
Todas conocemos estas hermosas palabras, ya sea porque estemos casadas, o si no lo estás, estoy segura de que las has escuchado en alguna película. De la misma manera Dios utiliza el lenguaje humano para poder comunicarse mejor con nosotros. Utiliza nuestras tradiciones y una de ellas es el voto matrimonial, esas promesas que le hacemos a nuestro futuro esposo. De hecho, Dios usa el matrimonio para comparar la relación que debemos tener con Él.
Él desea que lo veamos como un Esposo al que buscamos agradar en todo momento. Con un amor apasionado, respetuoso, fiel e inquebrantable. Por tal razón, para Dios la fidelidad es muy importante, ya que ésta “medirá” nuestra fe. Pero, ¿a qué me refiero con fidelidad? Esta palabra proviene del hebreo “emet” que se asocia con una bondad paternal. Esta cualidad o atributo es propio de Dios y se recibe gratuitamente. Además, esta cualidad da solidez a la relación personal que tengamos con nuestro Creador.
Resulta fácil entender que tenemos un Dios fiel a Sus promesas, sabemos que, si Él nos dice que no nos faltará alimentos, debemos creerle y dormir tranquilas. Sin embargo, cuando somos nosotras probadas en fidelidad debemos estar atentas si de verdad estaremos para Él en todo tiempo. Si bien es cierto que este atributo le pertenece a Dios por naturaleza, Él desea que nosotras le seamos fiel sin importar las circunstancias que estemos atravesando.
Para mí, es un tema complejo de hablar, durante este tiempo de misión junto a mi esposo, Dios nos ha probado en este aspecto. Nuestras circunstancias monetarias han sido difíciles y al principio de la misión, la salud de mi hijo mayor estuvo deteriorada. Sin embargo, tratábamos de luchar día a día con el desánimo que muchas veces se quería adueñar de nuestras mentes.
A pesar de las circunstancias adversas y de los desiertos que permite Dios en nuestras vidas debo de reconocer que esos procesos dolorosos nos enseñan mucho, incluso a orar, no más intensamente, sino a saber pedir. Por lo general oramos para que Dios nos resuelva todos nuestros problemas, pero no oramos para que Él nos dé sabiduría y buscar una solución (Sant. 1:5).
La fidelidad es un don que debemos pedir cada día porque nuestra naturaleza es ser lo contrario, podemos observar cómo el pueblo de Israel era constantemente infiel a Dios a pesar de haber visto todos Sus prodigios.
En este tiempo he podido ver lo fácil que las personas van atrás de otros dioses viéndose reflejado en la falta de compromiso hacia Dios. No desean conocer a su Señor, o a su Esposo. No desean estudiar su Palabra y vivir asombradas con todo lo que Él ha hecho, sino que viven maravillados de lo terrenal. Por eso Dios demanda que lo amemos por sobre todas las cosas (Dt.6: 5-9). No con un amor religioso, sometidos a rituales, sino con un amor puro y sincero. Como el amor de una novia, siempre tierno, siempre fresco.