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Este mes me ha sido de gran desafío. Cuando pienso en Jesús, se me vienen tantos pensamientos que me cuesta enfocarme en uno solo.
En diferentes momentos durante mi vida, Jesús se me ha presentado de formas distintas. Es vivo y activo, así que me cuesta ponerle una descripción limitante que sólo le permite demostrar un aspecto u otro de su persona.
Jesús, Mesías, Príncipe de Paz, Redentor, Maestro, Hijo de Dios, ejemplo, amigo… algunas descripciones ya hemos mencionado este mes a través del blog.
Sin embargo, quiero cerrar el mes de enfoque en Jesús para los blogs con la siguiente reflexión. Hay una diferencia entre pensar en Jesús y pasar tiempo con Él.
Mientras más tiempo pasamos con Jesús, más nos enamoramos de Él y más fácil se nos hace describirle a otros.
A veces, cuando tenía novio, cometí el error de hacer muchas cosas por él o para él, pero no con él. Y nos afectó la relación. No quiero que cometamos el mismo error con Jesús.
Hoy, te animo a tomar un momento para pasar un tiempo sentado con Jesús. Imagínate sentada a Sus pies como María (Lucas 10:39), o siguiéndole como hacía la gente, escuchando todo lo que decía. Y luego pregúntate, “Cuando pienso en Jesús…”
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El sermón del monte se describe como el mejor sermón del mundo. Mateo dedica tres capítulos para contar las verdades que Cristo aclara para los judíos que habían perdido el espíritu del amor del Padre y Su intención. “Han oído que se dice, pero yo les digo…” El estilo de Su enseñanza trajo nueva vida a lo que los maestros de la ley no entendieron.
Jesús dedicó tres años para enseñar y entrenar a Sus doce discípulos para que pudieran enseñar a otros para enseñar a otros…
Aún a los doce años, encontraron a Jesús en el templo conversando de las Escrituras con los otros maestros de la ley (Lucas 2:46-47).
No importaba con quien estaba o a quien estaba enseñando, la gente se asombraba por la manera en que Él hablaba. Los demonios temblaron. Los pecadores se arrepintieron. Las multitudes Le siguieron.
“La gente se asombraba de su enseñanza, porque la impartía como quien tiene autoridad y no como los maestros de la ley” (Marcos 1:22).
¡Qué tremenda bendición poder sentarse a los pies de un maestro que definitivamente sabe de lo que está hablando!
Mis mejores profesores fueron los que no sólo conocían bien el material, más también les importaban los estudiantes. Hacían un gran esfuerzo para enseñar de una forma clara y accesible, y a prender ese mismo fuego de pasión en los estudiantes.
Creo que ésa es una de las razones por las cuales Jesús enseñó tanto a través de las parábolas. Quería que captáramos los conceptos que nuestros cerebros finitos apenas podía comprender. Además, recordamos las historias. Nos dan una conexión con el que nos cuenta la historia y a las verdades reveladas en ella.
Jesús vivía todo lo que enseñaba, y de esa forma le hizo más que sólo un gran maestro o Rabí ejemplar. No le gustó cuando le llamó un Gran Maestro en Marcos 10:17-18, y eso me sorprende. Sin embargo, puede ser porque describirle simplemente como un gran maestro limita la naturaleza completa de quien es.
Si Jesús fuera solamente un gran maestro, uno posiblemente Le seguiría a la muerte, pero sin ninguna promesa de la resurrección.
—Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! —declaró Natanael (Juan 1:49).
¡No es solamente el Gran Maestro, más también es el Hijo de Dios!
¿Qué te ha enseñado el Gran Maestro, el Rabí, Hijo de Dios y Rey de Israel?