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Escrito por Aileen Bonilla, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Ecuador
Romper el ciclo generacional es una responsabilidad muy grande que Dios ha puesto sobre nuestros hombros. Sin embargo, Él nos prometió estar a nuestro lado en todo momento, y no sólo esto; también promete aligerar nuestras cargas porque Su yugo es fácil (Mt. 11:28-30) y Su gracia es suficiente (2 Cor.12:9-10). En esta ocasión escribiré un poco de Saúl y su hijo Jonatán. Como todas sabemos Saúl fue el primer rey de Israel, un rey con muchas fallas en su carácter.
El rey Saúl tenía graves fallas en su carácter, pero ¿por qué Dios unge a un hombre así para Su pueblo? La respuesta no la tenemos tan clara, pero es evidente que Dios permite esta situación para que Su pueblo observara que ningún rey humano puede compararse con Él, y que nadie absolutamente nadie puede ser tan bueno como Él mismo.
Saúl era un hombre arrogante, y es que ser el primer rey de Israel no era una noticia tan fácil de digerir para un simple mortal. No obstante, el puesto que se le había otorgado no hizo que él se llenara de orgullo, simplemente expuso lo que ya existía en su corazón (Pr. 23:7). Este rey no confiaba en Dios, hacía promesas o juramentos necios sin nada de sabiduría (1 Sam. 14:24), no cumplía con los mandatos de Dios. Esto nos lleva a deducir que no temía a Dios. No valoraba ni siquiera la vida de su propio hijo (14:34); sin embargo, este joven, Jonatán, decide en su corazón no ser igual a su padre.
La Biblia describe a Jonatán como un hombre valiente, ágil y buen guerrero, pero también describe que es un hombre de amor (18:1), un buen amigo, buen hijo, pero sobre todo era un joven que temía a Dios. Por nada ni nadie iba a obstaculizar los propósitos de Jehová.
Jonatán sabía que el Espíritu de Dios ya no estaba en su padre. Reconocer esta verdad era muy importante porque todo lo que hacía Saúl era bajo su carnalidad y no por complacer a Dios. Por tanto, era imposible confiar en una persona así. Jonatán decide no ser igual a su padre. Para llegar a tan vital decisión, su vínculo con el Señor debió ser muy estrecho, ya que Dios es el único que puede romper estas cadenas generacionales.
Todas nosotras podemos decidir no ser igual a nuestros padres; si fuera el caso de haber crecido en una familia no cristiana, o incluso si lo fueron. Pedirle a Dios que nos ayude a romper esos ciclos generacionales traerá luz no sólo a la familia que tenemos en este presente, también estaremos construyendo una generación diferente y Dios derramará bendición sobre todos ellos. Todo empieza en crear una relación estrecha con Dios para que nos muestre qué actitudes hemos arrastrado de nuestros familiares que carecen del Espíritu de Dios para poder ser transformadas.
Esta también es una manera de cumplir con el mandato de Jesús cuando dice: “Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo (Lc. 14:26)”. Jonatán no estaba dispuesto a sacrificar la obediencia hacia Jehová por los caprichos de su padre. Muchas veces sin darnos cuenta llevamos amargura en nuestros corazones, porque nuestros padres también estuvieron amargados. Restamos importancia al servicio en la iglesia porque creemos que Dios no pide esto, y como si fuera poco, al menos en Latinoamérica, el congregarse fielmente cada domingo ya no es una prioridad.
Jonatán tenía claro cuál era su propósito en esta tierra. Y éste era el de darle gloria a Dios en todo tiempo, incluso ofreciendo su propia vida para que su mejor amigo David pudiera vivir y que el linaje mesiánico continuara su rumbo hasta llegar a Jesús. De igual manera, debemos pedir fervientemente que Dios muestre Su propósito para nosotras, así pues, viviremos dando gloria a Él, y sobre todo tomando de Su gracia cada día para romper yugos familiares que no son sanos. Construir una vida espiritual que trascienda por muchas generaciones depende de nuestro esfuerzo y valentía, pero, sobre todo, depende de la predisposición y sensibilidad de nuestro corazón hacia la voz de Dios. Saúl cerró su corazón a Jehová; por eso, el Espíritu de Dios se apartó de él.
Hoy te animo a orar y pedirle a Dios que primero te muestre Su propósito para ti; segundo, que te ayude a vivir para este propósito y, de esta manera, Él irá rompiendo toda cadena que te ate al pasado.
