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Beliza KocevEscrito por Beliza Kočev, Coordinadora en Brasil del Ministerio Hermana Rosa de Hierro

En 2023 tuve la oportunidad de conocer a hermanas de varios países africanos que estaban en Angola para un evento de la iglesia. Yo, junto con dos hermanas más, representé al Ministerio Hermana Rosa de Hierro, desarrollando actividades y clases. En una de las clases hablamos del templo de Jerusalén y del velo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo (Ex. 26,33). Cuando enseñamos sobre la muerte de Jesús y sobre cómo en ese momento se rasgó el velo del templo (Mt. 27:51), lo ilustramos rasgando un pedazo de tela mientras narrábamos lo que sucedió, y su reacción me sorprendió…

¡Estaban tan emocionadas! ¡Empezaron a celebrar! ¿Sabes cuando es la final del torneo y todo el mundo celebra que su equipo gana? ¡Esa era la escena que estaba presenciando! Esas mujeres estaban celebrando que la muerte de Jesús nos dio acceso directo a Dios. El precio por el pecado fue pagado.

¡Así es como todos deberíamos celebrar, sabiendo que Jesús venció a la muerte cuando resucitó! La resurrección de Jesús es el hecho más importante del cristianismo (1 Co. 15:14). La resurrección es el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, la manifestación de las cosas que Jesús había anunciado a Sus discípulos y la confirmación de que Él es el Hijo de Dios.

Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte. 11 Así espero alcanzar la resurrección de entre los muertos. (Fil. 3:10-11 NVI)

Pablo estaba en prisión cuando escribió la carta a los Filipenses, en prisión como castigo por predicar el evangelio. Y aunque en algunos momentos probablemente no esperaba sobrevivir, invirtió su tiempo en cautiverio escribiendo gran parte de lo que hoy conocemos como el Nuevo Testamento. Incluso en medio de sus dificultades, Pablo compartió su gran deseo de conocer a Jesús y experimentar el poder que levantó a nuestro Salvador de la tumba.

La resurrección de Cristo nos trae esperanza. La maldad y el dolor de este mundo son pequeños comparados con Su poder. Y no solo pequeño, sino temporal. 1 Corintios 6:14 dice: “Con su poder Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros”. Si queremos la esperanza de la resurrección, no podemos vivir como si Jesús no hubiera resucitado, como si estuviéramos en el lado perdedor.

Al leer Romanos 6 entendemos que, así como Jesús murió y resucitó, es la voluntad de Dios que muramos al pecado y vivamos para Cristo. Al seguirlo, Jesús nos da la oportunidad de resucitar a una nueva vida; no solo la vida eterna cuando dejemos esta tierra, sino comenzando ahora a disfrutar de la comunión con Dios y el poder del Espíritu Santo para ayudarnos a vencer el pecado.

Imagínate la vida de aquellos que vieron a Jesús morir y luego resucitar. Sus vidas cambiaron por completo. La fe es la certeza de lo que no vemos y la resurrección de Jesús cambió nuestras vidas a pesar de que no fuimos testigos oculares.

El poder que derribó la muerte es el mismo poder que derriba el poder del pecado en nuestras vidas. Que nuestro deseo sea como el de Pablo: conocer profundamente a Cristo y sentir en nosotros el poder de Su resurrección.

 

Abby Ramírez Escrito por Abby Ramirez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en João Pessoa, Brazil

Cada domingo, cuando celebramos la Cena del Señor, meditamos profundamente en el sacrificio que Él hizo por nosotros en la cruz. Cuando tomamos el pan y el vino, recordamos todo el dolor y el sufrimiento por el que Cristo pasó. Su muerte nos trae tristeza, pero permanecemos en este estado de emoción por solo unos momentos porque nuestro Señor RESUCITÓ. Él venció a la muerte y nos salvó. Su regreso a la vida nos trae una inmensa alegría y paz. Su muerte da testimonio de Su amor y Su resurrección da testimonio de Su poder.

