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Escrito por Michelle J. Goff, directora del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
Cuando estudio la Biblia con alguien, en especial con alguien que recientemente conoce el estudio profundo de la Palabra de Dios, me encanta cuando llegamos al punto de estudiar Hechos 8:26-40 y la historia del etíope eunuco. No sólo es una historia de bautismo, sino más también otras prioridades ejemplares y pistas de la historia bíblica que aprendemos de esta historia.
Primero, te animo a leer la historia entera para entender la secuencia de eventos. Ésa es mi práctica cuando estudio con una buscadora de Dios. La persona con la que estás estudiando y el etíope eunuco tienen eso en común. ¡Las dos son buscadores! Felicítense por ser buscadoras de Dios y Sus caminos.
Ya que has leído la historia completa (Hech. 8:26-40), vamos a resalta cuatro facetas del carácter ejemplar del eunuco.
26 Un ángel del Señor le dijo a Felipe: «Ponte en marcha hacia el sur, por el camino del desierto que baja de Jerusalén a Gaza». 27 Felipe emprendió el viaje, y resulta que se encontró con un etíope eunuco, alto funcionario encargado de todo el tesoro de la Candace, reina de los etíopes. Este había ido a Jerusalén para adorar
1. El etíope entendió la importancia de adorar a YHVH, el único y verdadero Dios en Su templo. Hasta el tiempo de la muerte, sepultura y resurrección de Jesús, Dios mandó a los judíos y cualquier converso al judaísmo a adorarle en Jerusalén en el templo. La distancia entre Etiopía, al sur del Río Nilo, y Jerusalén era más de 4.000 km. En carruaje, le llevaría casi un mes en camino (85 horas por carro hoy día). El eunuco, oficial importante en servicio de la tesorería a la reina, probablemente tomó un sabático largo para ir a adorar. Le era de tan alta prioridad que no le dio pena pedir permiso para viajar y adorar a Dios, no el mismo dios que adoraba la reina.
28 y, en el viaje de regreso a su país, iba sentado en su carroza, leyendo el libro del profeta Isaías.
2. La segunda cosa que aprecio del etíope eunuco fue que entendió la importancia de leer las Escrituras. No era común tener tus propias copias de los rollos del texto escrito del Antiguo Testamento. Sin embargo, vemos que este etíope había llegado a tener fe en Dios y reconoció la importancia de leer cualquier porción de la Biblia que podía conseguir.
29 El Espíritu le dijo a Felipe: «Acércate y júntate a ese carro».
30 Felipe se acercó de prisa a la carroza y, al oír que el hombre leía al profeta Isaías, le preguntó:
—¿Acaso entiende usted lo que está leyendo?
31 —¿Y cómo voy a entenderlo —contestó— si nadie me lo explica?
Así que invitó a Felipe a subir y sentarse con él.
3. La tercera característica ejemplar del etíope es que cuando tenía una pregunta, la hizo. Dios proveyó una respuesta y una explicación a través de Su siervo, Felipe. Dios reconoció que el etíope era un buscador de Dios, de manera similar a lo que Jesús reconoció en la mujer samaritana en Juan capítulo 4.
34 —Dígame usted, por favor, ¿de quién habla aquí el profeta, de sí mismo o de algún otro? —le preguntó el eunuco a Felipe.
35 Entonces Felipe, comenzando con ese mismo pasaje de la Escritura, le anunció las buenas nuevas acerca de Jesús.
Dios mandó a Felipe a correr al lado del carruaje donde Dios sabía que escucharía al etíope leer al profeta Isaías. Es súper emocionante cuando escuchamos o vemos a alguien leyendo la Biblia, ¿no? ¿Has conocido el gozo de compartir las buenas nuevas con una buscadora de Dios?
36 Mientras iban por el camino, llegaron a un lugar donde había agua, y dijo el eunuco:
—Mire usted, aquí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado? 37 —Si cree usted de todo corazón, bien puede —le dijo Felipe.
—Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios —contestó el hombre. 38 Entonces mandó parar la carroza, y ambos bajaron al agua, y Felipe lo bautizó.
4. El último ejemplo que nos dejó el eunuco es que cuando entendió lo que tenía que hacer, lo hizo de inmediato. A veces he querido tener una copia del guion que el Espíritu le dio a Felipe para enseñar las Buenas Nuevas. No sabemos si hablaron por dos horas, dos días o dos semanas, por el camino. Pero no lo tenemos que saber. Dios puso a Felipe en la vida de un buscador obediente para ser Su portavoz. Y me encanta cuán rápidamente obedece el etíope tan pronto supo lo que debería hacer.
39 Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor se llevó de repente a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, pero siguió alegre su camino.
