Nos encanta construir relaciones. Suscríbete a nuestro blog para recibir ánimo semanal en tu bandeja de entrada de correo electrónico.
Etiquetas
Búsqueda
Compras en línea
Nuestros libros, recursos gratis, tarjetas, botellas de agua, y más
Blog
Más entradas del blog abajo
- Detalles
Escrito por Kat Bittner, voluntaria y miembro de la Junta del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado
“Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo.” (Gal. 6:2 NVI).
“Una verdadera relación son dos personas imperfectas que se niegan a darse por vencidas la una de la otra” (Desconocido). Esa no podría ser una descripción más adecuada para nosotras como seres humanos en relaciones con otros. Las relaciones suelen ser difíciles. Requieren un gran compromiso y esfuerzo de nuestra parte para que sean mínimamente satisfactorias. Nuestra naturaleza pecaminosa, revestida de deseo egoísta, a menudo nos impide trabajar en las relaciones como deberíamos. Pero como cualquier otra cosa buena en la vida, debemos asegurarnos de que Dios esté al frente de nuestras relaciones y que Él sea la razón por la que hacemos lo que hacemos. “Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo” (Col. 3:23).
Dios diseñó la relación, y la diseñó para que fuera un esfuerzo recíproco; cada persona aporta algo a la relación que es igualmente satisfactoria. En consecuencia, las mejores relaciones están envueltas en un amor común (1 Co. 13, 4-7). Las mejores relaciones nos edifican en lugar de derribarnos (1 Tes. 5:11). Las mejores relaciones son las relaciones cargadas.
Las relaciones con cargas son aquellas que implican una dependencia mutua. Deberíamos depender de los demás (seguramente de nuestras hermanas en Cristo) para varias cosas. Nos necesitamos unas a otras para guiarnos como “El perfume y el incienso alegran el corazón, y el dulce consejo de un amigo es mejor que la confianza propia,” y “Como el hierro se afila con hierro, así un amigo se afila con su amigo.” (Prov. 27:9,17 NTV). Nos necesitamos unas a otras para la restauración espiritual, “…hermanas, si otro creyente está dominado por algún pecado, ustedes, que son espirituales, deberían ayudarlo a volver al camino recto con ternura y humildad.” (Gal. 6:1 NTV). Nos necesitamos unas a otras para recibir instrucción sobre cómo vivir como mujeres cristianas (Tito 2:3-5).
Quizás lo más importante que podemos hacer unas por otras como hermanas en Cristo es compartir las cosas que nos estorban o nos afligen. El pecado y las luchas de la vida pueden abrumarnos con una pesadumbre extrema. Las cosas pesadas de la vida pueden desalentar y debilitar nuestro estado espiritual. Nunca debemos apenarnos o avergonzarnos de compartir esas cosas que pesan mucho en nuestros corazones. El dicho “la fuerza está en los números” es muy cierto, especialmente cuando se trata de nuestra salud espiritual. El autor de Eclesiastés proclama que “Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo …y, ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!” (Ecl. 4:9,12 NVI).
No podemos hacer la vida posible de ninguna manera sin relaciones sólidas. Debemos estar dispuestas a compartir nuestras cargas con nuestras hermanas en Cristo. Al hacerlo, les brindamos la poderosa curación que proviene de la oración, animándolas así a tener una fe mejor y más fuerte. “oren los unos por los otros, para que sean sanados. La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos” (Stgo 5:16, NTV).
Nuestras cargas deben ser asumidas por los demás para que la fe pueda alcanzar su logro supremo. La fe se fortalece cuando nuestras relaciones entre nosotras imitan mejor nuestra relación con Dios. Cuando nuestras relaciones entre nosotras son más auténticas, transparentes y perseverantes, podemos sobrellevar mejor la pesadez que la vida nos trae, a nosotras y a las demás. Asumir nuestras cargas unas con otras es un elemento clave para construir buenas relaciones porque también demuestra abnegación. Y verdaderamente vivimos según los principios de la enseñanza de Jesús cuando nos humillamos lo suficiente como para llevar desinteresadamente las cargas de las demás (Fil. 2:3, Rom. 13:8; Gal. 5:13; 2 Jn. 1:6). Aún más maravilloso es que Jesús también puede llevar nuestras cargas. De hecho, Él lo espera de nosotras. Aquel cuya carga es ligera nos pide que le llevemos nuestras cargas. “«Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas …. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana»” (Mat. 11:28,30 NVI).