Para nosotras, la resurrección de Jesucristo debería ser de suma importancia, incluso más digna de ser celebrada que Su muerte. Es un hecho que Jesús murió y Su cuerpo resucitó al tercer día. Consideremos juntas lo que este evento significa para nosotros.

En Filipenses 3:10 (NVI), Pablo escribe sobre el poder de la resurrección de Jesús: “a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte”.

Pablo tuvo diferentes experiencias personales con nuestro Señor Jesús en su vida de misión. El apóstol vivió para predicar el evangelio y su comprensión de la resurrección era profunda. En este versículo, Pablo expresa su deseo de conocer a Jesús. Conocer a nuestro Señor va más allá de conocer Su vida histórica y sus enseñanzas. Conocer a fondo a Jesús significa creer en el poder de Su resurrección.

Jesús derrotó a la muerte, y esto nos permite experimentar el poder de este sacrificio al participar en su sufrimiento. Romanos 6:5 dice: “En efecto, si hemos estado unidos con él en una muerte como la suya, sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección”.

Si creemos en el evangelio, nos revestiremos de Él en el bautismo, sepultados en el agua y resucitados a la vida eterna, conocedores de que nuestra vida no terminará con la muerte, sino que resucitaremos como Él en un cuerpo glorificado cuando Él regrese.

Jesús dice en Juan 11:25-26: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?” La resurrección de Jesús demuestra poderosamente Su divinidad. Derrotó a la muerte y mostró Su poder sobrenatural. Este evento nos muestra que Cristo es Dios.

Su resurrección tiene el poder de vencer a la muerte, que es el precio del pecado. Cuando Jesús resucitó de entre los muertos, derrotó a Satanás y nos dio el mismo poder. Ahora ya no somos esclavos del pecado, sino que somos más que vencedores en Jesucristo.

Pero gracias a Dios que, aunque antes eran esclavos del pecado, ya se han sometido de corazón a la enseñanza[a] que les fue transmitida. 18 En efecto, habiendo sido liberados del pecado, ahora son ustedes esclavos de la justicia. (Ro. 6:17-18)

Su resurrección tiene el poder de bendecir a todas las naciones sin ningún tipo de discriminación. Los judíos, los gentiles y todas las personas tienen acceso a la salvación a través de Cristo. Su resurrección cumple el plan perfecto de Dios. La resurrección selló el evangelio y Dios concluyó Su plan de salvación para la humanidad.

En Su sabiduría, lo planeó así desde el principio y lo cumplió perfectamente.

Su resurrección tiene el poder de justificarnos. Fue la prueba de que el sacrificio de la cruz se cumplió y fue aceptado. Fuimos comprados con la sangre de Cristo y la deuda de nuestro pecado fue pagada en su totalidad. Su resurrección tiene el poder de darnos vida, lo que significa que todos los que pertenecemos a Jesucristo recibiremos la misma resurrección.

Romanos 6:8 dice: “Ahora bien, si hemos muerto con Cristo, confiamos en que también viviremos con él”. Su resurrección tiene el poder de consolar. Nos asegura que nuestros seres queridos que ya han muerto en Cristo vivirán con Él.

¡Nuestro Jesús resucitó! ¡Está vivo! ¿Cuántas veces al día recordamos este hecho extraordinario? ¿Entendemos el poder de la resurrección de nuestro Señor? Muchos cristianos siguen atrapados en la tumba sin la esperanza de la resurrección, o solo centrados en la cruz y en el sufrimiento. Es bueno recordar y reflexionar sobre la muerte de nuestro Señor Jesús, pero no debemos olvidar que Él resucitó. Recordemos esta importante verdad y consideremos lo que significa para nosotros el poder de la resurrección.

Digámoslo a otros que Jesús venció a la muerte. Su cuerpo no permaneció en la tumba. Por lo tanto, nuestra fe debe basarse en esta gran verdad de la resurrección. Su resurrección fue vista y testificada por muchos. La resurrección de Cristo da sentido a nuestra vida cristiana, como dice Pablo en 1 Corintios 15:14: “Y si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación no sirve para nada, como tampoco la fe de ustedes”.

¡Regocijémonos en Su resurrección!

 

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