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Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
Después de nueve meses de espera, ¡por fin llegó! No era un bebé, pero se sintió como “mi bebé” en el momento. A finales de abril 2014, después de haber hecho todo el papeleo para que el Ministerio Hermana Rosa de Hierro fuera registrada como una entidad sin fines de lucro en los EE.UU., nuestra carta de aprobación llegó. Ya definitivamente éramos un “501(c)(3)”, retroactivo a la fecha de nuestro inicio, el 26 de julio, 2013.
La mayoría de las personas no brincan de alegría al recibir una carta del gobierno, especialmente del departamento de impuestos. Ese día, ¡sí lo hice! Saltando sobre aire desde donde se recogía el correo hasta la casa, ¡no podía dejar de brincar, gritar, ni contener mi emoción! Pero más nadie estaba en casa. No había con quién compartir mi gozo.
Los dos perros grandotes que pertenecían a mi hermana y mi cuñado notaron la celebración y comenzaron a brincar también, fácilmente llegando a mi altura. Agradeciéndoles por su exuberancia, clarifiqué que le emoción no era para ellos. Retirándome a un lugar sin perros, debatí a quién llamar primero, alguien que compartiría mi gozo suelto.
No quería celebrar sola. Nadie quiere celebrar a solas. Los que nos han acompañado en la lucha, juntos celebramos más en la victoria.
Se ve ilustrado bellamente a través de las tres parábolas de Lucas 15: La oveja perdida, la moneda perdida, y el hijo perdido (el hijo pródigo).
El pastor, después de perder una de sus cien ovejas, deja el rebaño y anda buscando la que se extravió.
“Y cuando la encuentra, lleno de alegría, la carga en los hombros y vuelve a la casa. Al llegar, reúne a sus amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo; ya encontré la oveja que se me había perdido’.” (Lc 15:5-6)
Lo mismo pasa con la mujer que se perdió una de sus diez monedas. “Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: ‘Alégrense conmigo; ya encontré la moneda que se me había perdido’.” (Lc 15:9)
No es coincidencia que cambas parábolas concluyen con la interpretación directa de la parábola: que hay gran regocijo en los cielos sobre un pecador que se arrepiente.
No hay nada más bello que celebrar juntos en un bautismo, nada más precioso que alguien que haya regresado a Dios y a Su familia después de extraviarse. ¡Aleluya! ¡Amén!
He probado el gozo y llorado lágrimas de agradecimiento al regreso de una hija querida a su Padre. Pero también he estado en las trincheras de oración a toda hora de la noche por quienes han abandonado lo que sabían para perseguir otras distracciones, deseos o dioses de “d” minúscula.
Si eres tal persona extraviada, por favor, sé que los brazos abiertos de nuestro Padre celestial están esperando tu regreso. Y que estaremos allí con Él y con los ángeles, ¡regocijándonos! ¡No podemos esperar celebrar tu redención juntos!
Si eres tal persona que tiene a alguien cerca de ti que se ha extraviado del Camino, mi sentido pésame. Es una gran pérdida y tristeza que nadie quiere experimentar. Sin embargo, te ofrezco la esperanza de la resurrección. Mientras estás pasando por el duelo (quizás por un hijo que ha abandonado la enseñanza que proveíste), quiero que sepas que no estás sola. Y por favor, sé que nosotras como Hermanas Rosa de Hierro están aquí para orar contigo y para luego celebrar contigo cuando vuelve el hijo. Dios lo ama más que tú y ¡está esperando iniciar esa celebración!
“…para celebrar un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ha sido hallado”. Así que empezaron a hacer fiesta.” (Lc 15:23b-24)
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Escrito por Elina Vath, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Ohio
He intentado sentarme y escribir varias veces. Me he preguntado qué motivos me llevaron a elegir el tema de “relaciones tóxicas: aplicación personal”. No llamaría a lo que siento "bloqueo del escritor" porque es más bien una "parálisis del escritor". Describir lo que Dios me ha enseñado a través de mi experiencia con relaciones tóxicas significa cavar hoyos rellenos y cubiertos con pasto. Significa ir a lugares donde nunca quisiera regresar.
Pero Jesús. Mi mente va hacia Él.
Jesús no olvida Su relación con esos hombres conocedores vestidos con túnicas elegantes que se suponía que lo respaldarían y que en lugar exigieron lo asesinaran. No olvida que uno de Sus amigos más cercanos lo vendió por una pequeña bolsa de monedas. Más bien, Jesús se aseguró de que estas relaciones tóxicas fueran documentadas múltiples veces, por múltiples personas, y preservadas a lo largo de los siglos para que millones de personas las supieran.
El conjunto de pruebas de que Jesús estaba recibiendo la toxicidad de quienes lo rodeaban es extenso.
Nadie conoce el narcisismo, la manipulación, el engaño y la traición como Jesús. Aquellas de nosotras que tenemos experiencia directa con cualquiera o todas estas formas de disfunción podemos afirmar que Aquel a quien seguimos sabe exactamente cómo se siente. Servimos al Dios-hombre que ve nuestro sufrimiento, la traición y el dolor, y siente empatía. Si algo de lo que escribo me da consuelo, que sea esto: cuando nos acercamos a Él en oración, hablamos con Él y le derramamos nuestro corazón. Él siente nuestro dolor y luego promete darnos una paz que está más allá de toda comprensión.
Pero ¿qué hay de mí?
Vivimos en un mundo caído donde constantemente navegamos por la toxicidad en nuestras relaciones. Y ninguna de nosotras es inocente de exhibir comportamientos tóxicos. Todas hemos dicho o hecho cosas de carácter tóxico. Quizás fuiste la instigadora, quizás estuviste reaccionando a algo que te lastimó. Cualquiera que sea la situación, identificar tus propios rasgos tóxicos es una gran parte del proceso de curación. Puedo decir por mí misma que crecer y decidir, “ya no soy quien solía ser”, me ha empoderado. Así que acepta el poder de Dios para transformarte y disfruta de ser alguien diferente ahora, alguien que se parece un poco más a Jesús.
Pero ellos no han cambiado.
Hay momentos en los que las relaciones tóxicas no pueden eliminarse por completo de tu vida. Cuando esto suceda, el proceso de curación se repetirá. Y otra vez. Y otra vez. Porque el dolor, la manipulación, etc., no cesarán. Pero recuerda, has cambiado. Ves a través de la toxicidad. Has cambiado los patrones de tu comportamiento. Ya no procesas las dagas de la misma manera que antes y ya no tienen el mismo efecto en ti. No dejes que las repetidas experiencias negativas te desgasten. En cambio, considéralas como oportunidades para fortalecerte y desarrollar tu carácter. Verás que, con el tiempo, la curación llegará más rápidamente.
Pero a veces soy débil.
Te escucho, hermana. Ambas daremos un paso atrás. Ambas tendremos momentos en los que volveremos a ser como solíamos ser. Pero espera. Mejorarás en controlarte a ti misma y, al poner tu debilidad a los pies de Dios, Él te dará lo que necesitas a cambio. No te desanimes en los momentos de debilidad. A Dios no se le acaba la misericordia y la gracia, y le encanta que acudas a Él en busca de ayuda.
Mi corazón está contigo. Lamento que te hayan lastimado. ¡Te ánimo mientras sanas!