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Escrito por Katie Forbess, presidente de la Junta Directiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
Hay algo extremadamente especial cuando mujeres se reúnen para enfocarse en aprender y celebrar a Cristo, que permite la diversidad intergeneracional de una manera natural. Una de las cosas más hermosas de un evento del Ministerio Hermana Rosa de Hierro es la representación multigeneracional. Este aspecto de los eventos también es internacional.
Un evento bilingüe reciente fue organizado por la Iglesia de Cristo Memorial en Houston, Texas, en donde crecí yendo a la iglesia y sólo a una cuadra de donde crecí yendo a la escuela secundaria. No pude asistir a ese evento en persona, pero me encantó escuchar las historias de Dios sobre la diversidad intergeneracional e internacional, como se muestra en la imagen (crédito de la foto: @findyournitsch). Todas celebraron con todas las demás y aprendieron unas de otras.
Las relaciones a lo largo de la Biblia muestran mentorías y aprendizaje intergeneracional. David y Saúl comenzaron cuando David tranquilizó a Saúl tocando su arpa y observando su papel como rey. Luego pasó a un peligroso juego de escondite. David enseñó al rey Saúl, así como a otros, cuando se enfrentó al gigante y cuando convenció a su mejor amigo de que su padre iba a intentar matarlo. En el camino, David aprendió la importancia de guardar el Espíritu de Dios y oró por su propio pecado para que no fuera quitado como lo fue de Saúl. Natán guio a David a través de ese terrible tiempo de arrepentimiento y restauración. David aprendió y enseñó a través de las relaciones.
Jesús reunió multitudes de diversas edades, como cuando el niño trajo sus cinco panes y dos peces de entre 5.000 hombres. Cuando los niños se acercaron a Él en otros momentos, los discípulos no lo aceptaron, pero Cristo lo usó como un momento de enseñanza para enfatizar la importancia de la generación más joven. Jesús también honró a la viuda que había perdido a su hijo. Desde los viejos hasta los jóvenes, Jesús enseñó a través de todas las edades de relación.
La iglesia primitiva necesitaba un recordatorio para cuidar de la generación anterior. Eligieron a siete hombres para ayudar a asegurarse de que esto sucediera de manera uniforme entre los judíos hebraicos y helenísticos (Hechos 6). Santiago continúa con este énfasis en su libro, incluyendo la amonestación multigeneracional de cuidar de las viudas y los huérfanos (1:27). No creo que fuera solamente para el beneficio de las viudas y los huérfanos. Todos aprendieron mientras esos dos grupos estaban siendo atendidos.
Puedo testificar de la bendición de aprender de aquellos a quienes creemos que hemos sido llamados a servir o enseñar, más recientemente por una nueva vecina. Realmente puedo decir que cada vez que he estado cerca de ella he aprendido más sobre su amor por el Señor, su fidelidad y gracia, su honestidad y transparencia. Tenemos mucho en común a pesar de que ella es mayor que yo por al menos 20 años. Ambas amamos a los perros y los insectos y a nuestras familias y nos reímos.
Recuerdo que mi primera conversación con ella fue principalmente sobre nuestros perros. La segunda fue sobre las batas de casa y cómo nos gusta usar las de nuestros esposos, pero por alguna razón las mangas eran tan anchas que el agua del fregadero siempre corría por ellas. La tercera vez, supe que ella era miembro de la Iglesia de Cristo y conocí a una de sus mejores amigas que había venido de visita desde California.
Aproximadamente dos semanas antes, había perdido a su esposo y a su perro durante la misma semana, pero no sabía que había perdido a su perro antes de mi visita más reciente. Fui con un plan para hablar con ella porque no pude ir al funeral. Tomé un cachorro que estaba cuidando para una "terapia de cachorros".
Me enteré de que echa mucho de menos a su marido y a su perro. Le encantó el cachorro y preguntó por mi familia. Estaba tan feliz de que otra vecina la acompañara a la iglesia el domingo después de escuchar al predicador en el funeral, y le dije que su esposo, quien era evangelista, ¡recibió el mejor regalo en su funeral! ¡Estaba sonriendo en el cielo! Mientras hablábamos, ella me enseñó al compartir sus historias de dolor resaltadas por la fidelidad de Dios.
En las reuniones de la iglesia, a lo largo de la Biblia y con una vecina, podemos ver el impacto de la enseñanza y el aprendizaje a través de las relaciones intergeneracionales. ¿A quién puedes contactar hoy? ¿A alguien más joven? ¿A alguien mayor? ¡Comparte tus historias con nosotros!