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Escrito por Deanna Brooks, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en in Arkansas
"Entonces, ¿quieres una pajilla (popote/pajita) o una cuchara con esto?" preguntó el obviamente nuevo empleado adolescente mientras me entregaba el helado con chocolate encima en Sonic (un restaurante de comida rápida). Su pregunta me sorprendió, así que sonreí y le dije: "Normalmente uso una cuchara," y luego se dio cuenta de que no se come un helado con pajilla. Corrió para buscar una cuchara y justo cuando llegó a mi auto, se dio cuenta de que traía otra pajilla. La tercera vez trajo una cuchara, avergonzado mientras seguía disculpándose. Le dije que estaba bien... que estaba haciendo un buen trabajo. Sonrió y me dijo: “Gracias por ser amable y animarme.”
Mientras me sentaba en el calor disfrutando del helado postre, dos escrituras pasaron por mi mente. “Señor, pon guarda a mi boca; Vigila la puerta de mis labios” (Sal. 141:3 NBLA). “Sean gratas las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón delante de Ti, Oh Señor, roca mía y Redentor mío” (Sal. 19:14 NBLA).
Como discípula de Jesucristo, mi habla se está refinando para ser diferente a la del mundo. En momentos de incomodidad o frustración, o cuando nos descubren desprevenidos, es fácil soltar algo que no deberíamos decir.
Como discípula, yo también necesito recordar que las culturas son diferentes. Cuando fui a Escocia como estudiante universitaria, nos dieron una lista de palabras que tienen un significado diferente en el Reino Unido. Incluso en los Estados Unidos existen diferencias culturales de un área a otra en el significado de algunas palabras, y debemos ser conscientes de estas diferencias.
Pablo mencionó cómo un discípulo debe hablar cuando escribió: “No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan” (Ef. 4:29 NBLA).
El también escribió, “Tampoco haya obscenidades, ni necedades, ni groserías, que no son apropiadas, sino más bien acciones de gracias” (Ef. 5:4 NBLA).
En Hechos 4:36, Bernabé es llamado “hijo de consolación.” Si bien no se nos dan muchos detalles, puedo escucharlo decirle a John Mark más adelante en el libro: "Puedes hacer esto... olvídate de lo que sucedió la última vez."
Jesús le dijo a Sus seguidores, ”Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado” (Mt. 12:36 NBLA).
Palabras... son la principal forma en que nos comunicamos con los demás. Santiago 1 y 3 nos dice que “refrenemos” nuestra lengua, lo cual significa “contener” o “controlar.” Lo que decimos y cómo lo decimos a menudo deja una impresión que nunca se olvida, y sólo porque pensamos esto no significa que tengamos que decirlo.
En Mt. 26:73 a Pedro le dijeron, “Tu manera de hablar te delata,” y si bien esto puede haberse referido a un acento galileo, es algo en lo que debemos pensar: ¿Cómo puede nuestro hablar hacer que los demás se den cuenta de que somos seguidoras de Cristo?
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Publicado el 17 de junio del 2020
Escrito por Michelle J. Goff, directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
Si yo te hablo y hablo y hablo sin darte chance de hablar, ¿qué tal va a ser nuestra relación? No muy buena, profunda, ni duradera. Y si tú me hablas, hablas, y hablas, sin darme la oportunidad de hablar, tampoco va a ser muy buena la relación.
Es igual con Dios. Si yo le hablo y le presento todas mis peticiones sin dejar un tiempo para que Él me hable, ¿qué tal va a ser nuestra relación? No muy buena, profunda, ni duradera.
Tenemos una boca y dos oídos, pero siempre nos cuesta escuchar atentamente. Al escuchar al otro, ya estamos pensando en qué vamos a responder o la historia que le queremos contar.
Y eso pasa con Dios también. Somos prontos para hablarle y pedir, pero tardos para escuchar la voz de Él.
Hoy, te animo a pasar un tiempo escuchando a Dios y lo que Él te quiere revelar.
Una manera de escuchar a Dios es a través de un tiempo devocional en la Palabra de Dios.
Aprovecha estos versículos favoritos abajo u otros para escuchar la voz de Dios. Medita en los versículos que más te llaman la atención. Puedes pedir que Dios te hable en este tiempo, pero evita hacer peticiones. Si tus propios pensamientos entran, contéstalos con el mismo versículo y/o pide a Dios que te ayude a concentrarte más en escucharle.
Es una disciplina espiritual que requiere práctica. No te desanimes si te cuesta pasar un tiempo enfocado en escucharle hoy. ¡Vas a mejorar cada vez que lo haces!
Aquí les pongo unos de mis versículos favoritos para escuchar la voz de Dios.
Isaías 61:10-11
Salmo 31
Salmo 27
Éxodo 14:14
Romanos 15:13
Filipenses 4:19
Isaías 41:10 y 13
Salmo 139
Mateo 6:25-34
Sofonías 3:17
Lamentaciones 3:22-27
Efesios 3:14-21
Salmo 63
¡Nos encantaría escuchar lo que has escuchado de Dios!