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~escrito por Nicole Fitzgerald, misionera a Honduras (la del medio en la foto)
Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, QUIEN NOS CONSUELA EN TODAS NUESTRAS TRIBULACIONES, para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren. Pues así como participamos abundantemente en los sufrimientos de Cristo, así también por medio de él tenemos abundante consuelo. Si sufrimos, es para que ustedes tengan consuelo y salvación; y si somos consolados, es para que ustedes tengan el consuelo que los ayude a soportar con paciencia los mismos sufrimientos que nosotros padecemos. Firme es la esperanza que tenemos en cuanto a ustedes, porque sabemos que así como participan de nuestros sufrimientos, así también participan de nuestro consuelo.
2 Corintios 1:3-7 NVI (el énfasis es mío ).
El año pasado es uno que quisiera olvidar, pero probablemente nunca lo haré. Desde enero a diciembre, yo enfrenté un evento horrible tras otro. La angustia de vivir en el mundo donde trabaja el diablo, se sentía que nunca iba a cesar. En momentos, yo sentí que hasta la tarea más básica de respirar fue demasiado difícil para cumplir. Yo estaba luchando en una guerra, una entre el bien y el mal, y durante mucho del año, sentí que estaba perdiendo esta guerra.
Permíteme darle un poco de historia, como tras proclamaciones tan deprimidas que mencioné, probablemente está curiosa de lo que pasó tan grave en mi vida. Hace casi 9 años, mi esposo y yo decidimos que queríamos vivir en Honduras y servir en el ministerio. Llegamos acá hace tres años y medio. Enfrentamos muchos obstáculos antes de llegar, pero Dios nos mantuvo con una pasión fuerte y un gran deseo para seguir adelante y esforzarnos en cada momento de dificultad hasta que por fin llegamos a Honduras. Los otros miembros de nuestro equipo misionero eran mis padres que habían llegado unos años antes de nosotros. Al tener su equipo formado de unas de las personas en las quien confía más que todas las otras personas del mundo y con los quienes que ya sabe que puede trabajar bien parece súper ideal para la mayoría de misioneros.
Trabajar con familia va bien hasta que un problema llega a ser extremamente obvio. Cuando el hombre que me había enseñado tanto de fe, de Dios y de la vida me falló, falló a mi familia, y falló a Dios, yo sentí completamente desolada y quebrada. Mi papá, mi héroe espiritual andaba con una mujer o varias. Inicialmente, mi papá se arrepintió de su pecado, y yo lo recibí con mis brazos y corazón abiertos, dispuesta a darle la gracia que mi Dios me da cada día. Sin embargo, cuando llegó a ser evidente que el no tuvo ningún deseo para transformar su manera de vivir, mi corazón roto se quebró aún más.
En los meses que seguía después de la notica del escándalo de la infidelidad de mi papá, empezamos a descubrir muchas más mentiras y pecados que él había ocultado. Con cada descubrimiento, mi alma sintió más abrumada. Mi esposo y yo no sabíamos cómo pudiéramos continuar trabajando en esta obra en la que nos encontramos. Vivíamos con una sombra sobre nosotros. El ministerio ha obtenido una reputación mala por lo que había hecho mi papá. Los hondureños continuaron hablando del gran hombre que era mi papá, aunque ellos también sabían de sus acciones. Sin embargo, seguían adorándolo en la misma manera que los israelitas querían adorar a sus reyes corruptos. LA VIDA COMO YO LA CONOCÍA NO PARECÍA POSIBLE ENFRENTAR.
Mientras lidié con los problemas con mi papá, mi héroe espiritual, rechazando al Dios que amo tanto, también mi corazón estaba muy pesado por la muerte de una muchacha que mis padres le habían aceptado en su casa como hija después de que la mamá de ella se murió de SIDA. Sentí abrumada también por tres jóvenes que vivían en el hogar de niños, donde yo había trabajado más de tres años, decidieron salir de allí. Cada uno de ellos creyeron que las reglas por las que tenían que convivir no eran justas; entonces, salieron de una vida llena de amor y estabilidad para vivir de una manera que ellos pensaron de fuera mejor, sin reglas.