Desde mi perspectiva, este etíope fue el inicio de la iglesia en África. Creo que Dios le seguía equipando por el camino. Las cuatro características ejemplares del etíope eunuco le habrían servido muy bien como el primer misionero africano: Adorar a Dios, leer la Palabra de Dios, hacer preguntas y ser obediente.
¿Cuál aspecto del ejemplo del etíope eunuco te anima más o te desafía hoy? O quizás es el ejemplo de Felipe como mensajero de Dios para traer las Buenas Nuevas a un buscador. Cualquiera de los dos que seas, haznos saber cómo podemos animarte en tu andar más cerca de Dios y las unas a las otras.
Y si no te has bautizado por el perdón de los pecados y para recibir el don del Espíritu Santo, ¡nos encantaría servir como Felipe para ayudarte a entender ese paso de obediencia!
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Escrito por Deanna Brooks, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
“Creo que Jesús es el Cristo, el Mesías prometido, el Hijo del Dios vivo”.
Hacemos esa confesión o algo similar antes de ser sumergidas para la remisión de los pecados, y salimos del agua para vivir una vida nueva, llenas del Espíritu Santo según Hechos 2:38 y Romanos 6:4.
Al confesar a Jesús como el Cristo, estamos rindiendo nuestras vidas a Su control, donde Él es el Poder y la Autoridad supremos en nuestras vidas. Hemos entregado nuestras vidas a Jesús, sabiendo que Él está caminando con nosotros mientras enfrentamos los altibajos de la vida.
En 1 Corintios 6:19-20 (NVI) Paul escribió, “…su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios.”
Cuando elegimos confesar a Jesús, significa que reevaluamos lo que significa el éxito. Significa que tenemos una forma diferente de pensar acerca de la vida. Ya no tomamos decisiones basadas en nuestros deseos. Nuestras decisiones reflejan a nuestro Salvador. Hablamos y actuamos de manera diferente al mundo.
Pablo nos dice en Colosenses 3:1-4: “Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria.”
Piensa en esto… ¡Cristo es nuestra vida, y nosotras vamos a aparecer con Él en gloria!
Debido a esta confesión, la gente deja la vida de pecado dominada por Satanás. Los ladrones ya no roban; los inmorales cambian la forma en que ven a los demás y persiguen una vida de pureza; el mentiroso busca decir la verdad, y todos los que confiesan verán al Todopoderoso como SANTO, SANTO, SANTO… todo porque han entregado su vida a Jesús el Cristo. Recordamos las palabras de Juan: “porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo.” (1 Juan 4:4 NVI) cuando enfrentamos los altibajos de la vida.
La vida sucede, y aunque NOSOTRAS somos cambiadas, las circunstancias que nos rodean pueden no cambiar, y eso a veces crea problemas cuando tratamos de caminar con Jesús. Satanás continúa vagando por la tierra, buscando nuestras debilidades, buscando a quién devorar (1 Pe. 5:8).
Esta confesión es algo que renovamos diariamente... continuamos confesando que Jesús es el Cristo por la vida que vivimos... en las cosas pequeñas que son parte de la vida cotidiana... así como en las cosas más grandes que tienen consecuencias a largo plazo.
Cuando estoy luchando, me ayuda recordar cuando hice esa confesión. ¿Recuerdas lo que pasaba por tu mente? Para mí, tenía unos meses después de cumplir 12 años y recuerdo una mezcla de miedo y alegría. Me di cuenta de que estaba tomando una decisión de por vida, pero no sabía qué me depararía el futuro por esa decisión o qué tipo de luchas podría enfrentar. El gozo provino de darme cuenta de que era una hija de Dios, adoptada por Él, y que Jesús era mi Hermano (Heb. 2:11).
Esta confesión no evita que el pecado entre en nuestras vidas, pero el apóstol Juan escribió: “Pero, si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo” (1 Juan 2:1).
Jesús nos dice en Juan 14:6 que Él es el Camino, la Verdad, la Vida… y nadie viene al Padre sino por Él, y más adelante en 1 Juan 4:15 leemos: “Si alguien reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.”
La cultura que nos rodea puede cambiar y ver el mal (pecado) como bueno. Hace mucho tiempo, Isaías escribió: “¡Ay de los que llaman a lo malo bueno y a lo bueno malo…” (5:20). Esto es parte de nuestra lucha.
Esta confesión conduce al bautismo para la remisión de los pecados que nos coloca en la familia de Dios... somos hijas del Creador... tenemos un Hermano, nuestro Abogado, para estar a nuestro lado.
Llega el día en que “para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil. 2:10-11).
¡En ese momento, nos regocijaremos, porque hemos vivido nuestras vidas confesando a Jesús como el Cristo!
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