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Sadrac, Mesac, y Abed-nego eran hombres de fe. Demostraron el tipo de fe que describimos ayer – una fe en Dios mismo, no sólo una fe en lo que Dios puede hacer.
Cuando se enfrentaron con el horno de fuego, no dudaron en la habilidad de Dios para rescatarles. Pero su fe en la sabiduría infinita de Dios y su confianza en el plan de Dios fue mayor que su esperanza por la redención física.
Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron y dijeron al rey Nabucodonosor: No necesitamos darte una respuesta acerca de este asunto. Ciertamente nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tu mano, oh rey, nos librará. Pero si no lo hace, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has levantado. (Dan. 3:16-18)
¿Sigues fiel sin importar la respuesta de Dios a tus oraciones?