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Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
La primera vez que oí la frase: “Ella hizo lo que pudo”, pensé que era una observación apaciguadora expresada con un encogimiento de hombros y una actitud desdeñosa. Cuando aprendí que era un versículo bíblico, luego el contexto del versículo, sin mencionar la manera en la que Jesús honra a las acciones de esa mujer, “ella hizo lo que pudo” se convirtió en una frase repetida con mucha profundidad de significado.
Esta historia se cuenta en los cuatro evangelios. Juan revela el nombre de la mujer (12:3), mientras que, para los otros tres, sigue anónima. Leamos la versión en Marcos:
En Betania, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Simón, el que había tenido una enfermedad en la piel, llegó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume muy costoso, hecho de nardo puro. Rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.
Algunos de los presentes comentaban indignados:
—¿Para qué este desperdicio de perfume? Podía haberse vendido por el salario de más de un año de trabajo[a] para dárselo a los pobres.
Y la reprendían con severidad.
—Déjenla en paz —dijo Jesús—. ¿Por qué la molestan? Ella ha hecho una obra hermosa conmigo. A los pobres siempre los tendrán con ustedes, y podrán ayudarlos cuando quieran; pero a mí no me van a tener siempre. Ella hizo lo que pudo. Ungió mi cuerpo de antemano, preparándolo para la sepultura. Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el evangelio, se contará también, en memoria de esta mujer, lo que ella hizo. (Mr 14:3-9, NVI)
Ella hizo lo que pudo. Honró a Jesús al ungirlo como el cordero perfecto en sacrificio.
Jesús pudiera haber usado la misma expresión cuando regañó a los ricos señalando a la viuda pobre que echaba sus dos moneditas.
Nadie puede hacerlo todo. Requiere de todos hacer su parte. Dios nos creó para ser miembros distintos del cuerpo con Cristo la cabeza (1Co 12). Pablo dice a los efesios que el cuerpo no puede funcionar bien sin “la actividad propia de cada miembro” (Ef 4:16).
Se nos hace fácil caer en la trampa de comparación porque quisiéramos servir, dar, orar, enseñar o cantar como otra. Ella hizo lo que pudo.
Practicar como mujeres sabias es hacer lo que podemos, cuando podemos, a nuestra mayor capacidad, en Cristo que nos fortalece (Fil 4:13). Somos sólo instrumentos en las manos del Señor para llevar a cabo Su buena voluntad perfecta.
Hay gracia en la expresión “ella hizo lo que pudo”, porque Dios no me llamó a hacer lo que llamó a aquella otra mujer hacer. Depende de ella ser obediente a nuestro Padre celestial y hacer lo que ella puede.
Durante diferentes temporadas de mi vida, mis acciones de obediencia y sumisión, sacrificio y servicio han sido diferentes, como debería de ser. A los 13 años, hice lo que pude al morir a mí misma y ser bautizada, proclamando a Cristo como el Señor de mi vida. A los 26, hice lo que pude al mudarme a Venezuela para vivir y trabajar con una nueva congregación como misionera. A los 36, renuncié mi trabajo, vendí la casa y lancé el Ministerio Hermana Rosa de Hierro.
Esas son las historias gloriosas de cuando hice lo que pude—los saltos de fe y grandes pasos de obediencia. Las partes más resaltantes parecen maravillosas, pero no reflejan, por ejemplo, la dificultad de levantarme a tiempo los domingos por la mañana para llegar a congregarme. “Ella hizo lo que pudo”, a veces para mí, enfrenta la frustración de una lista de quehaceres no cumplida, una palabra mal dicha, un cumpleaños olvidado, una oportunidad perdida, un pecado cometido o un tiempo precioso perdido.
Las misericordias de Dios son nuevas cada mañana. ¡Grande es Su fidelidad! Su Hijo ya hizo lo que pudo y pagó el precio como el sacrificio perfecto (Ro 5:6-11). Ahora es nuestro privilegio y honor hacer nuestra parte en el Reino.
