Escrito por Ana Teresa Vivas, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Canada
“Les escribimos acerca de lo que siempre ha existido. Lo hemos oído, lo hemos visto con nuestros propios ojos, lo hemos observado y lo hemos tocado con nuestras propias manos. Hablamos de Aquel que es la Palabra que da vida. El que es la vida apareció entre nosotros. Lo vimos y por eso damos testimonio acerca de él. A ustedes les anunciamos que él es la vida eterna que estaba con el Padre. Lo que hemos visto y oído acerca de él, ahora le anunciamos a ustedes.” (1 Jn. 1:1-2 PDT, énfasis personal añadido)
Cuando Juan se dirije a los hermanos de esta manera, lo que está diciendo en coloquial simple es: “Les quiero hablar de algo que conozco muy bien, o más bien de alguien que conocía muy bien. Sé de qué les estoy hablando.” ¿No te parece que es eso lo que está diciendo? Y cuando tú sabes menos acerca de un tema, pues, fácilmente aceptas la dirección, supervisión y guía de quien sabe más.
Aunque la Biblia no menciona la palabra mentoría, su práctica puede ser observada a través de diversas relaciones, a lo largo de toda ella, desde el Antiguo al Nuevo Testamento. Por esa razón es tan importante que reconozcamos la práctica, identifiquemos los aspectos que le corresponden y la vivamos naturalmente, como parte de nuestra identidad cristiana, la cual es nuestra identidad como personas al fin y al cabo. ¿Y, les cuento?... Mentoría equivale a discipulado. Alguien que discipula, es un mentor. Aún cuando a veces no llene todas las "casillas".
Mentor: Consejero, guía, maestro.
Como mencioné antes, hay varios ejemplos en la Biblia de relaciones de mentoría; pero tomemos el ejemplo de Jesús. Jesús eligió 12 hombres, para delegar en ellos la tarea de replicar lo que Él hizo con ellos. Les enseñó algo que conocía extremadamente bien, el Reino. Los animó, y equipó, para cumplir una misión. Les tuvo paciencia, les amó, fue su amigo y les sirvió, sabiendo Quién era y a dónde iba - Juan 13:1.
Un mentor como Jesús sabe quién es, se rodea de amigos, discípulos, se dedica a Su propósito con perseverancia. Tal como Pablo hizo y encomendó en 2 Timoteo 2:2, “Has escuchado mis enseñanzas confirmadas por muchos. Ahora enséñaselas a personas dignas de confianza, que a su vez puedan enseñárselas a otros.”
El mentor es un instrumento de Dios -
"Yo vine a hacer la voluntad de mi Padre", eso dijo Jesús en Juan 6:38.
Un mentor elije a sus discípulos/alumnos y los lleva a niveles que no llegarían por sí solos - los instruye, los equipa para ser mejor en lo que hacen –
“Por aquellos días, Jesús se fue a un cerro a orar, y pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a quienes llamó apóstoles.” (Lc. 6.12-13)
Un mentor tiene metas claras y va tras ellas - conduce al discípulo hasta allí –
“Y Jesús les dijo: —Síganme, y yo les enseñaré a pescar hombres.” (Mt. 4:19)
Si nosotras somos imitadoras de Jesús, y ya que tenemos la 'Gran Comisión" de Mateo 28:18-20, también necesitamos y debemos querer estar en esa relación de mentoría o discipulado. Nosotras también somos llamadas a formar parte de ese patrón de enseñanza y crecimiento, que vemos en el Nuevo Testamento.
No hay un anexo en la Biblia donde se sintetice las carácterísticas de un mentor, pero Jesús nos mostró cómo hacerlo: Aproximarnos a alguien o algunos que necesitan ser instruidos y aprender del Reino. Enseñarles, tratarlos con amor, tener una relación de amistad con ellos, y nosotras perseverar en la meta de caminar con Jesús a cada instante y animar a otros a perseverar. Esa fue la clave del éxito de la difusión del evangelio en el mundo antiguo: La relación de mentoría de Jesús con Sus discípulos.
Sé que luce simplista mencionar solamente estos pocos aspectos, pero éstos son el corazón de este servicio, el centro de nuestra misión (Mt. 28:18-20).
Al igual que el apóstol Juan, nosotras también hemos visto y "palpado" a Jesús, lo conocemos lo suficiente para hablar de Él al mundo. Y es nuestra misión hacerlo.