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Hay paz en la espera – o puede haber…
Si el Señor no edifica la casa,
en vano se esfuerzan los albañiles.
Si el Señor no cuida la ciudad,
en vano hacen guardia los vigilantes.
En vano madrugan ustedes,
y se acuestan muy tarde,
para comer un pan de fatigas,
porque Dios concede el sueño a sus amados.
Fíjate en una traducción alterna de la última frase: “pues El da a su amado aun mientras duerme.”
Me encanta esa traducción. La bendición más duradera que Dios provee no se encuentra cuando laboramos o nos esforzamos, sino cuando descansamos en paz, confiando en su provisión.
Cuando camino con el Padre y le pido que me guíe con su diestra victoriosa, mi labor trae menos estrés y es más dirigida; mi descanso es más completo y aumenta mi nivel de confianza.
Cuando el Señor es el autor de nuestro labor, el esperar por su provisión trae más paz.
Y espero que nos perdonen los errores en la página web esta semana. Estamos bajo construcción, pero a partir del miércoles, Dios mediante, revelaremos la nueva página web.
Gracias por tu paciencia en esta “espera.”
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Un estado de paz en la mano derecha de Dios viene cuando confiamos en su provisión. Dios dio a mi familia un ejemplo concreto de eso cuando estaba en la escuela secundaria…
Mi papá perdió su trabajo con una gran bajada de la economía después de haber trabajado en la misma compañía por catorce años. Todos estuvimos en shock y su búsqueda de trabajo tardó un año y medio.
Mientras tanto, mi mamá volvió a certificarse y aceptó un trabajo como maestra de niños especiales en una escuela medio-peligrosa. Mis hermanas y yo rotamos las responsabilidades de la casa: cocinar, limpiar, etc. Y todos nos limitamos en los gastos en lo que pudimos.
La provisión de Dios fue asombrador y maravilloso.
Durante el año y medio estresante, pero gozoso, depósitos anónimos aparecieron en la cuenta bancaria, hermanos de la iglesia nos invitaron a cenar – toda y cada una de nuestras necesidades fueron cumplidas.
Siempre a pie como maestra, mi mamá puso mucho cuidado en sus zapatos para que le duraran. Una tarde, después de las clases, ella llevó sus zapatos agotados al zapatero para que se los arreglara. Quería sacar todo el provecho de esos zapatos que pudiera.
“Señora, puedo coserlos por acá, pero se te van a romper por aquí. Puedo pegar estar parte, pero no se te va a quedar bien. Lamento que ya no hay más nada que puedo hacer para rescatar estos zapatos. Creo que ya te toca comprar unos nuevos.”
Mamá volvió al carro donde nosotras la esperamos. “Chicas, ya se nos van a acabar los cuarenta años en el desierto. Dios prometió a los israelitas que no se les desgastarán los calzados (Deut. 29:5). Mis zapatos ya están desgastados, así que ya le toca a tu papá conseguir trabajo.”
Un mes después, así fue.
Tan pronto como mi papá consiguió trabajo, cada una de mis hermanas creció un montón (tenían 14, 12 y 6 años en ese tiempo). Yo me fui para la universidad, y mi mamá compró un nuevo par de zapatos para estar de pie todo el día enseñando.
La provisión de Dios es perfecta – a su manera y en su tiempo. Podemos descansar, confiados en paz en la mano derecha de Dios.