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Cuando leo Romanos 12:9-21, anhelo un mundo en el que se vive las instrucciones prácticas del texto. Hoy, te invito a mi propia oración, basada en este pasaje.
9 El amor debe ser sincero. Aborrezcan el mal; aférrense al bien.
Padre Santo, lléname de Tu amor de tal manera que mi vida es una demostración de la abundancia de él. Ayúdame a aborrecer lo que Tú rechazas y a anhelar Tu bondad, no lo que yo pienso que sea bueno.
10 Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente.
Mi amor fraternal a veces no extiende más allá de los con quienes se me hace más fácil amar. Ayúdame a celebrar y honrar la belleza que Tú ves en otros.
11 Nunca dejen de ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor con el fervor que da el Espíritu.
El mundo está patas para arriba ahorita. Y las maneras en las que servía con fervor ya no están a mi disposición. Ayúdame a ser diligente. Que el fuego ferveroso de Tu Espíritu me urge a servirte y servir a otros en maneras nuevas. Ningún acto de servicio es demasiado pequeño. No es una competición a ver quién está sirviendo más. Ayúdame a recordar esa verdad.
12 Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración.
¡La esperanza! Me encanta esa palabra y su poder transformador. La esperanza nos levanta y nos fortalece cuando pasamos por pruebas o sufrimiento. Ayúdame a ser una ilustración de esa esperanza que viene sólo de Ti. Gracias por ser la Luz al final del túnel. Y gracias que, cuando persevero en oración, me acuerdas de esa esperanza.
13 Ayuden a los hermanos necesitados. Practiquen la hospitalidad.
¿La hospitalidad, Señor? ¿Durante una pandemia? ¿Cómo? Tu Hijo personificó la hospitalidad, aunque nunca tenía una casa a donde invitar a otros. Iba a donde se encontraba la gente y ayudaba a los necesitados. Ayúdame a ver las necesidades de otros con Tus ojos y buscar maneras creativas de practicar la hospitalidad.
14 Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan.
Créeme o no, no me gustan a todos. No todos están de acuerdo con mis opiniones. ¿Serán ellos los que me persiguen? Señor, me humillo al recordar que hay quienes de verdad están padeciendo persecución horrible, hasta dentro de sus propias familias. Derrame tantas bendiciones sobre esas personas, Señor, que se arrepienten de su persecución.
15 Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran.
Y cuando se arrepienten, espero regocijarme en vez de caer en la trampa del hermano mayor del hijo pródigo en Lucas 15. Llévame a la incomodidad del llanto junto con los que están quebrantados y adoloridos. Y luego, cuando nos devuelves a un momento de gozo, que la fiesta sea de tanta celebración que otros nos acompañan.
16 Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben.
La harmonía viene sólo por la unidad en Ti. No depende de mí ni de mi manera de hacer las cosas. Admito que mi perspectiva sobre el problema, o la solución, no es necesariamente la mejor. Dios, Tú estás a cargo. Ayúdame a buscar Tú sabiduría y a escuchar las voces y las perspectivas de otros.
17 No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos.
¿Están buenas mis acciones y mis intenciones?
18 Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos.
¿Estoy haciendo todo lo que puedo cuándo y cómo puedo? ¿O estoy apenas haciendo un esfuerzo mínimo?
19 No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor.
Gracias por ser nuestro Defensor, Vengador, Redentor y Consolador… Ayúdame a confiar en Ti y en Tu tiempo.
20 Antes bien,
«Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer;
si tiene sed, dale de beber.
Actuando así, harás que se avergüence de su conducta».
¿Quién es mi enemigo, Señor? ¿Y cómo le puedo servir?
21 No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.
Padre Dios, Tú eres bueno. Te anhelo a Ti y a Tu bondad. En Ti y a través de Ti, ya se venció el mal con el bien, por el sacrificio de Tu Hijo. Es en Su nombre que elevo esta oración en agradecimiento por compartir estas palabras a través del apóstol Pablo.
En el nombre de Jesús, Amen.
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Escrito por Wendy Neill
Me acuerdo del momento en que por fin lo entendí. Lo escribí en el margin de mi Biblia, al lado de 1 Corintios 13:13. Fue en el mes de septiembre del año 1998 y el hermano Ira Edwards estaba enseñando una clase de Biblia en Delta, Colorado. Yo era madre de una niña de un año, luchando para mantenerme despierta, pero el hermano Ira era un maestro sabio y yo quería esuchar lo que tenía por decir.
1 Corintios 13:13 dice, “Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.” Hay muchas razones por las que el amor se considera la mejor (y Michelle nos ha dado una buena lista de ellas en la entrada reciente del blog). Pero la razón que resaltó el hermano Ira ese día me habló profundamente.
Él dijo, “El amor es la única virtud eterna. En los cielos, no habrá necesidad de fe ni esperanza.” Guau. ¿Has pensado en eso? Cuando llegamos a los cielos, estaremos cara a cara con Dios, quien ES amor. Ya no necesitaremos la fe, porque la fe se convierta en vista. Ya no necesitaremos la esperanza, porque toda esperanza se cumplirá. Pero Su amor para con nosotros durará de por siempre y para siempre. Y moraremos en Él como llegando al hogar perfecto.
Hace un tiempo escribí una entrada en el blog sobre mi amiga, Effie, que ya no está con nosotros. Ella está morando con el Señor. Me hace mucha falta, pero me regocijo al pensar que ella ya no tiene necesidad de fe y esperanza, porque está en la presencia del Amor. También el hermano Ira. Igual como yo algún día.