Hermanas, durante este mes, hagamos lo que podemos, sea en nuestras relaciones con Dios o las unas con las otras, sea para mayor involucramiento con el Ministerio Hermana Rosa de Hierro, comenzar un nuevo grupo pequeño para estudiar uno de nuestros libros, reuniendo un grupo para ver una seria de videos en nuestro sitio web… ¡las posibilidades son infinitas! Te invitamos a oír las palabras de Jesús, honrando a Su hija preciosa en Marcos 14:8, “ella hizo lo que pudo.”
¿A qué te está llamando Dios a hacer?
¿Cómo te podemos animar o equipar para “hacer lo que puedes”?
¿Hay una espina impidiéndote hacer lo que puedes?
¡Habla con una Hermana Rosa de Hierro y trabajen juntas para hacer lo que puedan!
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Escrito por Claudia Perez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Alabama
¿Esta alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Esta alguno alegre? Cante alabanzas. ¿Esta alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvara al enfermo, y el Señor lo levantara; y si hubiese cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oro fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oro, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto. (Stg 5:13-18 RV1960)
Hay momentos sin duda alguna en que nuestras vidas se llenan de aflicción. Hay situaciones en nuestra vida en las cuales nuestro espíritu se llena de amargura. ¿Alguna vez te has sentido así? ¿A quién has acudido en esos momentos? Es triste darnos cuenta como muchas veces recurrimos a todo menos a la oración.
Al estudiar este tema, la oración ferviente de una mujer justa, recordé a una mujer piadosa que oró fervientemente y Dios la escuchó: Ana. Una mujer justa que, teniendo una aflicción y amargura en el alma, oró a Jehová.
Ella con amargura de alma oro a Jehová, y lloro abundantemente. E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar la aflicción de tu sierva, y te acordaras de mí, y no te olvidaras de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón; yo lo dedicare a Jehová todos los días de su vida, y no pasara navaja sobre su cabeza. (1S 1:11)
¿Cuántas veces hemos orado al Señor rogando por aquello que nos aflige? ¿Cuántas veces hemos hecho votos o promesas al Señor? ¿Cuántas veces hemos cumplido esas promesas? Es necesario recordar que la oración de una mujer justa es la que escucha el Señor. Regresando al ejemplo de Ana, la Palabra nos dice que ella oraba largamente delante de Jehová y hablaba en su corazón. “Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Eli estaba observando la boca de ella. Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Eli la tuvo por ebria” (1S 1:13).
¡Cuán importante es orar con fervor al Señor! La oración conlleva vivir una vida piadosa, santa y obediente a Dios. Dios mira nuestros corazones. Dios ve el fervor que hay en nosotras. Recordemos a Elías. Dice el pasaje: “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras y oro fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobe la tierra por tres años y seis meses” (Stg 5:17).
Otro ejemplo es Moisés, quien tenía una comunión intima con Dios. Veamos el pasaje donde Dios habla a Aaron y María después de haber murmurado contra Moisés:
“Y Él les dijo: Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablare con él. No así mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa. Cara a cara hablare con él, y claramente, y no por figuras; y vera la apariencia de Jehová. ¿Por qué, pues, no tuviste temor de hablar contra mi siervo Moisés?” (Nm 12:6-7)
Hemos visto en cada ejemplo el fervor y servicio a Dios, la fidelidad, la obediencia y la confianza en Dios. Hermana, hoy te invito a que juntas nos esforcemos por ser mujeres justas que claman a Dios fervientemente, que cumplen a Dios Sus promesas, que están dedicadas al servicio del Señor, obedeciendo Su Palabra y confiando siempre en Él.
Después de haber estudiado este tema:
- Anota en una hoja; ¿Qué lugar ocupa la oración en tu vida personal, hogar, congregación local? ¿Cómo puedes hacer crecer o florecer la oración en tu vida?
- Describe e identifica qué situaciones en tu vida te alejan de tu tiempo de oración que desees eliminar con la ayuda de Dios y de tus hermanas.
- Únete a una hermana o grupo de oración que te ayuden a ser una mujer justa que ora a Dios.