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Escrito por Kara Benson, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
¿Cuál es tu lenguaje de amor? Cuando era estudiante de primer año en la universidad, mi profesor de Biblia nos preguntó en nuestra clase si sabíamos que Dios tiene un lenguaje de amor. La mayoría de los estudiantes lo miró fijamente mientras algunos echaron el ojo a la sala para ver las expresiones perplejas. Nuestro profesor sonrió, abrió su Biblia en Hebreos 6:10, y leyó, “Dios no es injusto como para olvidarse de las obras y del amor que, para su gloria, ustedes han mostrado sirviendo a los santos, como lo siguen haciendo.” Uno de los lenguajes de Dios es acciones de servicio para Su pueblo. Desde entonces, este versículo se ha hecho unos de mis favoritos porque me ayuda a entender cómo amar a Dios—servir a Su pueblo.
Mi amiga vivió este versículo durante el siguiente año escolar. Durante los exámenes finales, Lydia me preguntó si podía venir a mi dormitorio antes de nuestra prueba de salud y seguridad. Aunque me sentía abrumada y estaba empaquetando para las vacaciones de primavera, le dije que era bienvenida a venir. Cuando entré en la sala de estar, supe que ella había lavado todos los platos sucios y limpió el inodoro de todas las chicas en nuestra suite. ¿Quéclase de amiga hace eso? Una amiga verdadera. Casi deseé que ella no lo hiciera, porque no me sentía merecedora de su amistad. Sin embargo, estoy muy agradecida porque, por lo que hizo, ella me enseñó el servicio.
Hace años, yo leí un libro titulado Love Does (El Amor Hace). Este título se me quedó pegado por la claridad de su mensaje. El amor es ocupado. El amor es activo. El amor no es simplemente tener sentimientos buenos para alguien. El amor hace. Antes de la fiesta de la Pascua, Jesús les lavó los pies a Sus siscípulos (Jn. 13). Cuando terminó, les dijo a Sus discípulos, “Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros” (v. 14). Gálatas 5:13 nos enseña, “[hemos] sido llamados a ser libres; pero no se valgan de esa libertad para dar rienda suelta a sus pasiones. Más bien sírvanse unos a otros con amor.” En vez de dedicarnos a nosotras mismas, dediquémonos a servir a nuestros hermanos y hermanas en Cristo.
Romanos 12:9-13 destaca el servicio como característica del amor. Dice, “El amor debe ser sincero. Aborrezcan el mal; aférrense al bien. Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente. Nunca dejen de ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor con el fervor que da el Espíritu. Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración. Ayuden a los hermanos necesitados. Practiquen la hospitalidad.” Enfoquémonos en versículo 10. ¿Podemos decir honestamente que somos devotas a nuestra familia cristiana?
La devoción a nuestra familia cristiana requiere acción. La fe sin obras está muerta, como aprendemos de Santiago 2:17. Santiago explica que la combinación de las obras de Abraham y su fe se le tomó en cuenta como justicia (2:22). Santiago enfatiza este punto otra vez en versículo 24, enseñando que “una persona se le declara justa por las obras, y no sólo por la fe.” A diferencia de la creencia de los demonios en Dios (como está descrito en versículo 19), la creencia verdadera en Dios se manifestará en nuestras acciones. Jesús enseña, “el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás; así como el Hijo del hombre no vino para que la sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt. 20:27-28).
Anteriormente en Mateo, Jesús nos enseña a “buscar primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas [comida, bebida, ropa], les serán añadidas” (Mt. 6:33). Cuando miramos a nuestras vidas, ¿qué llena nuestro tiempo? Cuando miramos a las semanas y los fines de semana en nuestros calendarios, ¿Qué vemos? ¿Estamos ocupadas buscando primeramente Su reino y Su justicia? ¿O hemos llegado a ser consumidas con las redes sociales, pasatiempos, el viajar, los deportes, y el entretenimiento? Si evaluamos como pasamos nuestras tardes y fines de semana, de verdad, es posible que descubramos que estamos dando demasiado de nuestras horas preciosas a las búsquedas de este mundo en vez de acumulando tesoros en el cielo.
Es posible que no pasemos nuestro tiempo en el pecado. Sin embargo, nuestro enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar (1 Pe. 5:8). Si Satanás no puede convencernos a abandonar nuestra fe, puede distraernos de vivir nuestra fe. No permitamos que las cosas buenas de este mundo nos impidan seguir a nuestro Señor. Que “[tengamos] cuidado de [nuestra] manera de vivir—no como necios, sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno” (Ef. 5:15-16). Recuperemos nuestro tiempo al ayudar al pueblo del Señor y, por consiguiente, mostrar nuestro amor a Dios.
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Escrito por Carolina Pérez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Nueva York
Muchos la conocieron. No era una mujer famosa que salía en televisión, periódicos o revistas, no daba autógrafos ni andaba en autos lujosos, pero su servicio en la comunidad donde vivía hizo que muchos se beneficiaran y ellos sabían muy bien quién era ella. La reconocían en cualquier lugar. Los hombres y mujeres hablaban de ella, y tanto ricos como pobres la buscaban. Un día murió de repente, pero hasta ese hecho favoreció a la gente en su entorno. ¿Qué absurdo no? pero es verdad.
