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Escrito por Carolyn Jo Gower, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración. (Rom. 12:12 NVI)
Mi nieto, Noah, de tres años, era bueno al hablar. Pero a veces teníamos que pedirle, por favor repite. ¡Caroline a los cinco meses era una parlanchina feliz! Le preguntábamos: "¿Cómo va tu día?" ¡Su respuesta era un parloteo con grandes sonrisas! ¡Ambos expresaban amor!
Jesús puede manejar nuestras oraciones, aunque nos sintamos deficientes. Jesús lo entiende. Cuando oramos (hablamos con Jesús), nuestro amor por Él brilla. Él quiere que seamos reales. Él nos hizo, vino a vivir entre nosotros y ahora vive para interceder por nosotros.
Por eso también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos. (Heb. 7:25 NVI)
¡Jesús está orando por nosotros! La oración llega al corazón de Dios no porque seamos dignas, no lo somos. Jesús es. Él habla con el Padre acerca de nosotras. Ha estado aquí y sabe cómo es todo.
No hay necesidad de palabras floridas u oraciones de la iglesia memorizadas. Nunca copies la oración de otra persona. Puedes usarla como un iniciador de oración, pero cámbiala para que hables desde tu propio corazón. ¿Alguna vez escuchaste la expresión “La honestidad es la MEJOR política”? A decir verdad, la honestidad es la ÚNICA política. Habla con Jesús honestamente primero. Él es nuestro Consejero, Príncipe de Paz, Dios Fuerte.
Ser fiel en la oración significa, “orar siempre, sin desanimarse” (Lucas 18:1 NVI).
La oración, o ser fiel en la oración, se convierte en parte de nosotras cuando leemos la Palabra de Dios y pasamos tiempo con Jesús. Por ejemplo, hace unas semanas, al leer sobre Juan y sus discípulos en Mateo 14, comencé a ver algo sobre la oración desde un ángulo diferente.
Juan el Bautista estaba en prisión por predicar el arrepentimiento mientras preparaba el camino para Jesús. Estaba haciendo todo correctamente. Pero las cosas no pintaban bien para Juan.
Los discípulos de Juan oraban por su rescate de Herodes. Pero en cambio, Herodes lo hizo decapitar. Su cabeza fue entregada en bandeja a Herodías. Juan fue asesinado de una manera indescriptible. ¡Hablando de decepción y dolor!
Juan tenía muchos seguidores. ¡Era un hombre poderoso de Dios! ¡No podemos comenzar a imaginar el dolor, el miedo y la ira que sus discípulos deben haber sentido!
Podrían haber estado pensando: “¡Ahora qué vamos a hacer, nuestro líder se ha ido! ¿Continuamos como discípulos de Juan? ¿Existe todavía un ministerio?”
En Mateo 14:12, leemos que después de enterrar el cuerpo de Juan (nótese que la cabeza de Juan ya no estaba con su cuerpo), sus discípulos fueron a Jesús y le contaron todo lo que había sucedido.
Lo único que tenía sentido era contarle todo a Jesús. Eso es exactamente lo que hicieron y algunos de los Evangelios registran que Jesús llevó consigo a los discípulos de Juan, incluso a Sus propios discípulos.
Tal vez la oración no sea difícil para nosotros después de todo. Ser fiel en la oración es ir primero a Jesús, momento a momento.
La forma de pasar de la falta de oración a la oración es orar.
Incluso se nos ordena orar, …fieles en la oración (Rom.12:12) y orar continuamente… (1 Tes. 5:17). Cuando oramos constantemente, hablar con Jesús se vuelve tan natural como tomar otro respiro.
Las Escrituras nos dicen a menudo que Jesús pasó mucho tiempo a solas en oración con su Padre.
Por causa de Cristo, el gran sumo sacerdote (Heb. 4:14-16), Dios nos invita a llevarle nuestras necesidades. “Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia de Dios, para que recibamos misericordia y hallemos la gracia que nos ayude en el momento de nuestra necesidad” (Heb. 4:16).
Dios escucha y cuando lo llamamos, ¡nunca obtendremos una respuesta de que "las notificaciones están silenciadas"!
Así como apreciamos el tiempo hablando con nuestros nietos, Cristo quiere tener comunión con todos Sus hijos.