PARECÍA QUE NO HABÍA NADA MÁS DE ESPERANZA. Pensé que no pude trabajar más en esta obra en Honduras. No pensé que lo quería hacer tampoco. Yo estaba por salir de la obra en la que literalmente había invertido toda mi vida adultez. Yo hasta retiré de mi trabajo. Les mandé una carta a los líderes de mi iglesia proclamando que sentíamos que no era posible continuar en el papel de misioneros por la destrucción que habíamos encontrado. Íbamos a salir de este país en diciembre de 2014.
Después de mandarles la carta de resignación, la carta más difícil que jamás había escrito, a los líderes de mi iglesia, el espíritu de Dios comenzó una gran obra en mi corazón y en mi vida. Yo sé que el espíritu de Dios siempre ha estado trabajando en mi vida pero esta vez fue en una manera muy palpable. Cuatro personas de cuatro partes diferentes de mi vida me dijeron las mismas palabras exactas, palabras que hablan vida a alguien. Ellos no se conocían. Una de ellas hasta yo solo le había conocido una vez. Dios usó esas palabras para animarme de una manera que ninguno de ellos jamás sabrá.
Aunque, en muchas maneras, hubo mucha destrucción en mi vida y estaba en un estado de ruinas, aunque enfrenté más problemas cada día en mi vida personal, empecé a encontrar el poder diario del amor redentor y restaurativo que Dios nos ofrece. No, mi papá no se ha arrepentido de sus pecados ni ha vuelto a Dios. Sin embargo, Dios me tocó y me redimió el alma cuando sentí que ya no había esperanza. Puso alrededor de mí muchas personas que me dan mucho apoyo, personas que lloran conmigo por la situación tan triste, personas que saben que no existían palabras que me podían consolar ni cambiar lo que había pasado, personas que simplemente oraron para que yo tuviera el coraje para enfrentar un día más. Cuando llegó el tiempo de comenzar la temporada de dirigir nuestros equipos de misioneros de plazo corto, no pensamos que pudiéramos aguantar todo. Esto es cuando vimos que Dios empezó a trabajar de otras maneras. Él nos abrió los ojos para que viéramos la gente y el país como si fuera la primera vez que hubiéramos viajado aquí. Renovó la pasión que tuvimos cuando decidimos mudarnos aquí y renovó el deseo de seguir trabajando en esta obra aunque tuviera más sentido salir y nunca volver ni pensar en este lugar.
Yo me siento aquí, casi un año después del día en que mi vida empezó a arruinarse, y les digo que todavía me siento decepcionada de los hechos del hombre que yo admiraba tanto. El fin de semana pasado escuché la noticia que él se casó con una muchacha que tiene dos o tres años menos que yo, y sigo con la tristeza de su rechazo a Dios. Pero la historia no se ha terminado. Satanás quiso destruir mi familia entero y mi ministerio por los acciones de otro, pero no lo cumplió ni lo cumplirá. Como el padre del hijo prodigo esperó bastante tiempo por el regreso de su hijo rebelde, yo oraré cada día y esperaré el regreso de mi padre.
El versículo que puse en el comienzo se me cayó del cielo un día después de la muerte de mi hermano mayor. Fue una gran ayuda durante los días difíciles y en los días que mi otro hermano pasó en un centro de rehabilitación de drogas. Ahora, no es solamente un consuelo, pero también de mucho ánimo saber que Dios va a usar todo los sufrimientos que he encontrado para que yo sea un consuelo a otros. Yo he enfrentado mucho sufrimiento en los 28 años que tengo, y sé que probablemente voy a enfrentar más antes de que Dios me llame al cielo, pero mi oración es que Dios use cada segundo de tribulación y sufrimiento para consolarles a otros.
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Queda una historia más sobre la redención que se va a compartir mañana antes de hacer una transición al tema de Febrero: La oración. Manténganse atentos para los 24 días de oración en preparación por 24 horas de oración el 24 de febrero.
"Pero gracias a él ustedes están unidos a Cristo Jesús, a quien Dios ha hecho nuestra sabiduría —es decir, nuestra justificación, santificación y redención—" ~ I Corintios 1:30