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Escrito por Michelle J. Goff, directora del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
Me sentí fuera de lugar cuando llegué por primera vez. Todos notaron mi acento. Afortunadamente, mis manos extrañamente manchadas de rojo por la raíz de la planta rubia sólo sirvieron para promover mi negocio.
Comenzó como un negocio familiar. Mi papá me enseñó cuando era niña. Sus manos curtidas y teñidas de rojo guiaron las mías mientras me entrenaba en cada paso del proceso del teñido.
Mi parte favorita era desarrollar y cavar las raíces de rubia. Crecían mejor en la tierra húmeda cerca del río. Y cada vez que bajaba al río, me sentía más cerca de Dios, nuestro Creador, Yahvé, el único Dios verdadero que adoramos.
Clamé a nuestro Dios cuando mi padre se enfermó. Sin embargo, tuve que confiar en Su plan cuando nos quitaron a mi padre y me dejaron a cargo del negocio familiar. Después de meses de cuidarlo en su enfermedad, nuestro negocio había sufrido. Y con la caída de la producción, perdimos algunos de nuestros clientes. No me conocían tan bien como conocían a mi padre.
Y por mucho que lo intenté, la reputación de mi padre no fue suficiente. Simplemente no había suficiente negocio para todos y estaba perdiendo gran parte de mis ganancias en el transporte a otros lugares para obtener nuevos clientes.
Por mucho que lo intentara, tenía que mudarme a un lugar más estratégico... tal vez una ciudad romana más moderna o desarrollada donde una mujer empresaria sería respetada por la calidad de sus tintes.
Tiatira, mi ciudad natal ubicada en Asia o en la actual Turquía, no estaba en una ruta comercial bien transitada. Sin embargo, Filipos era un pueblo costero, una colonia romana y la principal ciudad de ese distrito de Macedonia. La mejor parte: escuché que había un río fuera de las puertas de la ciudad.
El río se convirtió en mi hogar lejos del hogar, un lugar de refugio, de oración y un tiempo bendito de reunión con otras mujeres.
Había sido una adoradora de Dios por algún tiempo, pero un día, junto al río, escuché a estos hombres enseñar acerca de Yahvé, el mismo Dios que adoraba y en quien creía. Nunca había escuchado a nadie hablar de Dios en la forma en que lo hicieron estos hombres.
¡Tan pronto como escuché las buenas noticias, tuve que contarles a todos en mi casa todo acerca de este Jesús! ¡Todos creyeron conmigo y todos fuimos bautizados ese mismo día!
Invité a Pablo y Silas, estos maestros y seguidores de Jesús, a quedarse en mi casa. Querían continuar su viaje, pero cuando les ofrecí generosas provisiones y descanso de sus fatigosos viajes, se convencieron. El hecho de que ya habían probado la excelente cocina de mi mejor chef no perjudicó las cosas.
A partir de ese momento, mi hogar tuvo un propósito mayor. Recibir a Pablo y Silas después de su fuga de la prisión… E incluso el carcelero, que se convirtió la misma noche de su fuga, y toda su familia; se convirtieron en parte de nuestras reuniones de la iglesia a partir de ese momento.
Como nos escribió Pablo más tarde, sigo gozándome en la forma en que Dios guió mi vida hasta Filipos, para escuchar la buena nueva, y ser pregonera de esa buena nueva a los que compran mi púrpura. Me encanta contarles cómo mis manos manchadas de rojo palidecen en comparación con el que llevó mis manchas en la cruz.
Para conocer la historia completa de Lidia y la iglesia en Filipos, lea Hechos 16. El monólogo compartido en esta publicación fue escrito como una ilustración de cómo Lidia podría haber compartido su historia si estuviera con nosotros hoy. Reconocemos la licencia creativa que se usó para crear esta entrada y oramos para que no sea una distracción del mensaje general de la fe y la hospitalidad de Lidia.
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Escrito por Wendy Neill, Coordinadora de avance del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
Dios es eterno, y te creó para vivir eternamente. Juan nos dice que si creemos en su Hijo, podemos saber que tenemos vida eterna.
Y el testimonio es este: que Dios nos ha dado vida eterna, y esa vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. Les escribo estas cosas a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna. (1 Juan 5:11-13)
Apoyarse en este conocimiento puede marcar la diferencia en la forma en que vivimos. Randy Alcorn, el fundador y director de Eternal Perspective Ministries, a menudo usa esta analogía: "vive para la línea".
Pienso en nuestras vidas en términos de un punto y una línea, lo que significa dos fases. Nuestra vida presente en la tierra es el punto. Comienza. Termina. Es breve. Sin embargo, desde el punto, se extiende una línea que continúa para siempre. Esa línea es la eternidad que los cristianos pasarán en el cielo. En este momento estamos viviendo en el punto. Pero ¿para qué estamos viviendo? La persona miope vive para el punto. La persona con perspectiva vive para la línea. (Traducido desde: blog publicado en el sitio web de EPM.)
¿Cuáles son algunas formas prácticas en las que podemos abrazar nuestra naturaleza eterna y “vivir para la línea”? Permítanme ofrecer tres sugerencias.:
- Anticipa ansiosamente el cielo - Hemos entrelazado tanto el tema del cielo con nuestro miedo a la muerte, que a menudo evitamos el tema. Pero Dios nos habla de nuestro futuro hogar por una razón. ¡Él quiere que lo anhelemos! Te animo a descargar nuestro free ePetal study Heaven on the Horizon y pasar tiempo en la Palabra aprendiendo acerca de tu hogar eterno. En mi propia vida, he encontrado que enfocarme en el cielo trae gozo y propósito a mi vida. Me da fuerza para superar mis luchas momentáneas (2 Corintios 4:17).
- Amontona tesoros en el cielo - Jesús nos enseñó a “haceros tesoros en el cielo, donde ni polilla ni alimañas corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan” (Mateo 6:20). ¿Cómo? Sirve a los demás como si estuvieras sirviendo al Señor (Colosenses 3:22-25), espera y soporta el maltrato (Hebreos 11:26, Santiago 1:12), haz el bien a tus enemigos (Lucas 6:35), planta y riega semillas del reino (1 Corintios 3:8), y cuida de los pobres y marginados (Lucas 14:13-14).
- Lleva a otros al cielo: cuando estás verdaderamente enfocada en el cielo, tu alegría se contagia a los demás. Es más fácil compartir tu fe cuando sabes, en el fondo, que lo que estás ofreciendo a los demás es descanso eterno, alegría y relación, en lugar de una lista de reglas y asistencia a la iglesia.
¿Cómo “vivirás para la línea” esta semana?