Queridas Hermanas Rosa de Hierro, ¿se sienten cómodas yendo a Jesús, contándole todo lo que ha pasado
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Escrito por Ana Alfaro, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en El Salvador
Daniel era un joven adolescente, príncipe de Judá, llevado cautivo por Nabucodonosor el rey de Babilonia. Su nombre fue cambiado a Beltsasar (Dn.1:7). Daniel, a pesar de su juventud, mostró ser un joven determinado con carácter y fuerte convicción. Mantuvo una vida consagrada y de constante oración a Dios, lo que originó muchos celos y envidias por los que estaban en su entorno.
Daniel, estudiando el libro de Jeremías, aprendió que la destrucción de Jerusalén estaba llegando a su fin (Dn.1:2) y decidió ayunar vistiéndose de cilicio y, sentado sobre ceniza, orar a Dios.
Daniel llegó a Dios con súplica y ruegos, confesando sus pecados y los pecados del pueblo, mostrando con ello humildad y vergüenza por haber desobedecido a Dios y apartarse de Sus mandamientos (Dn. 9:4-6). La iniquidad, la rebeldía, la desobediencia, eran pecados que Judá y Jerusalén cometieron contra Dios cuando no obedecieron a los siervos de Dios (los profetas).
“Hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos actuado impíamente, hemos sido rebeldes y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra.” (Dn. 9:5-6)
El pecado acarrea vergüenza, dolor y la separación de la presencia de Dios dejándonos solas, tristes y desamparadas… a merced de Satanás. Daniel conocía lo que Dios había hecho con sus antepasados (Dn. 9:15). Lo que había hecho con él y los jóvenes que también fueron llevado prisioneros (Dn.3 y Dn.6). Daniel tenía plena confianza en Dios.
Por ello dice: Dios grande, digno de ser temido. Daniel reconoció la misericordia de Dios, Su justicia, Su fidelidad (Dn. 9:4,7 y 9); Daniel buscó con ruego la misericordia de Dios para que Su ira no caiga sobre Jerusalén (Dn. 9:16-19).
“Oh Señor, según todas tus justicias, apártese ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén, tu santo monte; porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y todo tu pueblo es dado en vergüenza a todos nuestros alrededores. Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos, y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por el Señor. Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestros asolamientos, y la ciudad sobre la cual es llamado tu Nombre; porque no derramamos nuestros ruegos ante tu presencia confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye, Señor. Perdona Señor. Está atento, Señor, y haz; no pongas dilación, por ti mismo, Dios mío; porque tu Nombre es llamado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.”
Como Daniel, nosotros debemos aprender a conocer las cualidades de Dios para poder llegar confiadamente sabiendo que, si mostramos verdadero arrepentimiento, Él nos escuchará, nos perdonará, nos restaurará. “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1 Jn. 1:9). La respuesta de parte de Dios para Daniel era pronta, no se hizo esperar.
“Aún estaba hablando, y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante del SEÑOR mi Dios por el monte santo de mi Dios; aún estaba hablando en oración, y aquel varón Gabriel, al cual había visto en visión al principio, volando con vuelo, me tocó como a la hora del sacrificio de la tarde. Y me hizo entender, y habló conmigo, y dijo: Daniel, ahora he salido para hacerte entender la declaración. Al principio de tus ruegos salió la palabra, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres varón de deseos. Entiende, pues, la palabra, y entiende la visión."(Dn. 9:20-23)
La fiel oración de Daniel permitió que Dios le contestara pronto. Dios sigue escuchando las oraciones fervientes de Sus hijos cuando se le ama y se le busca de todo corazón; sin embargo, no se debe olvidar que toda transgresión a Su palabra tiene consecuencia.
Debemos confiar en Su amor, Su misericordia, Su fidelidad, cuando hemos pecado y acercarnos con una actitud de humildad, confesando el o los pecados que cometemos.
Como Daniel, debemos tener determinación al orar a Dios; tener una vida de continua oración, confiar en Sus misericordias, amarle para ser escuchadas en la hora de la tribulación, teniendo respuesta a nuestra súplica y aceptando la voluntad de Dios.
Dios les bendiga y nos permita seguir aprendiendo cada día más de Su Palabra.