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Escrito por Kat Bittner, miembro de la Junta Directiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado
“Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene” (Pr. 25:11, RVR1960)
La comunicación es bastante peculiar. ¿No es así? Es una de esas cosas que a muchos les resulta desagradable y, sin embargo, otros la abrazan por completo. Puede resultar engorrosa y difícil. Puede ser impulsiva y despectiva. Pero también puede resultar agradable y motivadora. ¡Definitivamente soy una comunicadora encantadora! No importa la moda o la forma, la comunicación siempre será un tema central de la humanidad. Sin duda, es el tema central de nuestra relación con Dios.
“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Col. 4:2, RVR1960).
Entonces, como cristianos, nos corresponde ser especialmente conscientes del cuidado y la práctica que empleamos en nuestra comunicación. Emular a Jesús en nuestro discurso es tan importante como emularlo en nuestras acciones porque “El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.… Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mt. 12:35,37, RVR1960).
Como portadora de la imagen de Dios, necesito ser intencional en mi comunicación. Y se necesita trabajo para hacerlo bien, de acuerdo con Dios. Para trabajar correctamente la comunicación, debemos practicarla con intención. Aquí hay algunas sugerencias de mi propia experiencia:
• Sé consciente de las personas con las que estás hablando y de su personalidad. No me acerco a mi amiga introvertida y callada sobre un conflicto de la misma manera que lo hago con mi hija muy extrovertida y asertiva. Mi propia personalidad asertiva podría chocar con la de mi amiga cautelosa. Mi hija diría, "¡Hagámoslo!".
• No asumas que tú y la otra persona (o personas) han sido escuchadas genuinamente en una conversación. Asegúrate de que todas las partes involucradas tengan algún tipo de afirmación. Cuestiona a la persona que habla o reitera la conversación. Los oídos sordos también pueden afectar lo que se escucha.
“El mayor problema de la comunicación es la ilusión de que ha tenido lugar” (George Bernard Shaw, dramaturgo)
• Considera a los demás primero cuando te estés comunicando. La comunicación siempre debe ser moderada a la manera de Cristo. “Las palabras amables son como la miel: dulces al alma y saludables para el cuerpo” (Prov. 16:24, NTV). Nuestras actitudes egoístas y de justicia propia deben dejarse al pie de la cruz (Sal. 55:22; Mt 11:28).
• Recuerda que la comunicación genuina también implica escuchar. Hay un tiempo y un lugar para todo, “para cada actividad bajo el cielo… Un tiempo para callar y un tiempo para hablar…” (Ec. 3:1,7, RVR1960). Eso significa que hay un momento para no decir nada. Y la mayoría de las veces, es justo lo que se necesita. No hay nada de malo en no decir nada si no se gana nada diciendo algo. Los que me conocen bien, saben que me gusta hablar. Si estoy callada, probablemente sea porque no tengo nada beneficioso que decir. En realidad.
Nuestra comunicación debe ser coherente con la voluntad de Dios. Debe provenir del Espíritu Santo y mantenernos con la misma mentalidad en Cristo. A decir verdad, nuestra comunicación debe ser como la de Cristo, al igual que todas las cosas que hacemos. Y como somos en todas las cosas (1 Cor. 2:10-16).
¿Qué puedes hacer para mejorar el trabajo en la comunicación en tu vida? ¿Cómo serás una comunicadora más en la imagen de Dios?
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Publicado el 18 de febrero de 2015, escrito por Michelle J. Goff, directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
“Volver a quien lo envió. Dirección desconocida.” ¿Te sientes que así se debe etiquetar a tus oraciones? No recibes una respuesta y te preguntas si dirigiste las oraciones a la persona indicada.
Gracias a Dios, en Cristo, tenemos acceso directo al Padre y ya no tenemos que ir al templo ni el tabernáculo. Ya no hay un sacerdote que tiene que hacer un sacrificio de nuestra parte para que Dios nos escuche. Jesús fue el sacrificio perfecto. Una vez para siempre.
Entonces, si confío en Dios que puedo levantar mis oraciones directamente a Él, ¿por qué no recibo una respuesta? ¿O es que sí la está recibiendo?
A veces Dios nos contesta la oración positivamente y a veces con un “no” definitivo. Pero frecuentemente, nos hace esperar la respuesta, y por lo tanto dudamos de Su soberanía (control con gracia) y dudamos si Su oído comprendiera nuestro pedido.
Sin embargo, hay una manera en la que Dios siempre contesta nuestras oraciones: con crecimiento espiritual.
Se puede decir que no somos personas pacientes. Y además, somos muy egoístas. Queremos lo que queremos cuando lo queremos. Puede que no nos portamos como un niño de dos años, pero hemos aprendido a disfrazar nuestro egoísmo impaciente. Nos quejamos, chillamos, sugerimos, nos retiramos, demandamos… cada quien tiene su método. Y cuando Dios nos hace esperar, intentamos como podamos con nuestro Creador divino y Padre amoroso, seguros de que tenemos mejor entendimiento que él. Y mientras esperamos, ¿qué empezamos a aprender?
· Nuestro Creador divino de verdad sabe lo que es lo mejor para Su creación.
· Nuestro Padre amoroso nos ama más de lo que podemos comprender.
· Nuestro Dios soberano está en control de todo y tiene una perspectiva eterna.
· Nuestro Salvador, lleno de gracia, nos quiere bendecir y salvarnos de nosotros mismos.
Puede que Dios no te conteste tus oraciones tal cómo y cuándo se las haces, pero Dios siempre nos contesta la oración con crecimiento espiritual si se lo permitimos.
No tienes la dirección equivocada porque crees que las oraciones no se han escuchado. Estás experimentando una oportunidad de hacer crecer tu fe como la viuda persistente (Lucas 18).