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El amor espera (1 Cor. 13:7).
La fe, la esperanza, y el amor son los tres que perduran (1 Cor. 13:13).
Y en Romanos 5, vemos que el amor es la fuente de nuestra esperanza y la razón por la cual nuestra esperanza no es en vano.
Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y no sólo en esto, sino también en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado. (Romanos 5:2b-5)
Entonces, si te falta esperanza, el sufrimiento te abruma, luchas para perseverar, o te falla el carácter, te invito a ser rodeada por el amor de Dios.
Que el Espíritu Santo derrame tanto amor en tu corazón que sobreabunde en tu vida, llenándote de esperanza.
Y el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo. (Rom. 15:13)
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En su amor infinito, Dios mandó a su Hijo para nacer de una virgen. Y aunque muchos celebran el nacimiento de Cristo en diciembre, es su resurrección que transforma nuestra esperanza en una esperanza viva.
Porque si nos unimos con Él en su muerte, también lo seremos en su resurrección (Romanos 6:4).
¡Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva (1 Pedro 1:3).
Y dado que se nos ofrece nacer de nuevo a una esperanza viva, podemos vivir con esperanza.
¿Cómo es la vida de alguien que vive con esperanza – tener una esperanza viva?
Esperanza muerta nos pesa.
Esperanza viva nos levanta.
Esperanza falsa distorsiona.
Esperanza verdadera inspira.
Esperanza muerta frustra.
Esperanza viva anima.
Esperanza falsa desanima.
Esperanza verdadera transforma.
¡Gracias, Padre, por una verdadera esperanza viva!