Nos encanta construir relaciones. Suscríbete a nuestro blog para recibir ánimo semanal en tu bandeja de entrada de correo electrónico.
Etiquetas
Búsqueda
Compras en línea
Nuestros libros, recursos gratis, tarjetas, botellas de agua, y más
Blog
Más entradas del blog abajo
- Detalles
Escrito por Kara Benson, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Alabama (EE.UU.)
Una linda consejera de un campamento (a la que llamaremos Elizabeth) compartió conmigo una anécdota digna de recordar. Elizabeth había estado casada previamente, pero su marido, tristemente, cayó en pecado y decidió marcharse con otra mujer. Después de algún tiempo, la otra mujer se interesó por Jesús. Insegura sobre a quién más preguntar, se acercó a Elizabeth. Elizabeth me dijo que nunca olvidará sentarse con ella en su cocina, compartiendo el evangelio con la mujer que le había robado a su marido y causado estragos en su vida. Era lo más difícil que jamás había hecho. Pero salvar un alma era más importante que su corazón roto; dejó de lado sus sentimientos heridos por un propósito mucho mayor.
Elizabeth se mantuvo a cierta distancia de la otra mujer para proteger su corazón. Está bien y es sano establecer límites con otras personas. En su podcast Excel Still More [Sobresal más todavía], Kris Emerson describe cómo el apóstol Pablo hizo precisamente eso. A dos compañeros de viaje misionero en los que Pablo había confiado previamente, ya no les permitió viajar con él después de que lo abandonaron: Demas y Juan Marcos. Después de viajar con Pablo y participar en su ministerio, Demas lo abandonó “por amor a este mundo” (2 Tim. 4:10 NVI). En su carta anterior, Pablo afirmaba que Dios “quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad” (1 Tim. 2:4). En 2 Timoteo 4:16, vemos un deseo de misericordia hacia aquellos que lo habían abandonado. A pesar de su deseo, Pablo ya no podía confiar en Demas y le advirtió a Timoteo sobre él.
Puede haber cristianos en quienes no podemos confiar debido a sus continuas malas decisiones. Todavía los amamos y nos importan. La pérdida de confianza no es ni desear ni determinar la condenación; más bien, poner límites es protegernos. La escritura enseña “no se dejen engañar: las malas compañías corrompen las buenas costumbres” (1 Cor. 15: 33). No queremos influencias nocivas en nuestras vidas. Tener relaciones cercanas en las que podamos influir en alguien hacia Jesús sin dejarnos desviar requiere equilibrio. Segunda de Corintios 6:14 nos instruye a no unirnos en yugo desigual con los incrédulos. Podríamos pensar que somos lo suficientemente fuertes, pero puede que ese no sea el caso.
Por lo tanto, necesitamos trazar y mantener límites. Aquellos que están al otro lado de esos límites siguen siendo personas valiosas. Jesús enseña que los dos mandamientos más importantes son amar a Dios y amar a nuestro prójimo (Mc. 12:28-31). Cuando se presente la oportunidad de mantener este equilibrio y enseñar la verdad, debemos seguir el ejemplo de Elizabeth y aprovecharlo.
En Eclesiastés, se nos recuerda el valor de las relaciones mutuas en las que “si caen, el uno levanta al otro” (Ec. 4:9-12). Aquellos a quienes tenemos cerca deberían “levantarnos” fomentando nuestra fuerza y devoción. Podemos escuchar sus consejos y confiar en ellos, porque “el que con sabios anda, sabio se vuelve” (Prov. 13:20). Estas son las personas con las que nos comunicamos regularmente y con las que nos sentimos seguros. Al formar relaciones con personas dignas de confianza y sabias, construimos un sistema de apoyo que fortalece nuestra fe y nos da la confianza y la capacidad de influir en otros hacia Cristo.
Debido a su inmenso valor, debemos priorizar construir e invertir en relaciones saludables que podemos haber descuidado. Esto requiere observar y apreciar su carácter positivo, acercarlos y profundizar nuestra relación con ellos. Es posible que necesitemos tomar la iniciativa y descubrir cómo podemos animar también al otro.
Por el contrario, si hay una relación no saludable que te está dañando a ti o tu relación con Dios, es necesario abordarla. Jesús nos enseña sobre cortarnos la mano o el ojo que nos hace pecar (Mt. 5:29-30). Si tienes una relación con alguien que te está conduciendo al pecado o trabajando en contra de lo que estás tratando de hacer para el Señor, es posible que sea necesario ponerle fin. Si no se puede finalizar, limita el tiempo que interactúas con esa persona. Un poco de espacio puede ayudarte a tener una fe más sana y beneficiar a la otra persona. Ora, pide la guía de Dios y lee Su Palabra antes de decidir.
