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Escrito por Jocelynn Goff, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
¿Sabías que Elías sufría de depresión? Elías tuvo numerosas experiencias en la cima de la montaña. Sin embargo, se deprimió y tuvo una experiencia en un valle bajo poco después de un importante evento en la cima de una montaña.
Primera de Reyes 17-19, 21 y 2 Reyes 1-2 cuentan las historias de Elías. Su lista de experiencias en la cima de la montaña en colaboración con Dios incluye:
• Ser alimentado por cuervos y agua de un arroyo durante una sequía.
• Orar para que las vasijas de harina y aceite no se acaben hasta que vuelva a llover, y sucede.
• Resucitar al hijo de una viuda.
• Desafiar y ganar la batalla entre Baal y el SEÑOR Dios en el Monte Carmelo.
• Escuchar a la gente después de la batalla proclamar «¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!» (1 Reyes 18:39b).
• Orar para que vuelva la lluvia después de una sequía de más de 3 años, y sucede.
• Correr más de 30 millas lo suficientemente rápido como para vencer a un caballo.
Este es un currículum bastante impresionante. Sin embargo, inmediatamente después de todo esto, cuando escuchó las amenazas de Jezabel de quitarle la vida, se alejó corriendo, en realidad más de 100 millas. Es entonces cuando leemos: «¡Estoy harto, Señor! —protestó—. Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados» (1 Reyes 19:4b). Ha corrido hacia el desierto y se sienta debajo de un arbusto. Es aquí donde experimenta una experiencia de valle o desierto. Teme por su vida, agotado en espíritu, mente y cuerpo, decepcionado de sí mismo para mantener a Israel fiel a Dios, y plagado de sentimientos de estar completamente solo.
Ha entrado en una perspectiva negativa extrema de su vida. Intelectualmente sabemos, al leer la historia de Elías, que Dios tiene el control y, sin embargo, sentimos su dolor, desesperación y profunda depresión. Dios no esconde la depresión o la enfermedad mental en las historias de Sus personajes en la Biblia. Santiago 5:17a nos dice: “Elías era un hombre como nosotros”. Y llegamos a ver su depresión en su historia. David, Moisés y Job fueron otros héroes fieles que lucharon contra la depresión.
Podemos consolarnos y aprender de la historia general y las lecciones del valle de depresión de Elías. Consideremos qué perpetuó su depresión. Primero, escucha una amenaza contra su vida y tiene miedo. Él conoce a Jezabel y su crueldad, por lo que sabe que esta es una amenaza válida. Su miedo lo paraliza de cualquier otro pensamiento, por lo que corre.
En segundo lugar, está agotado. A menudo, la energía involucrada en una experiencia en la cima de la montaña agota tus reservas para combatir las emociones negativas y los procesos de pensamiento. Específicamente, la batalla del Monte Carmelo duró un día completo. Luego, después del éxito, sube a la cima del Monte Carmelo para orar por la lluvia. Tan pronto como escucha que hay una pequeña nube, envía un mensaje a Acab, pero termina corriendo delante de Acab a caballo casi 50 kilómetros hasta Jezreel. Además, corre 160 kilómetros después de escuchar la amenaza de Jezabel. Dudo que sólo estuviera plagado de calambres en las piernas después de tanto correr. No, él estaba seriamente exhausto.
Mientras Elías corría esos 160 kilómetros, estaba huyendo de su comunidad. En otras palabras, se estaba aislando tanto física como psicológicamente. Esto le impidió escuchar otra voz que no fuera la suya propia, que rápidamente se convirtió en una espiral de negatividad y depresión. Empezó a convencerse de que estaba solo y el único que quedaba, lo cuál lo plagó por la inutilidad de la tarea.
“Me consume mi amor por ti, Señor Dios Todopoderoso —respondió él—. Los israelitas han rechazado tu pacto, han derribado tus altares, y a tus profetas los han matado a filo de espada. Yo soy el único que ha quedado con vida, ¡y ahora quieren matarme a mí también!” (1 Reyes 19:10)
¿Qué podemos aprender de la experiencia de Elías con la depresión? Primero, Dios está allí con Elías y estará con nosotros. Elías presenta correctamente su dolor, frustración y sentimientos de soledad e inutilidad ante Dios. Dios es el primero para nosotros en compartir nuestra carga.
Dios proveyó descanso y alimento para Elías, antes que nada. Le permitió dormir, luego envió un ángel para animarlo a “levantarse y comer” (1 Reyes 19:5b). Elías comió y volvió a dormir. Entonces, “El ángel del Señor regresó y, tocándolo, le dijo: «Levántate y come, porque te espera un largo viaje»” (1 Reyes 19:7). Elías cumple con las instrucciones del ángel. Debemos mirar y escuchar a esos mensajeros de la verdad a través de Su Palabra, las amistades, los guías espirituales confiables, y los consejeros de salud mental también pueden ser un recurso necesario. A veces, la medicación es una herramienta útil y necesaria ya sea por un período de tiempo temporal o a más largo plazo. Un psiquiatra y un consejero de salud mental son fuentes valiosas de esta evaluación.
Elías viaja 40 días y 40 noches y duerme en una cueva. Es entonces que el SEÑOR comienza a hablarle. Sin embargo, no le habla a través de un viento poderoso, ni de un terremoto, ni de un fuego, sino en un suave susurro. Aunque Dios habló en una exhibición abierta de fuego en el Monte Carmelo, esta vez habla en forma tranquila.
