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Mi primer carro fue una Nova de la Chevy del año 1986. Pero la primera vez que lo manejé, todavía pertenecía a mis abuelos, y se notaba mi falta de experiencia.
A mi abuelo, le gusta recordarme de ese día y como aceleré de tal forma que el motor sonara, resistiendo ir a alta velocidad en muy poco tiempo. La resistencia del motor reflejó la mía también.
Mi mamá advirtió a su papá que era posible que necesitara un poco más de práctica antes de llevarle al trabajo en Miami, pero él pensó que sería buena oportunidad para mí.
Después de unas instrucciones finales, sentados en la entrada frente a su casa en su calle de mucho tráfico, retrocedí en la dirección equivocada. Dos veces. Después de la segunda vez, mi abuelo me dijo, “Vamos a dar la vuelta por la cuadra.”
Antes de que pude dar la vuelta a la cuadra, ya había dado más evidencia de mi falta de experiencia en conducir. No importaba que yo no podía ver alrededor de los arbustos en la señal del alto para poder girar a la derecha, de regreso a su calle y seguir en la dirección correcta. No. Primer, tenía que detenerme completamente detrás de la línea del alto, y luego adelantarme poco a poco hasta que pudiera ver claramente.
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Sus manos ya tenían arrugas y estaban marcadas con manchas oscuras debido a la edad. A menudo estaban cubiertos de suciedad y estropeadas por espinas mientras ella labraba la tierra y tendía su jardín. Ella solo necesitaba pasar sus manos por la tierra para darse cuenta cuáles plantas iban a florecer y cuales se marchitarían. Con un solo dedo de su mano y un solo golpecito en la tierra le daba la señal a mi abuela si su jardín necesitaba ser regado o no.