Mientras Pablo y Bernabé se preparaban para su segundo viaje misionero, Bernabé quería llevar a Juan Marcos con ellos. Sin embargo, “a Pablo no le pareció prudente llevarlo, porque los había abandonado en Panfilia y no había seguido con ellos en el trabajo. Se produjo entre ellos un conflicto tan serio que acabaron por separarse” (Hch. 15:38-39).
Pablo no podía confiar en Juan Marcos porque previamente los había abandonado. Más tarde, sin embargo, Pablo pidió que le trajeran a Juan Marcos porque siempre le había sido “de ayuda en [su] ministerio” (2 Tim. 4:11). Con el paso del tiempo, debió de producirse el cambio. De esto podemos aprender que hay esperanza de que se restablezcan las relaciones. Nuestro Dios está en el negocio de la redención y la restauración; unas veces en esta vida, otras veces en la próxima.
No importa el resultado, “sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman” (Rom. 8:28).
- Detalles
Escrito por Francia Oviedo, Asistente creativa del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Honduras
Recuerdo estar sentada en un parque con todos mis amigos. Era común sentarnos allí para charlar, reírnos y aunque pareciera inocente, a veces reírnos de otros. Solíamos tener conversaciones poco útiles o provechosas. Pero ese día pasó algo diferente, yo ya era cristiana, había entregado mi vida a Dios y estaba unida en yugo desigual.
Pero, para empezar, ¿qué es un yugo? Imagínate una pieza de madera con dos arcos en medio, en este arco se pone la cabeza de algunos animales, generalmente bueyes, y al estar sujetados por el timón del arado, ellos tirarán de él para arar el campo y crear surcos en los cuales se pondrá la semilla. Estos surcos deben estar hechos de la misma manera porque sin ellos la semilla no podrá crecer correctamente. Por esto es importante que los dos animales que se ponen en el yugo sean de igual tamaño porque si esto no es así, el trabajo no quedará bien hecho y, sobre todo, ellos podrían lastimarse uno al otro porque uno de ellos podría jalar el yugo con más fuerza que el otro. En el Antiguo Testamento encontramos este versículo, “No ararás con buey y con asno juntamente” (Deut. 22:10).
Pero entonces ¿a qué le llamamos una relación de yugo desigual? Comúnmente se le llama unión en yugo desigual a relaciones de matrimonio cuando una de las partes no es cristiana, pero yo creo que va mucho más allá de eso. Creo que es un tema al que debemos estar constantemente prestándole atención. Estar en yugo desigual puede aplicarse también cuando en nuestra vida estamos siendo influenciados por las creencias, culturas, ideas o ideologías, etc. mundanas, donde no reina la voluntad y santidad de Dios. Muchas veces dejamos que estas cosas guíen nuestra forma de pensar y de comportarnos y terminamos unidas en yugo desigual, olvidando la voluntad de Dios para nosotros.
Volviendo a mi historia, después de entregarle mi vida a Dios y decidir cambiar mi manera de vivir, mi forma de hablar y de expresarme, seguía andando de un lado a otro con mis amigos, quienes seguían haciendo las mismas cosas que yo ya no quería hacer. Ese día en el parque, mientras todos tenían una conversación riéndose de un chico que pasaba y hablando cosas sin propósito para mí, entendí que ese ya no era mi lugar y decidí dejar este ambiente y estas compañías. Y como dice 1 Corintios 15:33, “¡No se dejen engañar! Bien dice el dicho, que «Las malas amistades echan a perder las buenas costumbres.»” Realmente me gustaba compartir con mis amigos, pero ya no era un lugar para mí.
Con esto no digo que tenemos abandonar a su suerte a amigos, pareja, un trabajo o proyecto, pero se trata de entender y respetar nuestro propósito de mantenernos haciendo la voluntad de Dios. Creo que cuando demostramos esta firmeza, que por supuesto se debe hacer con mucho amor y respeto por los otros que no piensan y creen en Dios, podemos mostrar también la luz de Jesús y podremos llegar a ser referentes para ellos cuando necesiten de Dios.
En cuanto a mis amigos, puedo decir que, aunque me alejé un poco de ellos y de ese ambiente poco saludable, seguí en contacto regular con ellos, ya que también sé que mi propósito es compartir el mensaje de Dios, intentando ser luz para ellos, pero guardando siempre mi corazón.
Y bueno, yo ya te conté a lo que tuve que renunciar y te aseguro que esto es algo que debo estar evaluando constantemente en mi vida, ¿qué conversaciones tengo, qué música escucho, qué videos o series estoy viendo? Constantemente debo revisar mi corazón y analizar hacia qué me estoy uniendo en yugo desigual.
Y tú, ¿a qué relaciones, conversaciones, películas, libros, o __________ (espacio en blanco para tú lo nombres) te estás uniendo en yugo desigual? Te animo que en oración con Dios pongas eso en Sus manos y que Él te ayude siempre a guardar tu corazón y a no estar unida en yugo desigual.