Dios comienza dándole una misión. Debe ungir a ciertos reyes y ungir a Eliseo como su sucesor. Todos necesitamos un propósito en nuestra vida, algo que nos ayude a motivarnos en cada momento de cada día. También necesitamos un socio en el Evangelio. Alguien que nos anime y nos recuerde nuestra misión común para nuestro SEÑOR. Es después de darle un propósito y a Eliseo como compañero en el Evangelio que Dios reenfoca su perspectiva con la verdad de que no está solo. “Sin embargo, yo preservaré a siete mil israelitas que no se han arrodillado ante Baal ni lo han besado” (1 Reyes 19:18).
Dado que “Elías era un hombre como nosotros” (Stgo. 5:17a, DHH), podemos notar no sólo que padecía depresión, sino también reconocer los signos de depresión. Luego, también podemos aprender a través de Elías cómo la Presencia de Dios dio descanso, alimento, misión, compañerismo y seguridad en el proceso de sanación.
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Escrito por Beliza Patrícia, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en João Pessoa, Brasil
Se dice que el primer paso siempre es el más importante en la jornada. Qué hacemos al despertar dice mucho sobre nuestro día. Nos arreglamos bien para una primera cita porque sabemos del impacto que ese momento va a tener en la futura relación. El primer paso por sí solo no determina todo el camino, pero sabemos bien que ese primer paso es importante y especial.
Lo mismo pasa en la vida cristiana, hayas nacido en un hogar cristiano, expuesta al evangelio, o solamente hayas conocido el camino a la salvación cuando adulta. El hecho es que todo el mundo, en algún momento de la vida, enfrenta la decisión de volverse cristiano, ser un discípulo de Cristo. Eso no pasa como en magia, todas tenemos hábitos y tentaciones que nos ponen más cerca o más lejos de Dios, vencer a éstos no es tarea fácil y exige que elijamos diariamente, en decisiones pequeñas o grandes. Pero esta jornada empieza con el bautismo.
“Cuando oyeron esto, todos se sintieron profundamente conmovidos y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: —Hermanos, ¿qué debemos hacer? —Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados —les contestó Pedro—, y recibirán el don del Espíritu Santo.” (Hch. 2:37-38)
Después de escuchar la prédica de Pedro en el día de Pentecostés, los judíos comprendieron sus hechos, reconocieron que necesitaban hacer algo, cambiar de actitud. La orientación de Pedro era muy clara, ellos necesitaban arrepentirse y ser bautizados. Ese momento, donde tres mil personas fueron bautizadas es considerado el comienzo de la iglesia. Si leemos los versículos que siguen podemos ver que esas personas cambiaron su manera de vivir. O sea, el bautismo no fue una ceremonia solamente, el bautismo marcó el comienzo de una nueva vida. El pecado ya no tenía poder sobre aquellas personas, ni sobre sus pensamientos y acciones. ¡Ellos estaban libres! Libres para ser cada vez más parecidos a Jesús.
“Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” (2 Co. 5:17)
Cuando hablo con algunas personas que se están acercando a la iglesia es muy común que su opinión sea que el bautismo es un símbolo, no es tan importante, lo que realmente importa es hacer la voluntad de Dios cada día. Me gustaría poner este tema a la luz de las Escrituras.
Luego de Su resurrección, Jesús dijo a los apóstoles:
“Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo[...]” (Mt. 28:19)
Jesús envió a los apóstoles a todas las naciones para hacer discípulos, o sea, seguidores de Jesús. Y la manera de hacer discípulos estaba clara, por medio del bautismo.
Reconozco que hay buena voluntad en querer hacer la voluntad de Dios, pero la verdad es que: no podemos hacerlo solas. La Biblia nos hace ver que no podemos ser salvadas por medio de nada que hagamos. El pecado nos aleja de Dios y su consecuencia es muerte espiritual, tener a nuestro espíritu lejos de nuestro Creador. Solamente a través de Cristo, quien se sacrificó por nosotras aun no teniendo pecado, podemos ser salvadas. Y, la manera de conectarse a Cristo es por medio del bautismo.
“¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús en realidad fuimos bautizados para participar en su muerte? Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva. En efecto, si hemos estado unidos con él en su muerte, sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección. Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado; porque el que muere queda liberado del pecado. Ahora bien, si hemos muerto con Cristo, confiamos que también viviremos con él.” (Rom. 6:3-8)
El bautismo no necesita ser en un día específico, no necesita ser realizado en grupo, no necesita de un lugar determinado (leer Hechos 8:36-38). Pero necesita de un corazón que cree que Jesús es el Hijo de Dios, que creamos en aquel momento en el que Jesús pagó las deudas de nuestro pecado para recibir el Espíritu Santo de Dios en nosotras y que a partir de aquel momento empezamos una nueva vida. Y es a través de la fe (en Jesucristo), y no por nuestros hechos, que somos salvadas.
Si ya has tomado la decisión de firmar un compromiso con Dios y ser bautizada para perdón de tus pecados recibiendo al Espíritu Santo, quiero invitarte a recordarte de aquel día, de cómo fueron los estudios bíblicos antes de esa decisión, de los hermanos que estaban a tu lado en aquel día… ¡y que ese recuerdo te traiga ánimo! ¡Eres nueva creatura! ¡Sigue en dirección a la meta!
Si aún no has tomado a esa decisión, quiero invitarte a estudiar a lo que dice la Biblia sobre quién es Jesús y quién eres tú, y así estar lista para empezar una nueva jornada con Cristo.
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