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1 Corintios 13:13 dice que la mejor virtud es el amor.
¿Por qué es el amor la más excelente? Aquí hay unas respuestas bíblicas:
El amor impulsó a Dios a mandar a su Hijo unigénito (Juan 3:16).
El amor es la fundación de nuestras prioridades (Mat. 22:34-40).
El amor resume la ley y los profetas (Mat. 22:40).
El amor conquista el temor (1 Juan 4:18).
El amor forma un vínculo inquebrantable con Dios (Rom. 8:35-39).
El amor cubre una multitud de pecados (1 Pedro 4:8).
El amor inspira la obediencia (Juan 14:15-24, 15:10).
El amor hace que todas las cosas salgan a bien, recordándonos que Dios está en control de todo (Rom. 8:28).
El amor toma decisiones sabias en el trato con los demás (Rom. 12:9-21).
El amor hace que todo valga la pena (1 Cor. 13:1-3).
El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue (1 Cor. 13:4-8).
¿Hay otra cosa que puede con todo eso?
Sólo Dios mismo. Pero dado que Dios es amor (1 Juan 4:8), puede ser una de las razones por las cuales el amor es la virtud más excelente.
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Escrito por: Deanna Brooks, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Searcy, AR.
Amistad. Compañerismo. Unión. Cuidado. Nuestro Creador nos hizo para estar en relaciones, y en los últimos meses, debido a COVID-19, la mayoría de nosotras nos hemos dado cuenta de cuán precioso es nuestro tiempo “unos con otros”.
Nuestros tiempos juntos en adoración con nuestros hermanos y hermanas en Cristo se transformaron en eventos “en línea”. Muchas de nosotras hemos tenido que posponer reuniones familiares y celebraciones, y hemos extrañado “los unos a los otros.”
“Unos a otros”… ἀλλήλων (ah LAY loan) son tres palabras en español, pero solamente una en griego. Me gusta ese pensamiento.
ἀλλήλων es usada 100 veces en 94 pasajes del Nuevo Testamento. Cuarenta y siete de ellas les dan instrucciones a los cristianos.
Cuando Jesús fue interrogado sobre cuál era el más grande mandamiento, Él respondió, “Amarás al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22: 37-39).
La respuesta de Jesús fue del Shemá, un pasaje que cada niño judío aprendió temprano en la vida (Deuteronomio 6:4-9).
De los pasajes de “unos a los otros”, nosotras aprendemos a cómo amar a nuestro prójimo como a nosotras mismas:
Está en paz.
No te quejes.
Ten un mismo sentir.
Tolera con paciencia y gentileza.
Sé amable, de corazón tierno, perdonadora.
Busca el bien.
Confiesa tus pecados.
Ama.
Sirve.
Sé leal.
Da preferencia.
Está en sumisión.
Habla la verdad.
Consuela.
Alienta.
Estimula el amor y las buenas obras.
Ora.
Sé hospitalaria.
Nosotras cantamos “Átanos juntos, SEÑOR… con cuerdas que no se pueden romper.” El rey Salomón escribió, “Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!” (Ecl. 4:12).
Jesús les dijo a sus seguidores: “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Juan 13:35).
La primera carta de Juan 4:20 nos dice cuán importante es amarnos los unos a los otros: “Si alguien afirma: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto.” Estas son palabras ponderosas, tan relevantes para nuestras vidas hoy como lo fueron hace 2000 años cuando Juan las escribió.
Jesús oro por unidad en Juan 17:11 “…pero ellos están todavía en el mundo, y yo vuelvo a ti. »Padre santo, protégelos con el poder de tu nombre, el nombre que me diste, para que sean uno, lo mismo que nosotros.” Esta oración no fue solamente para los discípulos de Jesús de ese momento; luego en los versículos 20-21, Él ora: “» No ruego solo por estos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.”
¿No sería un mundo maravilloso si practicamos el "uno al otro" en nuestra vida diaria?