Nos encanta construir relaciones. Suscríbete a nuestro blog para recibir ánimo semanal en tu bandeja de entrada de correo electrónico.
Etiquetas
Búsqueda
Compras en línea
Nuestros libros, recursos gratis, tarjetas, botellas de agua, y más
Blog
Más entradas del blog abajo
- Detalles
Escrito por Corina Díaz, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Buenos Aires, Argentina
Hace unos años, me propuse aprender a tocar la guitarra. Soñaba con poder alabar a Dios con mis propias manos, hacer sonar acordes y cantarle con libertad. Practiqué, me frustré, me dolían los dedos, algunas notas salían mal, y me comparaba con otros. En más de una ocasión, pensé: “Esto no es para mí. Nunca voy a ser buena. Nunca voy a ser… perfecta.”
Y entonces esa frase se volvió familiar. Me la repetía en muchas otras áreas de mi vida:
“Pero no puedo ser perfecta…
…como esposa,
…como amiga,
…como hija de Dios.”
A veces, nos exigimos tanto que sintamos que, si no logramos cumplir con un estándar de “santidad” visible, entonces no somos dignas. Nos olvidamos de que la vida cristiana no es una vida de perfección, sino de redención.
Jesús no nos pide perfección. Nos ofrece transformación.
Hay una presión cultural y muchas veces religiosa de “hacerlo todo bien”. Pero Jesús nunca llamó a discípulos perfectos; llamó a pescadores, cobradores de impuestos, mujeres con pasados difíciles, jóvenes impulsivos y personas comunes como tú y yo.
Jesús no espera que lleguemos a Él arregladas, Él nos recibe rotas y nos restaura.
Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad. (2Co 12:9 RVR)
Este versículo cambió mi perspectiva. No tengo que ser suficiente. No tengo que lograrlo sola. Jesús se perfecciona en mi debilidad: en mi torpeza, en mis caídas, y en mi imperfección.
¿La práctica hace al maestro?
Podríamos decir que sí, si entendemos que la práctica no consiste solo en hacer las cosas bien, sino en dejarnos formar por el Maestro. Nuestra práctica es rendirnos cada día, intentarlo de nuevo, y no rendirnos. Hagamos eso no para alcanzar una perfección humana, sino por amor a Aquel que ya nos amó primero.
Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús. (Fil 1:6 NVI)
Dios está trabajando en nosotras, solo tenemos que permitirle hacerlo: entregarle lo que somos, lo que no somos, y lo que no podemos ser; porque cuando lo hacemos, Él obra maravillas.
Quiero compartir contigo esta oración, a la que titulé:
Oración del corazón
Señor Jesús:
Vengo a ti tal como soy.
No perfecta, no suficiente, no capaz por mí misma.
Pero aquí estoy, con mis debilidades, mis fracasos, y mis intentos.
Gracias por no pedirme perfección, sino una relación.
Te entrego mis imperfecciones, mi deseo de control, y mi miedo al fracaso. Enséñame a practicar cada día Tu presencia, Tu Palabra, y Tu gracia.
Y que mi vida sea una obra en Tus manos.
Amén.
- Detalles
Escrito por Liliana Henríquez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Bogotá, Colombia
Cuando escuchaste por primera vez este versículo: “Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto” (Mateo 5:48 NVI), ¿qué pensaste? ¿Lo asociaste con “portarse bien siempre”? No recuerdo con exactitud qué pensé yo, pero probablemente hubiera pensado eso. Esa es una visión bastante simplista de lo que Jesús verdaderamente quería decir.
Hoy, después de varios años siguiendo a Jesús, me doy cuenta de que la santidad no es un destino al que llegamos y permanecemos, sino un camino que vamos transitando día a día.
¡Ojalá fuera un punto de llegada fijo! Pero por experiencia, estoy convencida de que la santidad es un proceso de transformación cuya meta es parecernos cada vez más a Cristo: en sus acciones, en su forma de pensar, de tratar a los demás y de vivir en obediencia a la voluntad del Padre. En otras palabras: Dios nos va perfeccionando poco a poco, de gloria en gloria.
¿Qué implica esto?
Implica que tenemos mucho trabajo por delante.
La versión de nosotras que comenzó esta carrera no puede ser la misma que la que la termine. Deberíamos llegar al encuentro con Cristo siendo mujeres transformadas.
¿Qué podemos hacer?
- Reconocer que seguir a Cristo tiene un costo
Jesús fue claro: seguirle implica entregarle toda nuestra vida (Lc 14:25-33).
Ya no nos mandamos a nosotras mismas; hemos decidido, voluntariamente, dejarnos guiar por Él. - Obedecer con sumisión y amor
Si ya reconocemos que la voluntad del Padre es nuestra prioridad, entonces debemos rendirnos a ella con confianza y amor. - Cultivar una relación íntima con Dios
Somos soldados en un ejército comandado por Dios. Para cumplir con nuestro propósito, necesitamos escuchar sus instrucciones y estar en sintonía con Él a través de la oración, la Palabra y la comunión constante.
Se dice fácil, pero no lo es.
Sin embargo, como bien dice el dicho: la práctica hace al maestro.
Si queremos ser mujeres de fe y santidad, debemos practicar, practicar y practicar…
Hasta que nuestro carácter se fortalezca y nos resulte más natural dar el fruto del Espíritu Santo en cualquiera de sus nueve “sabores”: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio (Gá 5:22-23).
No nos va a salir perfecto al primer intento.
Pero si seguimos esforzándonos con la ayuda del Espíritu, seremos santas como Él es santo.
¡Te animo a seguir avanzando, lo estás haciendo bien!