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Por Jennifer Percell
El movimiento #MeToo o #YoTambién está creciendo. Cada día más personas se anotan y me entristece saber cuántos sufren por los actos egoístas de otros. Yo también.
Al escuchar a mujeres valientes contar sus historias, me acuerdo de mi propia aislamiento y temor incapacitante. Me acuerdo sentirme cautivada físicamente y el aislamiento mental de otros y el estigma de los actos repulsivos y sorprendentes. Durante el abuso y por muchos años después, mi mente luchó contra las mentiras que mi abusador grabó allí para su propia protección. Mensajes quemados en mi cerebro por sus palabras y acciones causaron una desesperación que pareciera insuperable. Estaba herida y quebrantada. Me encontraba sin esperanza por un escape de la vida desesperada que me tenía atrapada.
Pero un día me encontré con unos niños de la iglesia. Había asistido a un retiro para escaparme por un día y jugué con la idea de huirme y nunca volver a casa cuando salí esa vez. Pero esa tarde, estábamos sentados bajo un árbol. Un chico tenía una guitarra. Otro chico tenía una Biblia. El que tenía la Biblia leyó “Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Rom. 8:37-39).
Ahora, 43 años después, todavía puedo sentir el shock. Alguien me estaba diciendo que había poder y amor, más fuertes que mi padre abusivo. Fue la primera vista de esperanza en mi vida y anhelé más y más de esa información.
Aprendí que Dios es el Gran Médico. Él sana. Su amor es verdadero. Y me ve como preciosa y atesorada. Podía confiar en Él. Me hizo y podía arreglar mi quebranto. Y lo mejor de todo es que me podía acompañar en los lugares más horribles de mi sufrimiento. Podía entrar en mi mente y en las emociones en medio del abuso y abrazarme. Podía proteger mi alma del dolor que estaba matando toda esperanza en mí.
Tres años después, finalmente pude salir de mi casa abusiva. Sabía que necesitaba mucha ayuda. Dios proveyó a consejeros y medicamentos y una red de personas que me apoyaron. Cada una de esas cosas fueron imprescindibles y luché mucho para lograr la sanación. Recomiendo a cualquiera que pase por un sufrimiento aprovechar esas tres herramientas.
Pero yo creo que es Dios quien verdaderamente sanó mi corazón y mi alma. Sólo fue cuando me encontré en los brazos, sentada en las piernas de mi Abba Padre, consolada por mi Padre celestial, que pude encontrar un alivio. Me acuerdo cuando me daba quince minutos de paz, luego veinte. Me acuerdo de una mañana que pasé sin estar súper-vigilante, pendiente de todo, sino que estaba presente en el momento. Me acuerdo de que un día pasé todo el día viviendo mi vida sin observarla desde afuera, temerosa de todo.
Sólo mi Dios podía atravesar todos los días y años de dolor conmigo para permitirme ser una niña con necesidades normales otra vez. Pero esta vez, lo hice con un Padre fuerte, seguro, y amable. Un Padre que me podía sacar de lo peor y llevarme a una vida de esperanza, gozo, y paz.
Si has sufrido algún abuso y no has encontrado la sanación desde adentro, busca el Gran Médico. Él estaba allí protegiendo tu mente y tu corazón de un daño irreparable. Está allí contigo hoy, listo para reparar todo pedazo roto que le entregas. Porque no hay nada en toda la creación que te puede separar del amor de Dios que se ha manifestado en Cristo Jesús tu Señor.
Que todas las que hemos sido sanadas por nuestro Gran Dios digamos, “Yo También… Yo También he sido sanada por Dios.”
Jennifer Percell
#HermanaRosadeHierro #saludespiritual #YoTambién #sanada
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Praütes – una palabra en el griego que jamás había escuchado hasta hace poco y todavía estoy tratando de comprender su significado. Según Peter vanBreeman en su libro Como Pan Partido (1974), es una palabra que sólo se puede traducir inexactamente al inglés. Tampoco tengo yo las palabras en español. Es más como el fruto del Espíritu que no es una lista de nueve cualidades sino la combinación de esas cualidades que personifica el mismo Espíritu y las cualidades a las cuales tenemos acceso a través del Espíritu.
Las traducciones de praütes que más me llamaron la atención fueron las que describieron una “tranquilidad de corazón” y uno que “sabe que es amado por Dios.” Para mi, esas dos descripciones son bien conectadas. No puedo manifestar una tranquilidad de corazón si no estoy segura en mi conocimiento de que soy amada por Dios—y dejar que ese amor y únicamente ese amor me define.
Cuando pienso en la reacción de Jesús a la gente que le quería matar, como pasó por en medio de ellos y se fue (Lucas 4:16-30), me doy cuenta que sólo alguien con tranquilidad de corazón y que sabía que era amado por Dios pudiera haber hecho eso. Y cuando reflexiono en Jesús yendo a la cruz, enfrentando todas las emociones humanas y la inquietud interno que viene con circunstancias como esas—sólo una tranquilidad de corazón y saber que es amado por Dios le podía permitir pasar por todo ese dolor. Praütes. Que tengamos la esperanza y la paz que viene de la tranquilidad de corazón y el conocimiento de que somos amados por Dios.
Como parte de neustra salud espiritual individual, te animo a seguir el modelo de Cristo y que seamos caracterizados por praütes.
Gracias a Mandy Lillich por prestarme su libro y su revelación.
#HermanaRosadeHierro #saludespiritual #Cristo