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Escrito por Melanie Curtis, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
En julio de 2021, me acerqué a Dios más que nunca, en mi vida adulta, cuando di a luz a mi hermosa niñita, Ginny. Sin embargo, desde entonces he luchado con Dios, tal vez más que nunca. Es decir, me ha costado entender la profundidad de Juan 3:16, “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” ¿Cómo podría permitir un padre que su hijo sufra, especialmente en el grado en que lo hizo Jesús? Esta es una pregunta difícil, pero cuando hacemos las preguntas difíciles, nunca debemos olvidar que “Dios es amor” (1 Jn. 4:8b). Recordemos que Dios es amor mientras que examinamos más a fondo el sacrificio de Jesús.
1. Jesús murió para que nosotros pudiéramos vivir. “Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de él” (1 Jn. 4:9). Sí, Dios permitió que Jesús sufriera y muriera por todos, pero fue para poder ofrecernos el perdón de nuestros pecados y darnos la vida eterna.
2. Los que persiguieron y mataron a Jesús, más nuestros pecados, fueron los causantes de su sufrimiento: “Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados” (Is. 53:5).
«Por tanto, sépalo bien todo Israel que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías». Cuando oyeron esto, todos se sintieron profundamente conmovidos y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: —Hermanos, ¿qué debemos hacer? (Hch. 2:36-37)
3. Jesús se entregó a sí mismo por Su propia voluntad. “Y, al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!” (Fil. 2:8).
4. Aunque es difícil, los padres permiten que sus hijos pasen por dificultades porque miran hacia el futuro, más allá del dolor. Los padres tienen fe en que las consecuencias de ese sufrimiento serán buenas. “[…] por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios” (Heb. 12:2b).
5. Jesús es el Hijo de Dios, pero ¡nosotras somos Sus hijas y Dios nos ama también! Él se preocupa por nosotras y quiere salvarnos de nuestros pecados: “El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan” (2 Pe. 3:9).
En resumen, aunque no podemos quitar lo que Jesús tuvo que sufrir, podemos apreciar lo que Dios hizo por nosotros, aceptar la salvación que viene a través del sacrificio de Jesús, y vivir de tal manera que honremos Su sacrificio.
—Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados —les contestó Pedro—, y recibirán el don del Espíritu Santo. En efecto, la promesa es para ustedes, para sus hijos y para todos los extranjeros, es decir, para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios quiera llamar. (Hch. 2:38-39)
No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención. Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados. (Ef. 4:30-5:1)
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Escrito por Karyn Dancy, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
La historia de la resurrección de Lázaro es fascinante. Fue el último milagro registrado de Jesús antes de la crucifixión. Hay varias lecciones que podemos observar en este milagro. Dos de estas lecciones realmente me impactan en esta temporada de mi vida.
Tengo problemas con una depresión grave en mi vida. Ha sido peor desde enero de este año porque tenía unas expectativas que no estaban realizadas en mi vida. La lección número uno, sin embargo, es que el tiempo de Dios no es mi tiempo, pero siempre es perfecto.
Cuando estaba leyendo varios estudios de la historia de la resurrección de Lázaro, aprendí, por primera vez, que en esos días los judíos realmente creían que después de morir, el espíritu flotaba sobre el cuerpo por tres días antes de salir. ¿Habías preguntado por qué Jesús esperó cuatro días después de la muerte de Lázaro?
Jesús les dijo a los discípulos por qué esperó hasta que Lázaro murió. “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (Juan 11:4b). Al principio, les dijo a los discípulos que Lázaro estaba durmiendo, pero los discípulos no entendieron que Jesús estaba usando el sueño como metáfora. “Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto; y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis.” (Juan 11:14-15a)
Sin embargo, cuatro días fueron significativos porque para entonces todos los judíos, incluyendo a Marta, María y los discípulos que estaban con Él, pensaron que era demasiado tarde para un avivamiento. Sí, creían en un avivamiento al final de los tiempos, pero no lo esperaban ahora. Todo esto me recuerda que Dios sabe lo que está haciendo en mi vida y cuándo debe hacerse.
El tiempo de Dios es perfecto. Había algo en mi vida que quería, y lo perdí. Pensé en Job y en cómo terminó su historia, cómo tenía más que lo que perdió, pero yo todavía no quería perder lo que tenía. No quería doble. Solamente quería guardar mi vida como era. Sin embargo, prepararme para escribir este blog me llevó a una cita.
C.S. Lewis dijo, “[Los mortales] dicen de un sufrimiento temporal, ‘Ninguna felicidad futura puede compensarlo,’ sin saber que el Cielo, una vez alcanzado, trabajará hacia atrás y convertirá inclusa esa agonía en una gloria.” ¿Imaginas cuánto me anima eso? Todavía me duele el corazón, pero me da mucha esperanza pensar que Dios puede hacer esto.
Dios puede hacer esto. Aquí viene la segunda lección para mí. Tengo mucha esperanza en el poder de Dios en esta historia de resurrección. No es solamente una esperanza para la resurrección. Es una esperanza por todo lo que Dios me ha prometido. Me dijo que tiene planes grandes para mí en Jeremías 29:11, y le puedo creer. Le amo, y eso significa que Él hace que todas las cosas cooperen para mi bienestar. Él me prometió esto en Romanos 8:28.
El Dios que venció la muerte cumplirá Sus promesas para mí. Él puede, y Él lo hará. Él ha sido fiel cada paso del camino. Mi humanidad me hace tropezar a veces y me hace pensar que es demasiado difícil. Es ahí cuando Dios me lleva, como dice el poema Huellas en la Arena, porque Él me ama, Él me hizo promesas, y Él nunca falla.
La resurrección no era solamente una acción que Jesús hizo. En Juan 11:25, Jesús dijo, “Yo soy la resurrección y la vida” (énfasis añadido). Jesús es la Resurrección y la Vida. Mientras el Espíritu Santo de Dios está en mí, tengo vida. Vamos a dejar estos cuerpos en algún momento, pero Jesús nos dará Su resurrección y vida para cuerpos nuevos, perfectos, y sin dolor. Estar rodeadas en Su bondad es más maravilloso de lo que podemos imaginar.
Jesús usó la muerte de Lázaro como oportunidad para revelar Su gloria. Cuando Dios cumple Sus promesas para nosotros, Él es glorificado. ¿Estamos viendo cómo nuestros tiempos difíciles son oportunidades para revelar la gloria de Dios?
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