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Escrito por Débora Rodrigo, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en España
Estas últimas semanas en Madrid (España), donde actualmente vivo, se han sucedido días de auténtico calor de verano alternándose con otros más fríos de lluvias torrenciales. Los españoles no estamos acostumbrados a tantos cambios meteorológicos, de modo que ha sido un constante tema de conversación a mi alrededor. Sin embargo, más allá de la mera conversación, he podido notar una vez más una característica humana que nuestras palabras dejan escapar cada vez que tienen ocasión. “Ay, qué calor tan terrible, con esto no hay quien pueda.” “¿No va a parar de llover hoy? No soporto la lluvia.” No importa la situación, parece que siempre nuestras palabras tratan de dejar evidencia de los aspectos mas negativos de la misma. ¿Por qué?
Creo que para encontrar la respuesta a esta pregunta tenemos que adentrarnos en la raíz, en lo profundo, allí de donde salen nuestras palabras: nuestros corazones. Porque de la abundancia del corazón habla la boca (Mt 12:34b, NBLA). Es cierto que muchas veces nos esforzamos por que nuestras palabras sean palabras de ánimo, de aliento, palabras que den fuerza y gracia a nuestros oyentes; pero nuestros esfuerzos pueden ser en vano si la raíz de la que se nutren nuestras palabras está envenenada. No podemos hacer crecer una planta sana si la regamos con químicos tóxicos y peligrosos. De igual forma, es muy difícil que nuestro hablar muestre una cosa muy diferente a aquella con la que inundamos nuestro corazón. Recuerda que tu corazón es la fuente que riega todo tu cuerpo. Sí, tus palabras no son más que una evidencia más. ¿Quieres que tu forma de hablar y comunicarte muestre un corazón puro, lleno de gracia y amor de Dios? Sólo hay una forma de conseguirlo. Inunda tu corazón de aquello que quieres que muestren tus palabras.
Tal vez sea este un buen momento para parar y escucharnos a nosotras mismas.
¿Cómo se nos oye a nuestro alrededor?
¿Qué tipo de palabras y expresiones utilizamos?
¿Cómo es nuestro tono y la intención de nuestra habla?
¿Qué escuchan de nosotras los que tenemos a nuestro alrededor?
Tal vez sea el momento de comenzar a regar nuestros corazones con sabiduría y amor de Dios. Tal vez tenemos que dejarlos en remojo en las páginas de la Biblia. Así, poco a poco, todo ese veneno irá desapareciendo y ese líquido de vida irá renovándose hasta ser un nutriente que empape las raíces de nuestras palabras y cambie por completo nuestra comunicación.
Y tú, ¿de qué vas a alimentar a tus palabras hoy?
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Escrito por Michelle J. Goff
“Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, roca mía y redentor mío” (Sal. 19:14). “…de lo que abunda en el corazón habla la boca.” (Lc. 6:45)
La Biblia está llena de instrucciones sobre nuestro hablar, y también sobre la importancia de escuchar a Dios primero, luego a otros (Stgo. 1:19).
Santiago, el “Proverbios” del Nuevo Testamento, dedica como un cuarto de su libro de cinco capítulos a la lengua. El libro de Proverbios incluye más de 130 advertencias sobre la lengua, nuestras palabras y otras admoniciones sobre la comunicación, el hablar y el escuchar. Esos dos libros no son los únicos con instrucciones sobre cómo nuestra comunicación debe ser redefinida por Dios y Su sabiduría.
“El que refrena su boca y su lengua se libra de muchas angustias” (Pr. 21:23).
“Todos fallamos mucho. Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta, capaz también de controlar todo su cuerpo” (Stgo. 3:2).
Nuestras palabras importan. Tienen un impacto. Las palabras pueden construir o destruir, bendecir o maldecir. Tanto Salomón como Santiago contrastan las bendiciones y las maldiciones que nos pueden venir por lo que decimos a otros. Los dos también destacan la importancia de buscar sabiduría en nuestro hablar, las actitudes y las acciones. Dios promete que, si pedimos sabiduría, nos la dará (Stgo. 1:5).
Fácilmente aceptamos, en concepto, la necesidad por la sabiduría en la comunicación. Sin embargo, escuchamos por los filtros que tenemos bien puestos. Asumimos. Hablamos con la urgencia de asegurar que nuestro mensaje sea bien recibido y comprendido. ¿Cómo podemos redefinir la comunicación para que se alineé con el Espíritu?
Tres Sugerencias del Nuevo Testamento para la Comunicación Redefinida:
• “Que su conversación sea siempre amena y de buen gusto. Así sabrán cómo responder a cada uno” (Col. 4:6).
• “Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan” (Ef. 4:29).
• “Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse” (Stgo. 1:19).
Elementos Comunes:
¿Cómo quieres crecer o florecer en tu comunicación redefinida, más en el hablar o en el escuchar? Sé específica y no se te olvide compartirlo con una Hermana Rosa de Hierro para que puedan orar juntas.
¿Hay algunas barreras a la comunicación que sabes que existen entre ti y otra persona? Quizás sean espinas que están impidiendo la comunicación redefinida.
Un área específica en la que puedes profundizar la comunicación redefinida es reflexionar sobre los con quienes te comunicas bien. ¿Cuál es la diferencia entre esa relación y las relaciones con quienes no te comunicas tan bien?
Al contestar estas preguntas, se nos hace fácil ponernos a la defensiva. Te animo a pasar mucho tiempo en oración sobre este tema. Redefine tu comunicación con Dios al hablar con Él abiertamente sobre esta área de crecimiento y al escuchar Su guía.