Hermanas, no podemos darnos el lujo de estar estancadas o egocéntricas en nuestras relaciones. Las buenas relaciones requieren esfuerzo y perseverancia. Debemos comprometernos a trabajar desinteresadamente en nuestras relaciones si queremos agradar a Dios. Las relaciones pueden alimentar nuestra fe porque requieren negarse a renunciar la una a la otra tal como Dios se niega a renunciar a nosotros. Dios “te ha escogido y no te desechará” (Is. 41:9 NTV). Una relación con cargas demuestra una obra fiel. ¡Es una buena cosa! ¿Cómo serás cargada por tus relaciones?
- Detalles
Escrito por Nilaurys Garcia, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Canadá
Que alegría cuando te llevas bien con todas las personas en tus círculos o con las que te relacionas. Existe una sensación de paz en esos momentos y hasta da un poco de susto porque todo va muy bien. Si te dijese que tener diferencias de opiniones es normal y que no necesariamente puedes llevarte bien con todos, lo más probable es que estés de acuerdo conmigo. Es fácil tener una buena relación con alguien que te llevas bien y piensa igual que tú. Cuesta un poco más cuando han existido intercambios de palabras no tan amigables o cuando la otra persona ha herido tus sentimientos.
Tal vez hayas escuchado la frase divide y vencerás. Es muy conocida en los juegos de estrategia, en guerras y en situaciones en las que se debe separar al enemigo para que su fuerza sea menor, en la mayoría de las veces, porque no tiene el apoyo de un equipo. En ocasiones he utilizado esta estrategia para realizar un proyecto en donde el equipo se divide las tareas y conquista la meta.
Llevándolo a un plano más personal y relacional, he tratado de dividir o separar a las personas de sus reacciones en ciertos momentos. Recuerdo quiénes son y cómo se han comportado en otras instancias y eso me ayuda a tener una mente más clara y objetiva. Aunque las impresiones negativas que tenemos de una persona pueden impactar mucho más el concepto que tenemos de ellos, no lo son todo. Cuando separamos lo malo de lo bueno, obtendremos mejores resultados. Una relación puede cambiar mucho cuando se cambia el contexto, esto puede ser el lugar, los demás participantes e incluso los temas de conversación.
Me gusta pensar en lo opuesto de divide y vencerás y, como la suma de las todas las fuerzas en conjunto pueden más que cada una de las fuerzas individuales. Suena un poco complicado, pero por algo, lo opuesto funciona muy bien contra los enemigos. Volviendo al pensamiento de trabajo en equipo en donde se separan las actividades para lograr una meta en común, cuando todos colaboramos para el cumplimiento de un objetivo se puede alcanzar mucho más, dado que existe el apoyo y complemento. Un ejemplo bíblico es que una cuerda de tres hilos es más difícil de romper. “Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!” (Ec. 4:12)
La relación que tenemos con Cristo también es más fácil si lo hacemos en comunión, en vez de intentar hacer todo solas. En más de una ocasión he necesitado de ayuda de mi familia en Cristo para enfrentar una situación, reafirmar mi fe y acercarme mucho más a nuestro Creador. Una historia que viene a mi mente al pensar en cómo contrarrestar los efectos de la división está en Éxodo 17:8-13, cuando Josué se encuentra con el pueblo en batalla contra los amalecitas mientras Moisés los apoyaba desde la cima de una colina con la vara de Dios en alto. Si Moisés bajaba los brazos los enemigos se posicionaban contra el pueblo. Para conseguir la victoria, se necesitó que Aarón y Jur apoyasen a mantener ambos brazos arriba hasta la puesta del sol. ¿No es esta historia maravillosa? Me emociona saber cómo la unión de unos pocos y el esfuerzo de muchos le dio la victoria a Israel. ¿Qué tal si Aarón hubiese estado enojado con Moisés por alguna discusión de hermanos y se hubiese rehusado a ayudarle? Sería un final muy diferente.
Aunque he tenido momentos en que he querido rendirme, siempre he tenido el apoyo de los míos para seguir adelante. Esto lo interpreto como el esfuerzo de mis hermanos en no dejar que nuestro enemigo divida y conquiste aspectos de nuestras vidas. Aun cuando tengamos diferencias con esas personas, no podemos dejar que una barrera destruya un todo, que uno de nuestros hermanos caiga simplemente porque tiene una opinión distinta a la nuestra. Puedo ser yo en otro momento la persona difícil de amar y quisiera que mis amados pudieran ver más allá de mi actitud complicada.
¿Me acompañas a mantenernos unidas para proteger al pueblo?