Sí, esta es la historia de una humilde mujer llamada Tabita o más conocida como Dorcas. Esta mujer es sin duda una de las más conocidas al momento de dar una clase o conferencia de mujeres, especialmente cuando se habla del servicio. Casi todas en algún momento hemos escuchado acerca de ella. Tal vez estés pensando, ¡esa historia ya la sé!, pero veamos si juntas podemos descubrir algo más de ella.
Hechos 9:36-42 nos narra esta insólita historia. (Más adelante sabrás por qué me pareció insólita y tal vez estarás de acuerdo conmigo.) Sólo, como dato curioso, quisiera dejarte saber que su nombre significa gacela. Notemos que al principio de la historia ya podemos ver cómo era esta mujer pues se dice de ella que “abundaba en buenas obras y limosnas” (vs.36). Lo cual nos da a entender que no eran actos esporádicos u ocasionales los que hacía Dorcas sino más bien que este era su estilo de vida, es decir, esto era algo cotidiano y normal en su día a día, algo que era parte de ella. Seguramente hacía alusión a su nombre pues, así como una gacela es ágil y rápida, ella servía a los demás con prontitud y sin pensarlo dos veces.
Gozaba de buen nombre en su ciudad y era una mujer reconocida en la sociedad porque ayudaba a todos los que lo necesitaban económica y físicamente, pues buscaba el bienestar de los demás. No sabemos si era económicamente acomodada, pero lo que sí podemos ver es que lo que hacía lo hacía de corazón. No tenemos información de cómo ella llegó a escuchar el evangelio y a aceptar a Jesús como su Salvador, sin embargo, podemos ver que era una mujer de fe. Te parecerá una conclusión un poco precipitada, pero esto lo podemos notar a través de sus obras. En Santiago 2:14-17, podemos ver que una evidencia de que nuestra fe es viva son las obras, no puede ir desconectado lo uno de lo otro. Tal vez Dorcas entendió perfectamente este concepto y no dudó en ponerlo en práctica.
Dicen las Escrituras que esta mujer un día se enfermó y murió de repente. Lo que generalmente se hacía en aquella época era que se preparaba el cuerpo para sepultarlo inmediatamente porque la descomposición no se hacía esperar en un cadáver, mucho menos en un clima cálido. Pero lo que hicieron las personas que estaban con ella en ese momento fue algo inédito, pues lavaron el cuerpo y lo pusieron en una sala. Ellos sabían que el apóstol Pedro estaba en una ciudad cercana llamada Lida y lo mandaron a llamar porque tenían la confianza de que él podía hacer algo. Todos estaban muy tristes por la muerte de Dorcas, y esto es lo normal cuando alguien que ha hecho tanto por la comunidad pierde la vida. Lo que se espera entonces es resignación y conformidad con la pérdida de la persona querida. Pero, por el contrario, la gente que la amaba esperaba que se pudiera obrar un milagro, uno de los cuales seguramente habían escuchado cuando oyeron del evangelio.
Enviaron a dos hombres con mucha urgencia a buscar a Pedro, y ellos después de contarle lo sucedido le rogaron que viniera sin demora a verla. Cuando llegaron había muchas personas llorando y lamentando la pérdida. Y aquí podemos destacar un bello ministerio que esta mujer tenía. En el verso 39 dice: “cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas.”
Las viudas eran uno de los grupos sociales menos privilegiados en esa época; si no tenían hijos o familia quedaban completamente desamparadas, pero podemos ver que ellas no pasaron desapercibidas para esta discípula. Vemos que les daba vestido y posiblemente les enseñó el oficio de costurera para que de esa manera pudieran tener un sustento y pudieran mantenerse para no mendigar en las calles, que era lo que normalmente sucedía.
Entonces el apóstol al ver tal escena se compadece y sacando a todos del cuarto ora a Dios pidiendo el milagro que la gente tanto esperaba. El Padre Celestial respondió positivamente a esta petición y por la voluntad de Él, Tabita resucitó. Gracias a este acontecimiento “muchos creyeron en el Señor” (vs.42) y ¿quién diría que aún en su muerte esta mujer iba a servir? ¿No te parece esto algo insólito y hasta un poco loco que su muerte haya sido usada como instrumento de salvación para otros? Pues así es como Dios obra en los eventos más inesperados, de las maneras más misteriosas, todo para Su gloria.
El trabajo de esta mujer fue tan evidente que su historia quedó registrada en las páginas de la Biblia para que nosotras pudiéramos hablar y aprender de ella hasta el día de hoy. Algunas preguntas que nos deja para reflexionar son: ¿Qué impacto estás teniendo tú en el lugar en donde estás, ya sea este tu hogar, tus vecinos, tu trabajo, tu escuela, etc.? ¿Los estás sirviendo con amor? Cuando mueras, ¿qué legado dejarás? ¿Cómo te van a recordar?
Que el Señor nos ayude a ser verdaderas servidoras para la gloria de Él.
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