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Cansado. Agotado. Golpeado. Pero nunca solo.
A través de la serie de videos, “Victoriosas y gozosas en la batalla,” admitimos que todos están enfrentando diferentes batallas. Nuestras batallas pueden ser distintas, pero las luchas son las mismas. Y en medio de la batalla, nos cansamos y somos olvidadizos. Las luchas nos consumen porque estamos tratando de sobrevivir y podemos perder la perspectiva de la razón por nuestra lucha.
La esperanza de la victoria puede sentirse como algo lejano o hasta imposible. Sin embargo, podemos esperar con esperanza, anticipando la victoria que tenemos en Cristo.
El fin de semana pasado, celebramos la victoria de la resurrección, la mayor victoria sobre la muerte. Y si nos hemos unido con Cristo en Su muerte y Su sepultura, nos promete la victoria de la resurrección (Rom. 6:1-4).
Pero Jesús, en Su humanidad, aunque sabía con certeza la promesa de la resurrección, Él y Sus discípulos se cansaron en la batalla.
¡No tenemos que sentirnos culpables por sentirnos agotadas! Y cuando nos sentimos golpeadas y exhaustas, Jesús nos recuerda de tres claves durante la etapa agotadora de la batalla, mientras anticipamos la victoria de la resurrección.
El ejemplo de Jesús nos muestra que
1. Está bien admitir nuestro agotamiento. «Es tal la angustia que me invade, que me siento morir —les dijo—. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil» (Mt. 26:38a, 41b).
2. Está bien pedir ayuda. «Siéntense aquí mientras voy más allá a orar». Se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo… Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo». (Mt. 26:36-38)
3. La oración es vital para mantener una buena perspectiva. “Así que los dejó y se retiró a orar por tercera vez, diciendo lo mismo” (Mt. 26:44).
Me regocijo contigo en la esperanza de la resurrección y la victoria que compartimos en Él.
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Hay un chiste que me encanta repetir por su cómica realidad en la comunicación. Se trata de dos personas que están afuera disfrutando de una noche fresca y clara. Uno comenta al otro sobre la belleza de la creación de Dios y la música que pueden escuchar al mecerse en unas sillas para mecer. El otro responde, “Sí, es música bellísima. ¿Cómo será que lo hacen?”
“Creo que es al frotar las piernas.”
“¿Qué? ¿El coro en esa iglesia pequeña allí hace música bella al frotar las piernas?”
“No, loquito. Estaba hablando de la música que hacen los grillos.”
Es tan fácil pensar que sabemos de lo que estamos hablando. Y cuando los judíos repitieron las profecías sobre Jesús con esperanza y anticipación, esperaron un rey político que les librara de la esclavitud romana.
Pero, “…el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28).
Este rey inesperado rompió con sus expectativas y evitó reinar como ellos hubieran diseñado.
“Pero Jesús, dándose cuenta de que querían llevárselo a la fuerza y declararlo rey, se retiró de nuevo a la montaña él solo” (Juan 6:15). Se retiró para hablar con Su Padre, buscando la voluntad de Él que reina supremamente, por siempre y para siempre.
Y en el intenso clima político que se encuentra en muchos países, me alivia recordar y declarar el tema principal del libro de Apocalipsis, “Dios reina.”
Dios reina en nuestros corazones y reina supremamente, aun cuando sentimos que otros han ganado o que nuestro mundo se nos está decayendo.
Aunque los judíos malentendieron la venida de Cristo, un rey inesperado, dado que ya sabemos la verdad, celebremos hoy el Rey de Reyes y Señor de Señores en el reino que nunca acabará.