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2022 06 Deanna BrooksEscrito por Deanna Brooks, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas

"Sé paciente. Dios aún no ha terminado conmigo”, es una frase que vimos a menudo hace varios años. El mensaje es cierto. Somos obras en proceso.

Nos regocijamos con el nacimiento de un bebé, cuando le sale su primer diente, da sus primeros pasos, dice sus primeras palabras... pero antes de que nos demos cuenta, ha entrado en la adolescencia, luego la edad adulta llega demasiado pronto, y está cargando a un bebé propio.

Las Escrituras comparan la vida cristiana con nuestro crecimiento físico.

El bautismo se conoce como el nuevo nacimiento. Primera de Pedro 2:2-3 dice, “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor.”

En Hebreos 5:12-14 leemos, “Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.”

Romanos 12:2 lee, “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”

Efesios 4:11-15 nos dice, “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo.”

Todas estas escrituras indican que la vida cristiana es un proceso de crecimiento. Nunca leemos de un punto en el que dejamos de crecer.

En Romanos 7 Pablo nos dice sobre sus luchas. Quiere hacer el bien y lo correcto, pero todavía lucha con el pecado.
Nosotras también tendremos luchas, pero debemos recordar las palabras de Pablo en Filipenses 3:13-14, “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”

Satanás quiere que permanezcamos enterradas en el pasado... para recordar los errores que hemos cometido, pero el crecimiento ocurre cuando dejamos atrás esos pecados y aprendemos de ellos. Puede haber consecuencias o arrepentimientos, pero no podemos detenernos en ello. Debemos mirar hacia adelante.

Entonces, ¿cómo seguimos creciendo? Piensa en tu infancia... practicabas escribir tus números o letras una y otra vez hasta que se convirtió en una segunda naturaleza. Practicaste tus operaciones aritméticas, así que no necesitaste los dedos para sumar 3+4.

Asimismo, practicamos el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la amabilidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio propio (Gál. 5:22-23).

Efesios 4:29 nos recuerda, “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.”

Al igual que Pablo, seguimos creciendo... tenemos una meta y nos mantenemos enfocadas en ella. ¿Cómo?

1. Estudio bíblico… no sólo una lectura rápida. Encuentra un pasaje y medita en él.
2. Oración… tenemos acceso a la sala del trono del Santo, y Él nos escucha.
3. Compañerismo… rodeadas de personas conforme la voluntad de Dios que puedan ayudarnos a crecer... recordarle a un buen amigo que estás dispuesta a ser confrontada si ve que te diriges en la dirección equivocada, como lo hizo Natán con David.
4. Extender la mano… otros están mirando. Conócelos y ayúdalos a caminar en los pasos del Salvador.

Efesios 2:10 enseña que es Dios quien obra en nosotros: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”

Pedro termina su carta con, “creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pe. 3:18). Esforcémonos por seguir creciendo hasta que nos llamen a casa.

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