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Escrito por Katie Forbess, presidenta de la Junta Directiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro, con la colaboración de Jubilee Forbess, su hija
Finalmente llegué a mi cuarto de armario. Hace años que quería crear allí un lugar de oración. Siempre sentí la necesidad, pero nunca sucedió hasta que me invitaron a pasar 29 días en oración silenciosa, para el Adviento de 2022. Me di cuenta de que dejar todo lo demás fuera es muy importante porque te hace concentrarte en la presencia de Dios. Al repetir, "revélate a mí”, me fortaleció el recordar que la oración es donde estás sola, pero con el Dios Creador. Entonces, al crecer en la iglesia y confiar en Dios a través de muchos momentos difíciles, encontré las siguientes lecciones y estoy ansiosa por compartirlas. Escribí páginas y páginas de anécdotas narrando esta historia, pero, como la oración, esto no tiene por qué ser tan complicado.
La única forma en que realmente puedes aprender a orar es haciéndolo. Jesús le dijo a los discípulos,
“Cuando oren, digan: »“Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Danos cada día nuestro pan cotidiano. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos ofenden. Y no nos metas en tentación” (Lc 11:2-4)
¿Por qué? Eran hombres judíos que ya oraban. Sólo necesitaban un pequeño ajuste, porque... El Mesías estaba entre ellos. Necesitaban un poco de perspectiva. Necesitaban un recordatorio de lo que debían pedir, lo que no debían pedir y cómo perdonar a los demás era la clave para ser perdonados. La oración es un mandato.
Mi vida de oración es lo que es debido a todas las oraciones y sermones y canciones y libros que han llegado antes de hoy. Reflexioné sobre una historia corta, “Once”, que habla de ser de todas las edades y me di cuenta de que mi vida de oración son todas las enseñanzas, más la decisión de participar diariamente. Las Escrituras. Las canciones. Las oraciones contestadas de 45 años. Estos fueron mis maestros y mi fundamento, el material puro que ha venido a través de las muchas pruebas de la vida. La oración es como respirar.
Jeff perdió su billetera. Oramos mientras salíamos a hacer mandados. La encontró mientras estábamos fuera. La oración es sencilla.
Dios es fiel cuando damos un paso hacia Él. También creo que el versículo en 2 Corintios 12:10, “cuando soy débil, entonces soy fuerte”, ahora está grabado en mi corazón. Cuando regresamos a los Estados Unidos desde Bolivia, lloré todos los domingos durante los cantos. Con emociones y transformaciones que no puedo explicar bien con palabras, obras del Espíritu, estoy segura, derramé mi alma a Dios en oración. Elegí no limpiar las lágrimas. La oracion es dificil.
Hubo un tiempo en que conducía todos los días después del trabajo para tomar clases universitarias en Greeley, Colorado. De camino allí, escuchaba música rock y leía el NY Times. Fue un tiempo que terminaría en un aborto espontáneo, pero antes de eso, me di cuenta de que necesitaba usar mi tiempo de otra manera y comencé a escuchar puramente KLOVE (radio cristiana). Lo mismo pareció suceder en noviembre de 2022. Las cosas eran muy difíciles y necesitaba estar en oración constante. El fuego nos refina y nos muestra quienes somos en realidad. A veces sólo me calienta, otras veces ilumina el camino. A veces me quema, y otras veces me limpia las impurezas. La oración, entonces, es como el fuego.
Tuve que orar por el enemigo. Guardar silencio y dejar que Dios peleara por nosotros. Tuve que acercarme y contactar a los guerreros de oración y pedirles que oraran por algo de lo que simplemente no podía hablar. Tuve que dar gracias, porque no había duda de que la mano de Dios estaba incluso en esta terrible situación. Tuve que confiar en que Dios cerraría la boca de los leones y parecía rodearme de corderos. La oración es un regalo.
Mirando lo largo de tu vida y las lecciones que Jesús te ha enseñado sobre la oración, ¿Cuáles te sorprenden más durante un tiempo de crisis?
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Escrito por Corina Diaz, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Argentina
Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. (Mt. 6:6)
A lo largo de mi vida cristiana he experimentado diferentes etapas en mi conexión con Jesús, esto ha estado determinado por la forma en la que he practicado la oración.
Durante los primeros años aprendí a repetir oraciones y la estructura en que se debía orar (invocar- agradecer - pedir - bendecir). Esto me dio las bases para practicar lo que años más tarde conocí como lectio divina o lectura contemplativa, que consiste en una búsqueda profunda en silencio. Para mí, el silencio es la oportunidad perfecta para escuchar al Padre y hablarle a Jesús desde lo más profundo de mi corazón.
Primer paso, Lectio (lectura): comprender la Palabra (su sentido literal), respondiendo a la pregunta, ¿Qué dice el texto? Es importante contextualizar por medio de un acercamiento literario (análisis de las palabras), histórico (situación sociocultural, económica, política y religiosa) y teológico (qué dice Dios).
Segundo paso, Meditatio (meditación): acoger la Palabra, ¿qué me dice el texto? Entramos en diálogo íntimo con Dios a través de una serie de preguntas que interpelan nuestra realidad, y nos ayudan a descubrir un mensaje para la vida.
Tercero, Oratio (oración): responder a la Palabra, ¿qué me hace decirle a Dios el texto? Respondemos en oración movidos por el Espíritu Santo.
Y el cuarto paso, Contemplatio (contemplación/acción): inspirar la vida en la Palabra, ¿a qué conversión y acción nos invita el Señor? Se acoge lo descubierto en el diálogo con Dios, y la buena noticia que nos envía al encuentro con los demás.
En este último paso es donde verdaderamente nos vinculamos en oración, cuando el silencio nos ha inundado y hemos escuchado la voz del Padre para inspirar nuestras vidas a diario.
¡Quédate quieto en la presencia del Señor! (Sal. 37:7)
Te invito a hacer este ejercicio a través de un pasaje bíblico, quizás el mismo texto en el que Jesús enseña a Sus discípulos a orar en Mateo 6:5-15.