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Me encanta escuchar a los niños orar. Sus peticiones sencillas y la fe de los niños me recuerda que no hay una oración demasiado pequeña ni demasiado grande para Dios.
“Dios, gracias por mi familia. Y mi perro. Y mi cobija. Y mis Legos. Y mi comida. Y mi jugo…”
“Dios, por favor, sana a mi abuela. Está enferma y eso hace triste a mi papá.”
“Dios, por favor, haz que los monstruos se vayan. Me dan miedo.”
“Dios, gracias por mis zapatos nuevos que me ayudan a correr súper rápido.”
“Dios, mi perrito está perdido. Y extraño mucho a mi perrito. Quiero que vuelva a casa. Por favor, cuídalo y tráelo a casa de nuevo.”
“Dios, por favor, ayúdame a obedecer a mi mamá y a mi papá. A veces, es difícil, pero cuando desobedezco, ellos se ponen tristes.
La honestidad, vulnerabilidad y confianza que un niño pone en Dios por sus oraciones sencillas son un tremendo ejemplo del espíritu con el cual debemos acercar a nuestro Padre Celestial.
Aquí les doy unas cosas que he aprendido de las oraciones llenas de mucha fe que hacen los niños:
No hay nada insignificante por el cual podemos dar gracias a Dios.
Dios es el mejor Sanador y el Gran Médico.
Dios nos acompaña en nuestro dolor.
Dios nos protege y calma nuestros temores.
Dios se regocija con nosotros en las cosas pequeñas.
Dios anhela que todos los que amamos lleguen a morar con Él.
Dios honra nuestras confesiones de pecado, nos perdona, y nos fortalece para no volver a pecar.
¿Qué es lo que te enseñan las oraciones de los niños sobre cómo es Dios y cómo le acercas en oración?
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Pablo, en su carta a los Efesios, hace referencia a la batalla espiritual que todos enfrentamos. Como parte de su admonición final, anima a los Efesios a “ponerse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo” (Ef. 6:11).
Pabla conocía bien los desafíos y las luchas de la batalla espiritual. Apedreado, golpeado o sacado de noche para evitar otro azote, la fe de Pablo fue probada muchas veces. Al escribir la carta a los Efesios desde la cárcel, afirmamos que Pablo conocía bien las batallas espirituales.
A veces, cuando Pablo reflexiona en sus debilidades y el cansancio de la lucha cuando enfrentaba una batalla espiritual… ¿Sabes lo que le animaba? ¿Cuál era una fuente clave de fuerza? Las oraciones de otros.
Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos. Oren también por mí para que, cuando hable, Dios me dé las palabras para dar a conocer con valor el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas. Oren para que lo proclame valerosamente, como debo hacerlo. (Ef. 6:18-20)
Al final de la descripción de la armadura de Dios (Ef. 6:11-17), Pablo recuerda a sus lectores la importancia de la oración, la pega que une a la armadura en medio de la batalla.
Jesús mismo afirma esta verdad. Durante Su tiempo en la tierra, le vemos poner alta prioridad en el tiempo en comunión con Su Padre. Pasaba toda la noche en oración (Lc. 6:12). Jesús conocía bien las luchas de la batalla espiritual también. La noche antes de una de las batallas espirituales más fuertes que enfrentó, no sólo pasó la noche en oración, pero también pidió que los tres apóstoles más cercanos le acompañaran en oración y se mantuvieran despiertos (Mt. 26:36-38).
No importa lo que enfrentamos, tal y como fue para Pablo y para Jesús, las oraciones de otros nos fortalecen en la batalla espiritual. Es una parte importante que jugamos en las batallas espirituales de otros.
¡Gracias por ser guerreros en oración con nosotros! Y queremos que sepan que les acompañamos en oración también.