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Escrito por Liliana Henríquez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colombia
¿Dónde comienzas tú y dónde comienzo yo?
¿Por qué a veces pareciera como si nos fusionáramos en vez de ser dos individuos separados?
¿Te has preguntado esto?
A veces mis gustos son tus gustos y mis problemas son tus problemas.
Sin embargo, es importante conocer nuestros límites y evitar asumir responsabilidades que no nos corresponden.
Cuando entendamos que cada una de nosotras tiene sus propias responsabilidades que cumplir, dejaremos de ver lo que sucede en la casa de la vecina para enfocarnos en lo que pasa en la nuestra. Se trata de reconocer lo que Dios nos dio y hacer lo mejor que se pueda con eso. Así como vemos en la parábola de los talentos en Mateo 25:14-30, la tarea era simple: que cada uno se encargara de multiplicar los talentos que recibió. La tarea no era ver cuántos talentos tenía el amigo y hacer el trabajo por él. Cada uno tenía que cumplir con su propia responsabilidad.
He entendido que, así como yo, todas las personas que me rodean, tienen recursos internos y externos para enfrentar las situaciones de la vida diaria. Nadie necesita que lo cargue como a un bebé. Los adultos tenemos potencial para usar los recursos que tenemos disponibles. Además, contamos con la extraordinaria ayuda del Espíritu Santo para guiarnos en todo momento y Él intercede por nosotros ante Dios cuando ni siquiera sabemos qué pedir (Rom. 8:26).
Entonces si yo sé que tú eres capaz de hacerte cargo de ti misma, ¿Por qué es difícil para mí no involucrarme tanto en tu vida?
¡Porque no tengo claro cuáles son mis limites!
Cuando esto sucede, nos involucramos en situaciones en las que no hemos sido llamadas, damos opiniones que no nos han pedido y aceptamos tareas que en realidad no queremos hacer, sólo por no quedar mal con el otro.
Te animo a redefinir tus relaciones reconociendo dónde empiezan y terminan tus responsabilidades y las de tus hermanas o amigas. Si cada una de nosotras, guarda su propio corazón y se cuida a sí misma, tendremos amistades más agradables y fáciles de llevar. A fin de cuentas, ¡a nadie le gusta cargar con los problemas de otro! Si bien podemos estar dispuestas a ayudar, siempre debemos tener la disciplina necesaria para establecer límites, de modo que no permitamos que aquellos a quienes amamos dependan de nosotros, sino que les permitimos ganar fortaleza y experiencia en sus pruebas. Al establecer nuestros límites, no nos involucraremos de una manera dañina con el otro.
Una cosa es ayudar y apoyar una a la otra; y para eso hemos sido llamadas, para amarnos la una a la otra. Pero asumir responsabilidades ajenas, es algo muy diferente.
Es tiempo de definir con claridad los términos de nuestras relaciones y establecer límites sanos.
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Escrito por Sabrina Nino de Campos, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Texas
No soy buena con la comunicación, y mientras escribo esto tengo muchos problemas relacionados al tema de las relaciones en los cuales necesito mejorar. Descubrí que no soy buena con la comunicación cuando, en los primeros meses de matrimonio, mi esposo intentaba hablarme sobre problemas y yo me quedaba en silencio por horas y horas. Algo en lo cual, gracias a Dios y al amor y paciencia de mi marido, mejoré muchísimo.
Pero tengo problemas en formar relaciones y por mucho tiempo en mi vida mi mamá había sido la única con quien yo tenía toda la libertad para hablar, y aun así también me resultaba muy difícil ir a ella con mis problemas.
¿También te es difícil formar relaciones?
Todas tenemos ganas de tener una relación en la cual podemos ser completamente honestas y sin miedo a ser juzgadas, como una Hermana Rosa de Hierro. Pero no todas estamos abiertas lo suficiente para hacerlo sin miedo al rechazo. Es la verdad.
No le va a gustar mi manera de ser.
Va a pensar que soy aburrida.
Va a pensar que estoy intentando demasiado.
Creo que ya no quiere hablar conmigo.
Tiene a otras amigas, ya no hay espacio para mí.
Créeme, ya he tenido a todos estos pensamientos, y estoy segura que tú también en algún momento.
Y si eres así como yo, te invito a aprender de Jesús mismo, cuyo rechazo que recibió fue tan grande que terminó en muerte delante de personas a quién Él entregaba vida, pero ellos gritaban “crucifícalo.”
En Lucas 23:34 Jesús hace un pedido y dice: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (NVI)
¿Qué pasaría en el mundo si solamente pudiéramos ofrecer amor y amistad así cómo Jesús?
Aun sabiendo y sufriendo el rechazo del mundo, Él ofreció Su vida por nosotros.
Nuestras relaciones solamente podrán ser redefinidas si redefinimos los patrones por los cuales ofrecemos nuestra amistad. Te animo y me animo a mí misma, a mirar a la cruz cada vez que empecemos una nueva relación, que entreguemos la vida con un amor que no viene de nosotras sino del Padre. Sin miedo al rechazo, sin limitarnos.