Sus manos ya tenían arrugas y estaban marcadas con manchas oscuras debido a la edad. A menudo estaban cubiertos de suciedad y estropeadas por espinas mientras ella labraba la tierra y tendía su jardín. Ella solo necesitaba pasar sus manos por la tierra para darse cuenta cuáles plantas iban a florecer y cuales se marchitarían. Con un solo dedo de su mano y un solo golpecito en la tierra le daba la señal a mi abuela si su jardín necesitaba ser regado o no.
De labrar la tierra a la siembra de semillas, y hasta nutrir las plantas del semillero delicado, parecía que mi abuela siempre sabia lo que hacía falta hacer. Mientras su jardín crecía ella podaba las plantas sin duda porque sabía que si no removía las ramas que no eran lo suficientemente fuertes para desarrollarse bien, éstas solo le harían daño al crecimiento de el resto de la planta.
Así como mi abuela sabía cómo y dónde plantar su jardín o cuando podar las ramas descontroladas, así también Dios nos esta plantando, nutriendo, y podando. Lo sabemos por lo que dice Juan 15:1-17. Según este pasaje, se nos ha dado una vid fuerte y verdadera como base de la cual crecemos. La vid verdadera es Jesús.
Cristo Jesús es la vid verdadera, nosotros las ramas, y Dios es el jardinero, quien amorosamente atiende y poda las ramas para que puedan ser fructíferas.
Escrito por Dena Moore, interna para el MHRH de por un año, empezando en agosto 2016